lunes, 22 de mayo de 2023
Lectores de Ferrer Lerín 117
jueves, 18 de mayo de 2023
viernes, 12 de mayo de 2023
Lectores de Ferrer Lerín 116
Mainer
“...Y hay reconocimientos tardíos, pero triunfales, lo fue en los años setenta el rescate de la obra de Juan Gil-Albert, que hoy, sin embargo, vuelve a estar tan injustamente preterido; lo ha sido en el último quinquenio la obra de Francisco Ferrer Lerín, voluntario errabundo del mundo de los novísimos...”
José-Carlos Mainer
Conferencia en la Fundación Caballero Bonald:
‘El canon y los pretendientes: formas y destinos de la marginación’
XIV Congreso. 24, 25 y 26 de octubre de 2012
“Sondeos en la literatura española. Heterodoxos y transgresores”
jueves, 11 de mayo de 2023
Lectores de Ferrer Lerín 115
LITERATURA CUÁNTICA
El Editor Nicanor
La charca literaria, 11,05,23
Denominar literatura cuántica a los microrrelatos (a los minicuentos, los relatos mínimos, las minificciones…) es una forma de aproximar la creación literaria a la dinámica de las partículas subatómicas que, según la física actual, a veces se comportan como ondas y, otras veces, como entidades compactas que ocupan un lugar en el espacio. Las ondas, a diferencia de las partículas, fluyen con velocidad definida y carecen de masa. Las partículas, en cambio, son sólidas y están ancladas en la realidad. Visto así, los microrrelatos a veces se aproximan a la poesía (fluyen como ondas, carecen de masa), aunque la solidez de sus argumentos los aproxima a la textura narrativa de la prosa (particularmente sólida). La discusión, pues, está servida. Solo cuando los microrrelatos se convierten en meras ocurrencias, pierden sus características definitorias y caen en el terreno del aforismo, la máxima, la opinión argumentada… que, como sabemos, pertenecen a otro tipo de construcciones literarias.
Para saber más, busco información en la introducción a la Antología del microrrelato español (1906-2011), donde Irene Andrés-Suárez, la antóloga, enumera los rasgos constitutivos de este cuarto género literario que no es la novela, ni la novela corta, ni el cuento. De un lado, al microrrelato se le exige brevedad; de otro, ha de contar una historia, esto es, ha de narrar algo que discurre en el tiempo, a través de un sujeto que hace u omite ciertas cosas, ha de evolucionar desde un estado inicial a otro final, ha de resultar coherente y estar bien articulado, de forma que el lector pueda establecer nexos causales entre el comienzo y el final de la narración. En otras palabras, al microrrelato se le exige narración y brevedad. Quizá pueda contener algún ramalazo lírico (parecer una onda), pero sin que eso lo convierta en poesía. El microrrelato ha de ser fundamentalmente prosa.
He aquí un ejemplo paradigmático de Carlos Edmundo de Ory: «Érase una vez una chiquilla que era muy blanca y se murió y fue más blanca todavía».
La brevedad del microrrelato implica eludir información, mantener la historia entre el silencio y la escritura, entre lo dicho y lo no dicho, porque, como escribe la prologuista de nuestro libro: «En el microrrelato, lo que se silencia, lo que se sugiere y presupone tiene un peso mayor que lo que se dice o se muestra». ¿Hasta dónde puede el autor de microrrelatos encoger esa información? ¿Cabe exigir al microrrelato la concisión que hemos observado en el ejemplo de Edmundo de Ory? No es imprescindible. Un microrrelato podrá eludir información mientras mantenga la tensión de lo que explica y logre en el lector el efecto de condensación e intensidad que busca. El microrrelato necesita, pues, de un lector activo capaz de rellenar por su cuenta los vacíos de información propios del género.
