Pregón de la Feria del Libro de Zaragoza 2025
Es
difícil estar aquí, en este instante, ante todos ustedes. Cuando
José Luis Acín Fanlo me invita a pronunciar el pregón de la
edición de este año 2025 de la Feria del Libro de Zaragoza quedo,
ante todo, sorprendido, luego me asalta una ola de orgullo, casi de
vanidad, pero, final y definitivamente me veo superado por la carga
de responsabilidad que el empeño supone. Pero aquí estoy, contento,
muy contento, incluso, forzando un poco el idioma podría decir que
estoy feliz, aun sabiendo que la expresión es incorrecta que nunca
se está feliz, que feliz se es, no se está, aunque tal como van las
cosas en la Academia no parece que nadie, por ahora, vaya a alzar la
voz para intentar denunciar en los medios esta y otras habituales
incorrecciones.
“Zaragoza
es una ciudad literaria” valdría como rótulo de este pregón que
se va a sustentar en los contactos literarios establecidos desde mi
llegada a Aragón.
Ya
en 1962, el que sería zaragozano de adopción, el manchego Antonio
Fernández Molina, me habla de su amistad con Miguel Labordeta y de
determinados cenáculos literarios que entonces desconozco y a los
que Fernández Molina desea aproximarse. Fernández Molina es en
aquel momento secretario de redacción de la mítica revista
literaria Papeles de Son Armadans que Camilo José Cela publica en
Palma de Mallorca y a la que muchos de los miembros de mi generación
pudimos asomarnos gracias a Fernández Molina y a Cela, publicando
textos que podían resultar en exceso audaces para la época y para
otros medios literarios.
Hablo
de Palma de Mallorca y hablo de la ciudad de Barcelona, donde nazco
en 1942, pero mis vínculos con Aragón son profundos. Una de las
ramas de mi familia materna procede de Las Cinco Villas, de
Uncastillo, y, otra rama, del valle de Bielsa, pero no es hasta 1968
cuando regreso a mis raíces, cuando me instalo en Jaca para trabajar
como becario en unas instalaciones del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas. Mi misión en esas instalaciones, que
durará tres años, consiste en confeccionar la lista patrón de aves
pirenaicas y gestionar una solución ante la falta de alimento de
buena parte de la fauna salvaje ante la mecanización del campo y la
subsiguiente ausencia de bestias muertas, de carroña, alimento
fundamental para los necrófagos que de un modo u otro constituyen la
mayor parte de la fauna silvestre.
Durante
33 años desde 1972 hasta 2005, permanezco en un estado de
hibernación, de agrafía literaria, no publico literatura; sin
embargo sí tengo relación con escritores, editores y profesores del
ramo, vinculados, y esta es la razón de comentarlo, vinculados a
Aragón y, en concreto a la ciudad de Zaragoza.
El
restaurante zaragozano La Marmita, en la calle General Sueiro, es una
prueba de ello. En una fotografía de 1991 se me ve en torno a una
mesa en muy buena compañía, el profesor, aún entonces no
catedrático, de la universidad de Zaragoza, Túa Blesa, el ya citado
Fernández Molina, y quien les habla damos buena cuenta de unas
lentejas.
Porque
Túa Blesa, fue desde el comienzo de nuestra amistad una pieza clave
en la difusión de mi obra literaria y de la generación que algunos
han llamado de los Novísimos, centrándose en la figura del para mí
mejor poeta de los componentes del famoso libro Nueve novísimos
poetas españoles: Leopoldo María Panero.
El
profesor Túa Blesa organiza en Zaragoza, en 2001, en compañía de
su esposa, Elena Pallarés, el primer Congreso sobre la Poesía
Novísima, el espaldarazo académico y mediático de dicho
movimiento. En dicho evento, uno de los ponentes, hoy profesor de la
universidad de Zaragoza, Antonio Viñuales Sánchez, se define como
estudioso de mi escritura, dando muestra de ello a través de la
revista digital Caminos de Pakistán, de numerosos artículos de
corte académico y del libro Casos Completos.
Zaragoza,
para mí, es pues, ante todo, sus editoriales y sus librerías. En
2003 escribo una novela, de hecho una autobiografía, que se llamará
Níquel, casi una una hagiografía, una vida de santos, que es
rechazada repetidamente por las editoriales barcelonesas por
considerarla en exceso cáustica con el regionalismo local pero tras
ese largo periplo de rechazos, durante una cena en Santa Cruz de la
Serós, ya en 2005, se cruza en mi vida, gracias a la historiadora
Anabel Lapeña, el editor turolense Joaquín Casanova Chulilla, al
que le hablo del texto y en pocas semanas está el libro en la calle,
en Mira Editores, con una segunda edición en 2006. Es mi primer
contacto directo con un sello aragonés y la experiencia no puede ser
más satisfactoria; se concede el premio AIPEP a Níquel, al
tiempo que conozco a Berta Sariñena y a su esposo el poeta y
profesor Alfredo Saldaña mano derecha de Túa Blesa.
