Esther Peñas Domingo entrevista a Francisco Ferrer Lerín para el volumen Ardiente balbuceo. Libros de la resistencia, Madrid, 2024.
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• Comencemos hablando de Grafo pez. Uno de los riesgos de todo autor es que “la Palabra se vaya perdiendo” y encoja, que apenas tenga un resto de importancia. ¿Cómo detectar que uno no tiene modos distintos que contar?
El encogimiento de la palabra y el agotamiento del modo de escribir son asuntos de gran dramatismo pero de distinta etiología. El poema a que usted se refiere, La Palabra, que por cierto es un poema de encargo, fenómeno único en mi escritura (me lo pidieron los comisarios de la exposición que la universidad de Málaga dedicó a mi obra artística y literaria, para encabezar el libro-catálogo de la misma), cuenta el proceso de búsqueda de la palabra elemental, la palabra que todo signifique, la palabra única, el hápax universal, y, también de su desgaste, de su agonía, por su uso abusivo. Por otra parte, el libro Grafo Pez, que también contiene el poema, es el ejemplo de la segunda parte del binomio, el agotamiento de la fórmula de escritura; tras pasar por distintas etapas, mi proceso de construcción de poemas tocó techo, terminó ante el peligro de que ya todos mis poemas fueron réplicas, y este término se cumplió con la publicación de Libro de la confusión en 2018, pero entonces ocurrió algo, tuve una especie de eyaculación lírica que produjo una serie de poemas que se recogieron en este oportuno Grafo pez, de 2020, verdadera, definitiva, coda de mi poesía.
• ¿Es la novedad un valor en sí mismo?
Es un valor al alza en las publicaciones de corte académico, una exigencia que deja de lado la calidad del trabajo para premiar, diría que casi exclusivamente, la condición virginal del mismo. Esto en cuanto a la primicia; si usted se refiere a lo que pueda suponer de valioso en la historia de la literatura el empleo de nuevos presupuestos escriturales... es una cuestión que habría que dejar a la voracidad de los teóricos de la literatura.
• En el poema, la ‘Hermana Menor’ se traga una piedra incandescente que la fecunda. ¿Cómo se reconoce lo insólito?
Queda claro que el dato que recupera de ese poema tiene bastante de insólito. Existen baremos para medir lo que se considera habitual y lo que se aparta de ello. Son baremos móviles, que siguen las modas y que, por ejemplo, en la actualidad, están en proceso de restricción... a menudo lo habitual corre en paralelo con lo limitado, con lo reaccionario.
• Las analogías que se establecen en la poesía tienen más de voluntad, de alquimia, de azar, de arbitrariedad..?
Se ha repetido hasta la saciedad que el azar no existe, que la escritura automática no existe, que el poso cultural es quien establece las analogías; pero es indudable que, a veces, esas conexiones surgen de manera harto azarosa y uno duda, duda más que de costumbre.
• “Un poema es el espacio que no permite pensar en mi/ sin pensar en él”. Esto, ¿cómo se consigue?
Pues no lo sé, tampoco se trata de responder con brillantez a todo lo que se me pregunta, incluso como en este caso no se trata siquiera de dar con la respuesta. Mi poesía, como mi narrativa, se sustenta en gran parte en la utilización de materiales reciclados, en frases pronunciadas por otros que, a menudo no sólo no son poetas, sino que ni siquiera son personas que están en su sano juicio.
• Junto con el caso de Rafael Soler, el suyo es el único que conozco en el que se está más de veinte años sin escribir, para regresar con una fecundidad pasmosa. ¿Para quién se escribe?
Tras 33 años de agrafía volví al ruedo por una circunstancia en cierto punto azarosa como fue la irrupción de un grupito de seguidores durmientes de mi obra tras pronunciar una charla anodina en el Instituto Francés de Barcelona. Acepté, y aún no sé por qué, la invitación por parte de ese Instituto a dar esa charla y acepté, aún no sé por qué, a reiniciar la producción literaria tal como me pidieron esos seguidores por mí desconocidos. ¿Para quién se escribe? En la infancia / adolescencia para uno mismo, por el placer que procura leerse; en la juventud, para satisfacer el ego creyendo que deslumbras a familiares y amigos; en la madurez y en la senectud por necesitar al lector, por instalarse en la creencia de que sin el lector no existe el autor... de ahí el éxito de plataformas como el blog y las redes sociales, que permiten ese contacto de manera rápida.
• ¿Es usted un adulto escéptico?
Soy científico, exijo pruebas fehacientes de la existencia de lo que sea, de la validez de mi obra, del cariño de los míos, de los propósitos benefactores.
• ¿Por qué esa querencia a hacer de la biografía, de uno mismo, estallidos de ficción?