Ausencia de complejidad estructural, mínima caracterización de personajes, esquematismo espacial, condensación temporal y utilización de un lenguaje connotativo que ayude al lector a establecer conexiones que enriquezcan la historia. Esas son las cualidades formales que un microrrelato no puede obviar. Tales rasgos están presenten en muchos de los microrrelatos que aparecen en esta antología, una delicia que el buen conocedor no puede obviar. He aquí un ejemplo de Max Aub, perteneciente a sus Crímenes ejemplares, librito donde el autor transcribe supuestas declaraciones de asesinos resueltas en un plis plas:
«Estábamos en el borde de la acera, esperando el paso. Los automóviles se seguían a toda marcha. El uno tras otro, pegados por sus luces. No tuve más que empujar un poquito. Llevábamos doce años de casados. No valía nada».
Las ausencias de información y la condensación a la que aludíamos más arriba son recursos formales que aumentan la intensidad del microrrelato. Es la traslación a la literatura de la exigencia menos es más que popularizó en sus reflexiones sobre el arte el neodadaísta Ad Reinhart: «Mientras más cosas contenga, cuanto más ocupada sea la obra de arte, peor será. Más es menos. Menos es más. El ojo es una amenaza para despejar la vista. Desnudarse es obsceno. El arte comienza con la eliminación de la naturaleza».
La lista de practicantes del microrrelato español que aparecen en esta antología es larga y surtida: desde los inicios del género (Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, José Moreno Villa o García Lorca) a señoras y señores consagrados en otros géneros que también practicaron esta actividad (Pío Baroja, Ana María Matute, Ignacio Aldecoa, Luis Mateo Díez); desde algunos clásicos del postismo (Francisco Arrabal o Antonio Beneyto, entre otros) a gente próxima que estuvo a un tris de colaborar en La Charca (Javier Tomeo) o que todavía colabora con nosotros (Albert Tugues). Solo echo en falta la presencia en este libro del contundente Francisco Ferrer Lerín, uno de cuyos microrrelatos publicados en La Charca es este, titulado La casa, y que reproducimos a continuación:
«Regresé a los treinta años de mi muerte. La casa, vieja, sin aquella mano de pintura que nunca pudimos dar; los libros sepultados por el polvo; los muebles, devorados por la carcoma. Ni rastro de los míos. Mi mujer, enterrada lejos, en el sur seco y amarillo. Mis dos hijos, a los que tanto quise, irremisiblemente borrados, sin pistas para saber qué habrá sido de ellos. Subo y bajo escaleras, cojo el ascensor, recorro el inmenso garaje, paseo por la acera, pero no conozco a nadie, no queda nadie de aquel tiempo. Y no puedo preguntar a esa gente extraña, porque no me oyen y, quizá, ni me ven. No debí volver».
Moraleja
Considerando lo anterior, trate de guiarse en lo sucesivo por las normas siguientes:
—Si es usted uno de nuestros colaboradores, estudie, esfuércese y consiga comprimir sus historias para que no se alarguen más allá de lo estrictamente necesario. La Charca Literaria es un vehículo de creación y lectura que se consume en pocos minutos. Muchísima gente nos lee en sus desplazamientos en metro, entre estación y estación. O en la consulta del médico, entre paciente y paciente. Está comprobado.
—Si usted todavía no trabaja con nosotros y le gustaría hacerlo, tome ejemplo de Albert Tugues, Ferrer Lerín, Ana Grandal o Cristina Mirinda que, en pocas líneas, condensan narración, punto de vista y connotaciones varias para lograr con los mínimos recursos el mayor efecto. Solo entonces atrévase a dirigirse a nosotros, que tampoco tenemos demasiado tiempo para leernos sus mamotretos. Estamos en la era de la brevedad. ¿Lo entiende?
martes, 9 de mayo de 2023
Lectores de Ferrer Lerín 113
Reseña de Poesía reunida, a cargo de Túa Blesa, publicada en la edición en papel de El Cultural, el cinco de mayo de 2023. Otra versión de la reseña, con el título La poesía inusitada del insurrecto Francisco Ferre Lerín: el placer del descubrimiento, se publica digitalizada el nueve de mayo: https://www.elespanol.com/el-cultural/letras/poesia/20230509/poesia-inusitada-insurrecto-francisco-ferrer-lerin-descubrimiento/761424215_0.html
domingo, 7 de mayo de 2023
Lectores de Ferrer Lerín 112
Versión original de la entrevista de Nuria Azancot a Francisco Ferrer Lerín. Una versión resumida se publica en la edición en papel de la revista El Cultural del 5 de mayo de 2023.