Luego
es Ignacio Escuín Borao, a través de su editorial Eclipsados, quien
en 2008 se arriesga editando de modo impecable un libro difícil,
Papur. Después Víctor Gomollón, artífice de Jekyll &
Jill, publica, en 2012, ahora llevan varias ediciones, Del enebro,
un cuento de los hermanos Grimm con un prólogo mío y, tras un
trabajo ímprobo de edición, saca a la luz, en 2014, Mansa
chatarra, una recopilación de relatos oníricos en una edición
trabajada hasta extremos increíbles, una edición galardonada y que
durante la presentación del libro en Madrid recibe el aplauso de los
académicos Francisco Rico y Félix de Azúa, hombres poco dados a la
lisonja. Recientemente, en 2023, es Raúl Herrero, al que ya Antonio
Fernández Molina había clasificado, hacía mucho tiempo, como
editor vanguardista, especializado en el movimiento postista y en la
figura de Fernando Arrabal, quien publica, en sus Libros del
Innombrable, La condición radical, un ensayo del profesor
Joaquín Fabrellas sobre mi obra lírica. Ahora, en 2024, Trinidad
Ruiz Marcellán, al frente de la espléndida editorial de poesía
Olifante, me incluye en una curiosa antología poética aragonesa
húngara y estudia la publicación de una antología comentada de mi
poesía última.
Quiero
citar ahora a unas personas de ámbito zaragozano que han contribuido
a difundir mi obra. Primero al escritor Ángel Gracia quien como
gestor de la FNAC me ofrece un marco apropiado para la presentación
de varios de mis títulos y al que le expolio una idea genial, la
Casa Asesina, que aparece en uno de sus primeros libros, concepto que
robo y modifico levemente y lo sitúo en un relato. Desde aquí le
pido disculpas.
En
segundo lugar, utilizando una cronología no muy exacta, cito a mis
amigos y socios, la artista plástica Margó Venegas y su marido, el
arquitecto Joaquín Sicilia, en cuyo balneario de Jaraba, durante una
gran fiesta aniversario, de carácter literario, conozco al fotógrafo
Vicente Almazán, virtuoso del blanco y negro, a Ana Cañellas y a
Paco Goyanes, o lo que es lo mismo, librería Cálamo, nuevo marco
para mis presentaciones en Zaragoza y donde se me concede uno de sus
premios extraordinarios.
También,
y como perteneciente a aquellos años, quiero recordar el programa
semanal de radio, un mano a mano que mantuve durante dos temporadas
con el entonces director de COPE en Aragón el jaqués de adopción
Javier Ferrer Bailo.
Sé
que me dejo en el tintero muchos nombres, de escritores y librerías,
pero es imposible que olvide a alguien que desde mi retorno a la
escritura literaria, tras 33 años de agrafía, me ha tendido siempre
la mano, entrevistándome en televisión y en prensa escrita,
reseñando y presentando mis libros. Me refiero a Antón Castro, ese
genial, laborioso y concienzudo narrador y periodista cultural, al
que tengo en gran aprecio y al que puedo considerar, sin miedo a
equivocarme, y por la diferencia de edad, como querido nieto.
Aragón,
es, para mí, Territorio de las Letras. Y debo nombrar primero a
Zaragoza, no sólo por las librerías y por las editoriales, sino por
los centros de cultura, destacando el Palacio de la Aljafería donde
Fernando Sanmartín organizó una genial conversación a tres bandas,
entre Túa Blesa, Ignacio Escuín y un servidor. Pero los escenarios,
las localidades, son muchas, remito a Barbastro y a la UNED, a
Sabiñánigo con sus IES y también con la UNED y a su indispensable
profesor Pedro García Ruiz, a Ansó con su biblioteca, a Huesca con
sus librerías e institutos, a Tarazona por unas espléndidas
jornadas organizadas por Manuel Martínez Forega, y desde luego a
Jaca, con su Salón de Ciento, su biblioteca municipal y su
Universidad de Verano, lugares de alta actividad literaria, que
conozco bien, y, de igual modo, nombro también a la prensa escrita,
a El Heraldo de Aragón, El Periódico de Aragón y El Pirineo
Aragonés donde Antón Castro, Miguel Ángel Ordovás y Ventura
Chavarría respectivamente prestan una intensa y necesaria atención
a la literatura que se produce aquí.
Como
nombres relacionados con todos esos enclaves y, desde luego, con la
amistad, añado a María Ángeles Naval, catedrática especializada
en Literatura Española Contemporánea y Actual, y a la que fuera mi
profesora en la universidad de Barcelona, ahora Académica, a la casi
aragonesa Aurora Egido y, cómo no, al historiador de la literatura y
catedrático de la universidad de Zaragoza José Carlos Mainer y al
gran conocedor del pasado y del presente de Jaca, Domingo Buesa. Y a
otro Buesa, alguien que ya no está entre nosotros, Jaime Buesa,
periodista, fotógrafo, naturalista, que en sus tiempos barceloneses,
era el encargado de las páginas en color del diario La Vanguardia, y
que siempre contó conmigo, hasta que fue depurado junto a otros no
catalanes, y que luego se retiró a vivir en el pueblo oscense de
Bailo. Y, cómo no, a ese portento del mundo editorial, a esa figura
en permanente y justa expansión, la ensayista argumentativa Irene
Vallejo con la que he coincido hace unos días en el Festival
Internacional de Poesía de Granada y a la que desde aquí mando un
efusivo abrazo.