Sé que es de mala educación pero no me queda más remedio, a lo largo de esta entrevista y a lo largo de todas las entrevistas que suponen mi trato diario con la gente, hablar de mí, por honestidad intelectual, por estar convencido de que no estoy autorizado, por desconocimiento, a hablar de los demás. Dicho lo cual, afirmo que mi biografía, y esto ha obrado y obra en perjuicio de una consideración crítica rigurosa de mi obra, es ella misma una sucesión de esos estallidos que parecerían de ficción si yo no supiera que de ficción tienen poco, que está anclados en la más cruda realidad.
• ¿Y si usted terminara creyéndose usted mismo?
Eso ya ha sucedido... y le aseguro que no pasa nada, que me va muy bien.
• ¿A dónde se viaja cuando se escribe? ¿Y cuando se lee? ¿Disfruta más de uno o de lo otro?
Al leer se debería poder viajar a los universos creados, pero esto ya sabemos que no siempre es así, que la capacidad fabuladora falla. Al escribir, en mi caso, recreo situaciones vividas, aunque, cada vez más, sin distinguir entre el mundo de los sueños y el mundo de la llamada realidad. Disfruto mucho más imaginando que leyendo a los demás, en general los libros de ficción resultan predecibles, prefiero los manuales que se toman, o dicen que se toman, las cosas en serio.
• Ornitólogo, herpetólogo, jugador de póker, sibarita... Cuánto uno tiene tantas pasiones, ¿la poesía se resiente?
La poesía, y cualquier género literario, necesita el apoyo urgente de otras disciplinas para disponer de léxico y de la manera apropiada de describir determinadas situaciones. Un escritor no ornitólogo jamás podrá describir, con propiedad, el vuelo de un milano real poco antes de posarse en la insegura rama de un álamo muerto.
• ¿Qué disposición de ánimo hay que tener para hallar el deslumbramiento y la extrañeza?
Uno de los motores del mundo, junto con el combate contra el aburrimiento y el aprecio por las pequeñas rijosidades, es la capacidad para mantener viva la capacidad de asombro. No se trata de llevar permanentemente impresos los rasgos propios de los capitanes de la perplejidad, pero sí estar dispuesto a recibir las señales que llegan de actos, palabras, imágenes que hasta la fecha no formaban parte de la nómina. Dejarse deslumbrar es tener la capacidad intelectual que permite emitir un juicio, comparar, tener modelos culturales que pueden ser contrastados. Ahora bien, si la pregunta circula en el otro sentido, en el de la capacidad para crear deslumbramiento, para hallar los resortes que permitan deslumbrar a los demás, ahí volveríamos al principio, a la genética y, muy en segundo término, a nuestro caudal de conocimientos.
• Es un entusiasta de las carroñadas. ¿Qué tienen de poético?
No es necesario que todas las actividades humanas, la misma vida, estén revestidas por el hálito poético, entendiendo “poesía” sensu stricto. La carroñada, y Wikipedia no admitió este artículo, tiene otros valores también notables, como el sobresalto ante la irrupción súbita de a veces cientos de buitres leonados, de estructuras de 2,70 metros de envergadura caídas del cielo, y el apasionante proceso de la desaparición de la carne, no necesariamente putrefacta.
• Como defensor de los grandes carroñeros, ¿cree que el trato con las mascotas es un síntoma de los desquiciados que estamos? (las llevamos a la peluquería, hay masajes para mascotas, tiendas de dulces, les hablamos como si pudiéramos tener con ella una conversación…)
En primer lugar quisiera intentar una corrección lingüística. Mascota, es, fundamentalmente, aunque ahora la Academia, como con otras muchas voces, tiene un comportamiento laxo, un objeto inanimado. Los perros, gatos, periquitos, etc., son animales de compañía. Pronunciada esta soflama, diré que el animalismo ha barrido al ecologismo y que se ha pasado de un loable esfuerzo por proteger la naturaleza, en particular las especies animales más amenazadas de extinción, a proteger a las especies animales domésticas para volcar en ellas la dedicación, la ternura, el amor, que el pequeño burgués necesita expresar. Todo ello, desde luego, con el beneplácito de la industria auxiliar, que tanto fabrica alimentos, como medicinas, como monta gabinetes de manicura láser o camposantos para esas encantadoras criaturas.
• ¿Por qué cree que la explosión demográfica es origen de todos los males, como se da a entender en Familias como la mía?
Un tema tabú para los administradores mundiales, sean religiosos que buscan que progrese la miseria como caldo de cultivo para nuevos creyentes, sea la izquierda política en aras de la libertad del individuo a elegir cuántos hijos traer al mundo, sea la derecha con sus remilgos y su necesidad de obtener mano de obra barata, la cuestión es que nadie frena la escalada natalista, y los recursos naturales, y la ocupación del territorio, cada vez más acuciantes suponen un gigantesco precio a pagar por todos los ecosistemas. Las migraciones, las hambrunas, la contaminación, el calentamiento global, las guerras, todos los desastres que nos llevan inexorablemente al caos, nunca podrán ser controlados si no se frena el aumento demográfico. Y que nadie crea que el hecho de que algunos iluminados reclamen más partos en Europa sea el principal de los problemas pese a lo que tiene de falacia de cara a resolver, por ejemplo, el pago de las pensiones, el problema reside en el Tercer Mundo donde, tras esquilmar los bosques, esa masa hambrienta de desesperados esquilmará la cultura y la vida de Occidente.