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-Parece que es el raro oficial de nuestras letras: ¿no le cansa la etiqueta, o cree que le hace justicia, que se ha ganado ese apelativo a fuerza de no hacer concesiones ni plegarse a las modas? ¿De verdad se siente tan raro?
La necesidad de etiquetar es inherente a la condición humana y es un recurso que allana dificultades periodísticas a la hora de presentar a un tipo como yo cuya obra artística puede resultar compleja tal como se concluye en La condición radical (Libros del innombrable, 2023), un reciente estudio del profesor Joaquín Fabrellas sobre mi producción lírica. Desde luego sí me cansa esta etiqueta, que no creo que tenga que ver con la irreductibilidad, sino con mi tortuosa biografía. Pocos e ilusos serán los que piensen en la igualdad entre los hombres, que no vean la rareza con respecto al otro como inequívoca imagen de marca.
-¿Qué queda del joven poeta que en 1959 publicaba sus primeros versos en De las condiciones estáticas y evolutivas? ¿Cree que se reconocería en el poeta, en el hombre que hoy es? ¿Qué le aplaudiría más, y qué podría reprocharle?
En 1959 no me atrevía a reconocerme como poeta, un oficio que, por ejemplo, ocultaba ante cualquier miembro de mi convencional familia. Pero es que he de decir que incluso hoy me muestro en extremo reticente a aplicarme el término “poeta”, prefiero, sin duda, “escritor”, que cubre la poesía, la narrativa y el ensayo; y hecha esta consideración diré que aquel muchacho de 17 años aplaudiría al anciano de 81 su perseverancia regulada en la escritura, o sea que está bien seguir escribiendo pero dándose cuenta de qué se debe escribir, por ejemplo no más poesía, cuyos resultados, en mi caso, resultan ya repetitivos.
-Cómo explicaría su evolución poética a lo largo de estos más de 60 años, y su poética?
El temor de todo poeta ha de ser no repetir aquel poema que alguien calificó de genial, por lo que debería argumentar que he tratado siempre de distanciarme de aquel hito pero, ahora que lo pienso, mi evolución, si la ha habido, no ha obedecido a un programa, ha sido fruto del azar, de las malas compañías y de algunos filmes americanos. En cuanto a “poética”, si la consideramos una declaración de principios, reconozco una infancia encantadoramente burguesa, una habilidad innata para la fabulación y la gramática, algunas acertadas influencias literarias y visuales, y la suerte de gozar de tan buena salud que he podido ir enterrando a mis competidores.
-¿Cuáles han sido o son sus momentos más importantes y sus puntos de inflexión?
Si estamos hablando de mi carrera literaria, el Premio Nacional de la Crítica, por su limpieza, ha sido el galardón que más he apreciado. Los puntos de inflexión se sitúan en 1971 cuando dejo de escribir literatura y, en 2004, cuando vuelvo a hacerlo.
-A estas alturas del camino, ¿qué es para usted la poesía?
“Poesía”, como “Arte”, son conceptos escurridizos. Quizá la poesía sea el deslizamiento de la palabra sobre unos ejes lábiles que permiten aflorar nuevos contenidos, significados que se nos ocultaban o que creamos.
-¿Su evolución hacia la novela y el ensayo fabulador fue algo necesario? ¿Por qué y en qué medida le transformó como creador?