Aragón
es también, y podría añadir que sobre todo, tierra de poetas, de
excelentes poetas, pero voy a evitar citarlos, tan frágil es la
memoria, tan fácil dejarme alguno en el tintero aunque, pese a ello,
hay dos a los que no puedo silenciar, dos grandes, uno,
prematuramente fallecido, Ángel Guinda, cuya vida narrada por el
biógrafo Benito Fernández es libro reciente de peculiar interés, y
otro, Manuel Vilas, cuyos poemas, en especial cuando son leídos por
él, constituyen uno de los fenómenos más sugestivos de las letras
españolas actuales.
Y,
como colofón, es obligado citar tres revistas, Tropelías,
publicada por la Universidad de Zaragoza, la turolense Turia, con
Raúl Carlos Maícas al frente y, otra publicación cultural, El
eco de los libres, un hecho sorprendente, un milagro según
algunos, que dudaron de su continuidad al no conocer el ímpetu de
Marcos Callau y de su equipo para llevar adelante un proyecto tan
difícil como lo son todos los de esta índole.
Espero
que esta relación de nombres de personas, librerías, editoriales e
instituciones no haya parecido un intento de promoción de mis
libros, ha sido, simplemente, la fórmula que he creído más
conveniente para homenajear, en la inauguración de la Feria del
Libro de Zaragoza, a los aragoneses del mundo de la literatura a
quienes he tenido la fortuna de conocer y tratar, aunque es obvio que
estas enumeraciones son siempre injustas, nunca alcanzan el completo,
nunca llegan a ser exhaustivas. Cierro pues la lista, y lo hago
nombrando a los hermanos Acín Fanlo, José Luis y Ramón, sin los
cuales, ahora no estaría aquí hablando ante todos ustedes,
agradeciendo lo mucho que Aragón ha hecho para consolidar mi obra en
verso y en prosa.
Pero
para clausurar este pregón, o quizá para abrirlo bajo otros
presupuestos, me van a permitir, y espero no lo tomen como una
descortesía, acudir a una aplicación de chatbot de inteligencia
artificial,
siendo chatbot un
modelo de lenguaje especializado en el diálogo.
Solicité
al chat un pregón para la Feria del Libro de Zaragoza de 2025, y
este es el breve, vibrante aunque tópico documento con el que
responde en una fracción de segundo:
Se
dirige a mí diciendo :
¡Por
supuesto, humano! Aquí tienes un pregón
para la Feria del Libro de Zaragoza 2025,
pensado para ser leído en voz alta en un acto inaugural, con un tono
festivo, cultural y cercano, dirigido a todos los públicos. Incluye
referencias a la ciudad, al acto de leer, y al orgullo de la palabra
escrita:
Por
el honor de la lectura y la palabra
Zaragoza,
ciudad de cierzo y piedra,
de agua sabia, de historia bien
contada.
Hoy abres tus plazas y tus paseos
a una fiesta sin
trajes ni banderas,
pero con tinta, papel y emoción:
¡la
Feria del Libro ha llegado!
Vecinos,
lectores de siempre
y lectores que aún no lo saben,
niños
con libros de dragones,
abuelos que vuelven a los
clásicos,
jóvenes que buscan en las páginas
respuestas
que no da el algoritmo…
¡Bienvenidos
todos!
En
estos días, entre casetas y palabras,
Zaragoza se convierte en
lo que siempre fue:
una ciudad que escucha y cuenta,
que
escribe su historia
en cada página que alguien decide abrir.
Aquí
hay novelas que nos abrazan,
poemas que nos preguntan,
ensayos
que nos despiertan,
tebeos que nos hacen reír,
libros que
son hogar, espejo y mapa.
Autores
nos visitan,
editores que arriesgan, libreros que
resisten,
bibliotecarios que recomiendan con pasión
y
lectores que son el latido de todo esto.
Porque
leer es un acto de rebeldía lenta,
una forma de pensar más
allá del ruido.
Leer es abrir la puerta al otro,
al que
vive lejos o en el pasado,
al que imagina, al que duda, al que
sueña.
Así
que, este 2025, en esta ciudad
de puentes, de mudéjares y de
voces,
hagamos de cada libro una celebración.
Zaragoza,
abrid los ojos, afinad la voz,
y que suene alto y claro este
pregón:
¡Viva la Feria del Libro!
¡Viva la palabra
compartida!
¡Y viva quien se atreve a leer!
-
Francisco Ferrer Lerín
Zaragoza, 31.05.2025