domingo, 21 de abril de 2024

Prólogo a "La historia de las orugas" de Alberto Gil-Albert


La Ciencia, la Ciencia Física, la Ciencia Natural, no son recursos habituales en poesía; sólo a veces, en campos extremos del significado, surgen como ejemplo de una situación amorosa o como contrapunto de ella. Aquí, en este nuevo poemario que tengo ante mis ojos, La historia de la orugas, de Alberto Gil-Albert, la Ciencia impacta con su presencia, desde el principio, para no abandonarnos: ‘lo fue como el alumbre / el aluminio y el wolframio germinados / el sujeto de metal que se hizo barro’.

Alberto Gil-Albert arriesga, inicia La historia de las orugas repasando nuestra historia telúrica, para acompañarla, enlazarla, con notas de nuestra historia política, casi con notas de prensa, casi con trágicos scoops: ‘es el impacto sordo del apartheid, el sonido de la puerta del furgón policial’.

El soporte, potente, es una poesía narrativa y enumerativa sin disfraz, un salmo omnisciente, un repaso crítico a nuestra vida en el planeta, un reclamo a la culpa: ‘así me lo contaron los ancestros’.

Esa teológica solución, ese impreciso Big Bang que pretende resolverlo todo, es cuestionado con versos de sangre y fuego, una monumental queja ante el castigo, la consideración de oruga, de crisálida: ‘porque los nombres no nos dicen / lo que son los nombres / nos lo esconden entre oraciones’.

La Evolución, magistralmente pormenorizada, genera la angustia del cambio, la melancolía, la nostalgia de tiempos primordiales: “al principio lo fue todo”.

El libro se construye a la manera de prédica ante las afrentas a las que ha sido sometido el ser humano, y también su entorno; hay ahí, quizá plasmado de modo involuntario, la muestra indiscutible de una poderosa conciencia ambiental, un aviso, la proclama definitiva para sacudir la sensibilidad planetaria, cósmica: ‘la ceniza del desierto en el oasis’.

Hemos hablado de la estructura narrativa del poema, pero ello no excluye la calidad de los versos: ‘Soy el que habla en francés en la playa de Ashila’, ‘¿Dónde sueña la princesa blanca?’, ‘¿Dónde se calma el mar más irascible?’, ‘la más hermosa de las ciudades no habitadas’ ‘Soy la mujer aliada del verano’. Improntas endelebles de la condición de poeta de Alberto Gil-Albert.

El Tiempo, sus coordenadas, el combate irredento del Hombre ante su presencia, se explica de modo urgente. El Tiempo encabeza el poema, el poema único que es La historia de las orugas: ‘El tiempo no es otra cosa / que el nanosegundo eléctrico de la célula’. Y en ese “único" se solapan las dos acepciones capitales del diccionario de la Academia: “sin otro igual" y “extraordinario, excelente".

Señala Alberto la rebeldía del Hombre ante la ignominia y el desastre, la rebeldía ante Dios y ante los hombres: ‘el crecimiento natural de nuestra especie / sometida a la predación de los signos divinos / rebelde a la indignidad y al hambre’.

Y ahora quizá convendría recuperar el término “Poesía del inventario” acuñado hace décadas para describir la obra renovadora del antillano Saint-John Perse, la estrategia de escritura basada en el depurado uso del versículo como forma milimetrada de expresión: ‘el comercio de la miel en los panales / el de las esdrújulas sombras en verano / el de la soja bajo el confundido viento / el de la niebla sobre la tierra de trigo’.

Un libro volcado en cuatro libros en el que se da un repaso exhaustivo a las vivencias, a la memoria del autor; fotografías de su vida, sí, pero que contienen la totalidad de recuerdos y personajes que la conformaron.

Mas la gravedad, el tono serio, majestuoso del discurso poético, no deja de lado ciertos respiros, incluso sarcásticos: ‘luces hirientes de las tiendas Zara en Nueva Delhi’.

Es difícil definir, clasificar este libro de poesía, y pienso que nadie necesita que así se haga, pero planea de modo obvio sobre él una actitud exigente de identidad ante la divina y mortal espada que todo lo iguala: ‘nosotros así nos convertimos / en el horrendo despertar del nuevo día /y empezó a contarse desde entonces / para formar parte de la tribu’.

Dos primeros libros, dos primeras partes, majestuosas, con ambición registradora del transcurrir del Tiempo, del origen del Tiempo, de la definición del Tiempo; y dos segundos y finales libros, dos segundas y finales partes, quizá empeñadas en el Perdón, aunque como ya he dicho, y es condición esencial en poesía, cualquier interpretación es válida, pero innecesaria; el misterio es fundamental, no hay encantamiento sin nebulosa.

En suma, un apasionante ejercicio lírico, diferente a lo que se nos ofrece todos los días, un canto apasionado que golpea con brío nuestra inteligencia mediante el aprovechamiento, quizá exhaustivo, de la memoria, de las más íntimas referencias vitales y de la amplísima capacidad de asombro del autor, del poeta.


F. Ferrer Lerín

Jaca, 05.01.20


sábado, 2 de marzo de 2024

Hápax lobuno


 






















Manuel Milá y Fontanals recoge, en la letra de una de las canciones, el término "Lloparé" al que el diccionario Moll define como "Cau de llops" (Cado [Guarida] de lobos), precisando que "Es paraula inusitada, que només es troba en una cançó de jocs de paraules: Respon el llop / de son lloparé" ("Es palabra inusitada [hápax], que sólo se encuentra en una canción de juego de palabras: Responde el lobo / de su lobera").

viernes, 9 de febrero de 2024

Contracubierta de Atlas de Arte Casual













































Atlas de Arte Casual
Francisco Ferrer Lerín
Jot Down Books
Sevilla, 2024

martes, 6 de febrero de 2024

Lectores de Ferrer Lerín 130


 






















Carlos Turpin y su hijo con un ejemplar recién adquirido de la primera edición (1964) del libro de poemas De las condiciones humanas. 05.02.24.

viernes, 5 de enero de 2024

Actrices 18

 


















Claudia Mori

Yuppi du (Adriano Celentano, 1975)