Los modelos se agotan y, el género poético, estoy hablando de mí, llevaba ya un tiempo haciendo aguas, había entrado en un callejón sin salida en el que los ejemplos resultaban intercambiables; lo cual no significaba que se tratara de productos de baja calidad, pero no me producían la satisfacción suficiente, la que debe buscar siempre un creador. El uso de un blog, luego han sido dos, conformó el relato breve como paradigma de lo más agradecido de mi producción; textos circulares, a menudo caminando sobre ese terreno denominado “argumento débil”, más o menos apoyados en la vida misma, resultaron un experimento de éxito. La hagiografía Familias como la mía (Tusquets, 2011) no deja de ser un encadenamiento de microrrelatos; siempre he sostenido que la tensión de un poema, debida a la brevedad, puede mantenerse en un relato pero es casi imposible en una novela ininterrumpida.
-¿Qué son los “Casos”, esas piezas breves que tan características son de su obra, su estética y su pensamiento?
Antonio Viñuales Sánchez es un joven y brillante profesor universitario cuya tesis doctoral sobre mi obra se mantiene en suspenso, pero que publicó el ensayo Casos Completos. Francisco Ferrer Lerín (Ediciones Contrabando, 2021) en el que selecciona, introduce y epiloga unos artefactos de mi autoría que ‘se caracterizan por ser la narración de un suceso inusitado o extraordinario del pasado reciente que rompe con una norma’.
-Sé que se lo preguntan a menudo, pero ¿dónde se siente más cómodo, en el disparate o en la erudición?
Borges es mi maestro y he intentado imitarlo con desigual fortuna. El manejo ventajoso de la erudición es mi asignatura pendiente (también la de todos los seguidores del Gran Ciego) y, pese a que lo intento a menudo, sólo con el apoyo del humor y/o del absurdo logro, a veces, salir airoso.
-Durante treinta y tres años no escribió nada. ¿Cómo recuerda y valora hoy ese periodo, para qué le sirvieron esas tres décadas “permanentemente en la cuerda floja”?
Es recomendable ejercer empleos, incluso altamente alejados del empleo literario, para disponer de un notable caudal léxico y unos conocimientos especializados; así es posible lograr certeras descripciones. Esos treinta y tres años, en los que sí escribí informes periciales y científicos, supusieron el almacenaje suficiente para describir con tino la llegada al nido, situado en un cantil de material conglomerado, del macho de buitre leonado (Gyps fulvus), su grito, y la cópula acertada (aquí me extendería sobre la igual morfología de ambos sexos que dificulta al macho en celo saber qué sexo es el del otro individuo).
-Volviendo al libro, ¿también en sus poemas son elementos imprescindibles la transgresión y el humor?
Recuerdo en mis tiempos de la Facultad de Letras a un atildado condiscípulo, hoy preclaro ejemplo de corrección, disciplina y ortodoxia poéticas, que me entrevistó para una publicación ciclostilada que él dirigía. Muy exaltado criticó con dureza que utilizara el humor en mis escritos, en concreto se refería al texto, publicado en Papeles de Son Armadans, “Rinola Cornejo y el Estrangulador de Boston”. Dijo que no le cabía en la cabeza el tono irónico, casi sarcástico, del que yo hacía gala.
-¿Qué importancia tiene en su obra como poeta Saint John Perse?
Me hizo ver que existía otra forma de escribir poesía, incluso diría que de escribir en general. Su ‘poesía del inventario’ marcó mi escritura y mi vida.
-¿Qué otros poetas han sido decisivos para usted? Y en qué le han influido?
No soy un gran lector, soy quizá en exceso exigente, me cuesta tener un libro en las manos sin que se me resbale. No puedo hablar de autores, ni siquiera de libros, pero hay cosas sueltas aquí y allá, de, por ejemplo, Rubén Darío, Juan Ramón, el Siglo de Oro, Claudio Rodríguez, Gamoneda, que me producen escalofríos y, desde luego, admiración.
-El primer verso de su primer libro reza: “Que engaño al mundo”… Parafraseando a Pessoa, ¿el poeta es un engañador?
La poesía, en lo que conozco, no se sustenta apenas en la autobiografía, todo, por lo tanto, es pura invención o, a lo sumo, realidad impostada.
