lunes, 15 de diciembre de 2014
jueves, 4 de diciembre de 2014
San José demediado
Sorprendente figura de San José, partido por la mitad, en el retablo de Alonso Berruguete del convento toledano de Santa Úrsula. Fotografía: Antonio Erena Camacho. 02.12.14.
domingo, 30 de noviembre de 2014
Emparedado
Me hablaron de la calle más estrecha del mundo, y fui a
verla. Viajé a la villa de Cañizares, en la provincia de Cuenca. Pero la
descripción era incorrecta, no era la calle más estrecha sino la calle que se
estrechaba desde hacía tiempo. Y ese era el motivo por el que acudían gentes de
las apuestas, ávidas por jugarse los cuartos. Se trataba de aguantar plantado
dentro, observando cómo se aproximaban las paredes y cómo crujían. Las apuestas,
ya en 2006, año de la foto, eran especialmente altas, pero nada
que ver con las de 2007, cuando, en la calle, en lo que quedaba de ella, apenas
cabía una mano; de hecho, el tipo que se ve en la imagen regresó en febrero de
ese año para incrementar el envite. Cuentan que sus herederos se hicieron ricos y que
él quedó ahí, aprisionado, y que ni a pedazos consiguieron sacarlo, ni siquiera
con las tenazas de la cercana herrería de Santa Cristina, la que arrendara Luis
de Molina para vivir, huido, junto a su esposa Isabel de Saavedra, la hija
ilegítima de Miguel de Cervantes.
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Fotografía: Fuensi.
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Fotografía: Fuensi.
domingo, 9 de noviembre de 2014
La estepa o quizá el desierto
Hoy ha vuelto la colina desnuda, la ladera estéril coronada
por un resalte rocoso, y no ha sido durante un sueño sino en una secuencia de Hasta que llegó su hora, en ese plano
general en el que miles de obreros se afanan en colocar vías de tren y Henry
Fonda se aproxima pausado a Charles Bronson que talla una figurita de madera.
Sé, que no lejos de allí, existe un cruce de carreteras en el que yo detenía el
coche y buscaba una indicación que nadie puso; me perdía, aprendía el concepto
de extravío, de soledad. Una carretera recién y mal terminada, mal peraltada,
con abombamientos y blandones, una carretera de asfalto gris que no se
diferenciaba, al atardecer, de las ralas y desdibujadas cunetas. La visión de
hoy, cinematográfica y real, no remeda el vigor de las imágenes soñadas,
imágenes que no regresarán (ya no queda tiempo), como nunca regresaron la
pareja de águilas perdiceras posadas en un promontorio y aquellos huesos de
cabra calcinados por el sol, esparcidos en el fondo de una vaguada polvorienta.
Pensé entonces: ¿hubo aquí alguna vez rebaños, hubo gente, hubo aves? Me
dijeron que la razón del sueño radicaba en mi pasión ornitológica, en la
búsqueda constante de grandes especies necrófagas; pero hoy pienso que esa no era
la razón, que el sueño, que la sucesión de esos sueños, era fruto de la
conciencia de que ese paisaje, y mi misma vida, culminaban su término.
martes, 28 de octubre de 2014
Malas sábanas
Nos dieron dos juegos de sábanas usadas para que duraran lo
que la estancia en la finca. Pero no fue así. La ínfima calidad y la poca
limpieza pasaron factura. A los dos días Víctor despertó con la espalda comida
por los ácaros. A la semana hubo que amputársela. Sin espalda mal le fueron las
cosas. Le puse algodón, empapado en mercromina, sujeto al pecho con
esparadrapo. El remedio no sirvió, supuraba y lo echaron del trabajo. Aburrido,
ocupaba las horas persiguiendo a las chinches; se convirtió, eso sí, en un
hábil cazador, las envolvía en los jirones de las sábanas que se amontonaban en
el suelo. Pensamos en una venta directa. Gustaban las chinches (y las liendres)
en ese pueblo. Montamos un tenderete en la plaza pero descubrieron la mala calidad
de los jirones de las sábanas y fracasamos. Ahora, de vuelta a casa (Víctor sin
trabajo y sin espalda), no hago más que pensar en lo tonta que fui, que por
ahorrarme unos pesos he traído la desgracia.
domingo, 12 de octubre de 2014
domingo, 28 de septiembre de 2014
Iconografía 17
Adoran los bombones
Bañan a sus hijos
en el jugo en que cuecen las gambas
como preparando
sidra de cola de pescado
que venden en
bolsas de papel madera
¡vesania y nafta!