• ¿Todo asunto es susceptible de ser abordado con humor?
Para no escandalizar diré que es susceptible de ser abordado con humor... casi todo. Y, entrando en un terreno propio, también diré que el uso del humor en mis escritos ha suscitado y suscita, entre algunos, acerbas críticas y obstinado repudio. Recuerdo cuando en 2012, en la presentación de mi libro Gingival en la librería zaragozana Cálamo, se me levantaron dos asistentes, que no iban juntos, primero uno y al cabo de un rato otro. Luego Antón Castro, que me acompañaba, me contó que varias personas, esos años, le habían hablado, sumamente molestas, del tipo de humor que yo practicaba.
• ¿Cómo alimentar un elemento necesario en la escritura, la imaginación?
La imaginación es un poderoso puntal durante la juventud, disminuye en la madurez y desaparece en la senectud. De hecho, las fuentes de mi poesía se han ido modificando con el paso de los años en función de esa disminución. Primero, no necesité apenas apoyarme en mis lecturas, luego aunque me apoyaba en ellas disponía aún de la suficiente fuerza imaginativa para transformarlas, y, ahora, es el traslado directo de sintagmas y palabras ajenas lo que soporta mis versos... eso sí todavía armados con la cadencia que me es propia. ¿Cómo alimentar la imaginación? No lo sé, creo que su declive obedece a un proceso natural... quizá algunos alucinógenos lo frenen e incluso lo revierten... pero soy reacio a esas prácticas.
• ¿Dónde debería colocarse la frontera entre la vigilia y el sueño?
Supongo que los que hacemos de los sueños un material dominante para la redacción de nuestros textos, de los microrrelatos en mi caso, tenemos dificultad creciente para deslindar ambos estados. A menudo no soy capaz de saber si determinados recuerdos pertenecen o no al mundo onírico.
• ¿Es más auténtico el mundo onírico que el de la vigilia?
“Auténtico” es una palabra quizá de otros ámbitos. Diría que con un manejo avanzado de los sueños, me refiero a la capacidad para detenerlos, a la capacidad para recuperarlos y enlazarlos, resulta más confortable soñar que moverse entre los vivos.
• Su poesía opera con herramientas próximas al surrealismo (desestabilización de los ejes de significado, introducción de lo onírico, lenguaje sin vocación lírica), y sin embargo nada tiene que ver con él, emparenta más con el ritmo versicular de Perse o de Pound. ¿Le molesta, le irrita, le complace no haber estado incluido en la antología de Castellet?
El surrealismo, para mí y para los miembros que traté de mi generación, si es que se puede hablar de esta figura, tuvo más impacto a través de las artes plásticas que de la lírica y de la narrativa. Saint-John Perse en poesía y Borges en prosa fueron las claves de mi entrada en el universo literario. Cuando se gestó la antología de Castellet, aunque quizá no fue Castellet quien la proyectó y desarrolló, yo no vivía en Barcelona y estaba absolutamente desconectado del mundo editorial; de hecho ni supe de la publicación del libro. Luego, cuando regresé a la escritura, muchos años después, algunos me preguntaron por lo que usted me pregunta y, al principio, contesté, sinceramente, que me daba igual, aunque luego, ante tanta insistencia, empecé a pensar que una mano, si no negra al menos marrón, había maniobrado para que yo no estuviera en esa biblia. Ahora todo eso queda demasiado lejos.
• ¿Por qué esa irritabilidad hacia la poesía social?
Podría decir, con Oscar Wilde, que cualquier carga moral resulta inaceptable en literatura, pero esa no era la razón para el repudio a ese tipo de poesía; creo que, en general, se situaba muy lejos de la excelencia, y que había otros caminos, poco o nada explorados en España, en ese momento, por los que era necesario progresar.
• Usted suele explicar que está atento a todo tipo de ‘generadores de palabra’ porque suele haber en ellos un “sintagma aprovechable” que sirva de detonador para su escritura. ¿Cómo se reconoce ese ‘sintagma aprovechable’?
Siempre la subjetividad. Lo que se acerca a lo que escribo o a lo que quisiera escribir, es lo que llama la atención, y cuando descubro esa palabra o esa frase, inmersas a menudo en un magma poco distinguido, siento la necesidad de recuperarlas, integrarlas en mi producción, cada vez menos propia desde luego.
• Si tuviera que recomendar a un amigo un par de títulos de Ferrer Lerín, ¿cuáles serían?
En poesía, Fámulo (2009); en prosa, Papur (2008), por cierto de próxima reedición.
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