-¿En qué y por qué o quién se ha sentido más defraudado?
El compromiso político no debería transcurrir paralelo a la poesía, al menos a la poesía escrita; movimientos como la generación del 50, con gran potencial en varios de sus componentes, se malogra, creo, por esa politización tan elocuente.
-Son, siguen siendo quizás, estos versos su mejor retrato: “No es el temor lo que mueve a los caminantes no es tampoco la sutil lluvia de los invernaderos sólo es y lo tengo comprobado el amor por los pájaros”. Sin su pasión por las aves, ¿hubiese sido poeta, o al menos, otro poeta?
No es exacto hablar de ‘mi pasión por las aves’ sin puntualizar ‘por las aves necrófagas’. En cualquier caso mi adscripción a la causa ornítica es muy posterior a mi adscripción a la causa poética. Lo que sí es cierto es que mi interés por la naturaleza, diría que por el conservacionismo, me acompaña desde mi más tierna infancia.
-El libro muestra hasta que punto ha sido un adelantado: fue novísimo antes de que existieran como grupo, se adelantó a la poesía social, y quizá por eso hoy muchos jóvenes poetas se consideran sus discípulos: ¿se entiende mejor con ellos que con los de su propia generación?
Lo de que me adelanté a la poesía social no lo entiendo bien; precisamente mis primeros versos, y los de algunos poetas coetáneos, supusieron, y esto está aceptado de modo general, la ruptura con aquél género poético. Tampoco el concepto ‘generación’ puedo aceptarlo del todo; Pedro Gimferrer, Félix de Azúa y Leopoldo María Panero, los más próximos y los más famosos de los novísmos, tuvieron relación de amistad conmigo durante los años preliminares a la salida del manual de José María Castellet, pero nunca vi en ello el arranque de una generación, al menos por mi parte. Los poetas, los escritores, somos muy envidiosos; cuando premian a un escritor del sexo masculino, raza blanca y edad parecida a la mía, y el premio es suculento económicamente, no puedo conciliar el sueño durante varias noches. Lo digo porque la envidia se mitiga si el premiado es mucho más joven que yo y, hasta hace un tiempo, si era mucho más viejo (ahora ya no quedan).
-¿A qué jóvenes poetas lee, quiénes y por qué le interesan más?
Como ya he dicho antes no soy un gran lector, leo pero de manera muy selectiva. Es cierto que tengo personas de confianza que me asesoran, que me recomiendan títulos en especial de autores noveles, pero no me siento capaz de dar nombres.
-Aunque es de Barcelona, no escribe en catalán: ¿ha pagado muy caro no ser nacionalista?
En primer lugar quiero puntualizar algo. ‘Nacionalismo’, y esto es una obviedad, debe relacionarse con ‘Nación’, y ni Cataluña, Vascongadas y Galicia, por ejemplo, lo son ni lo han sido, por lo que en puridad deberíamos hablar de ‘Regionalismo’ (no olvidemos que el germen de Convergencia fue la Liga Regionalista y que la réplica aragonesa de Convergencia, el PAR, tenía este rótulo porque era el acrónimo de Partido Aragonés Regionalista). En segundo lugar decir que no escribo en catalán por el mismo motivo por el cual no escribo en aragonés, pese a que llevo muchos más años viviendo en esta región que en aquella, y espero que el motivo resulte claro: nunca he hablado en catalán. Hasta 1968 en que dejo Barcelona definitivamente (salvo un breve lapso alrededor de 1971) nadie entre las personas de mi edad, con las que me relaciono, lo hace, y no por ningún tipo de prohibición, mis padres y mis abuelos sí lo hablan, simplemente porque en aquel momento la opción catalana resultaba provinciana, poco distinguida, justamente lo contrario de lo que está sucediendo hoy. Ya digo me fui en 1968 y entonces no existía el problema, ahora quizá me obligarían a participar en una calsotada y a peregrinar a Monserrat.
-¿Es el nacionalismo el gran problema del siglo XXI?
El gran problema actual de la humanidad es el exceso de individuos que la componen, la imposibilidad de alimentar y ofrecer una vida digna a esas más de siete mil millones de personas, cifra que sigue aumentando, con la subsiguiente e inexorable degradación del planeta motivada por la explotación descontrolada de los recursos.
-¿Y el populismo (pienso en Putin, Trump, Maduro…)?
Eso son daños colaterales, secuelas de la explosión demográfica, de la desinformación generalizada, de la propiciada miseria material e intelectual del pueblo.
-¿Cómo ve el espectáculo preelectoral español, y a sus principales actores, los políticos?
Es inevitable volver a Borges y a su consideración de la democracia como un abuso de la aritmética. Fatiga ya incidir en lo de siempre, en lo absurdo de afirmaciones como ‘el pueblo es sabio’, ‘cada hombre un voto’, ‘que hablen las urnas’. Los llamados ‘políticos’, salidos de ese pueblo sabio, exacerban su nulidad moral y racional al convertirse en guías, en gobernantes.
-Usted que ha dedicado tantos años al estudio de las aves, ¿qué opina de la situación de Doñana, estamos hipotecando el porvenir en nombre de la economía presente, tan pocas miras tenemos?
Doñana fue una vez salvada de convertirse en una plantación de eucaliptos, pero siempre la espada de Damocles de la agricultura industrial ha estado gravitando sobre su cabeza. España no tiene en los gobiernos locales y regionales y, tampoco, en el gobierno nacional, miembros que destaquen por su sensibilidad ambiental pero, y esto es aún más grave, tampoco los tiene en la judicatura.
-¿Contra qué se rebela Ferrer Lerín hoy? ¿Se siente solo, no cree que los demás, en general, somos una sociedad demasiado sumisa y apesebrada?
La sociedad carece de curiosidad, curiosidad por saber qué significa su propio apellido, curiosidad por leer los créditos de las películas y libros, curiosidad por conocer los nombres de los animales y plantas que se hallan en los caminos, curiosidad por saber qué hay fuera de las ramplones fronteras que le han impuesto a su región (el otro día a un profesor de literatura de un instituto de enseñanza media catalán le preguntaron en un concurso de televisión si para ir de Madrid a Andalucía había que pasar por Somosierra o Despeñaperros y contestó, eso sí tras dudar un poco, que por Somosierra).
viernes, 5 de mayo de 2023
Cerebral
Entré en su cerebro a las 18:25. Mes de mayo. Vivía en Vallecas, nevaba, y el tono general era de fiesta. Marcos odiaba mucho, diría que odiar era lo suyo. Así yo, metido en su cabeza, descubría hacia adónde, en cada momento, dirigía el odio. La rubia Betty vendía carpetas en Emilio Ortuño. Marcos la odiaba. Fue, fuimos, hacia ella. Y a esa distancia reglamentaria de los cuatro metros comenzó a insultarla. Bombera, salvaje, sedosa, oí que la llamaba. De hecho lo oí desde fuera, pero también desde dentro; quizá yo también formara parte de la voz de Marcos. Seguimos insultándola: caliente, emotiva, garduña. La dejamos atrás. Avanzábamos. Ricardo Teruel Teruel tomaba sardinas escabechadas sentado en la terraza del bar Percuto. Marcos le arreó una sonora bofetada. Ricardo escupió una sardina. Yo estaba saliendo, o eso me pareció, de lo más profundo del cerebro. Relegado al córtex casi no disponía de poder. La voluntad del energúmeno se me escapaba. Decidí huir. No fuera que como criatura del todo ajena no pudiera anular la orden. Y Marcos la emprendiera a porrazos, entusiasta, contra mi humilde persona. La próxima vez anclaré mi dominio, buscaré la permanencia. Cogí pues el metro. Y volví a Oviedo.
Para Esther Peñas Domingo "Peñitas", y Vallecas.