Ella maneja el
Oldsmobile igual que trajina,
como fusiles
apuntados,
versátiles pilotos,
esos impermeables, gabardinas,
que hieren al
importante.
Él patentó los
boopies, ajuares futuristas saldados
en los mercadillos
del guano y en la plaza occisa
aunque se dijera
que su destino fue
otro, el esplendor
de la fiesta rica;
esas braguitas de espuma
velcradas,
coloreadas, diferentes,
kits semanales a
precio abusivo, situadas
sobre el vaquero de
marca, envolventes, ambas prendas,
de culetes de
brillantina y rasuradas conchas de nácar y cremita.
Gordos mórbidos, la
familia, devora, bajo la sombra de la acacia florida,
cajas planas de ese
producto ahora Lindt,
conglomerado
siempre fresco de manteca de cacao y otras sustancias
destructivas, que
algunos, malamente, llaman Pirineos, siendo
su verdadero
nombre, fruto de una correcta traducción,
el gentilicio
Pirenaicos; pequeños ataúdes, cofrecillos,
siempre elaborados
por manos
femeninas.
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Hiela sangre, 2013.
jueves, 25 de septiembre de 2014
El sueño de Adán
Formentera. Septiembre 2014. Lagartijas atraídas por los restos de una manzana. Fotografía y título de la entrada: Elena Cortell Olcina.
jueves, 18 de septiembre de 2014
Tercer plano
El
tercer plano ¿será la muerte? ¿Desde la muerte soñamos/vemos lo que hoy nos
parece la realidad y sus sueños correspondientes? En “El muro”, en su última
frase “Y no era yo”, ¿se prefigura ese visionario difunto?, ¿ha ocurrido algo
que haya propiciado un salto entre despertar a la realidad actual y despertar a
la realidad auténtica, la propia de los muertos? También, en “Despertó en cama
extraña”, se duda de si el despertar del protagonista corresponde a la realidad
actual o a la realidad auténtica. En cambio, en “Un mar de dudas” se juega con
la duda tradicional de si los sueños son la realidad y que estos, a veces,
abren una ventana a la falsa realidad que es en la que ahora nos movemos; no se
baraja una tercera opción.
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El muro
Coroné
el muro. Sin dificultad. Y desde arriba vi lo que no quería ver, una inmensidad
gris en la que el cielo, o las nieblas y nubes del cielo, se confundían con el
horizonte, no muy lejano. Decidí seguir, progresar hacia el Norte, pese a lo
tenebroso e incierto de lo que imaginaba. Tanteé la posibilidad del salto, mas
la tierra que se me ofrecía debía de ser pantanosa y temí quedar atrapado.
Descendiendo esa cara oscura del muro, como una salamanquesa, adherido, lento,
recordé aquel viaje a Alemania a observar pigargos, aquel atardecer o amanecer
en que paré el coche y me acerqué, caminando, al muro que cerraba el
septentrión. Y esto era lo mismo: frío, humedad, silencio. Avancé. Usaba
zancos. Y, a unos metros, difuminada, surgió una forma. El Crucificado, pensé.
Pero era mujer, Kelly LeBrock. Transformada. O en transformación. Y al
acercarme, ¿o se acercaba ella?, cobraba luz, y mucho color. Esa mujer, ¿cómo
apareció?, ni siquiera sé si se encontraba allí. Formada, sin duda, por retazos
de otras, lucía falda de muselina, refulgente, que ondeaba sin que soplara el
viento. Quise abrazarla. Así, de pie. Contra la nada. A mi manera. Tan grande
la pasión, que desperté. Y no era yo.
(Página
131)
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Despertó en cama extraña
No dormía con su esposa
desde mil novecientos ochenta y cuatro, ni en la misma cama ni en el mismo
cuarto; lo decidieron cuando las fiebres. Pero hoy, al despertar, ella estaba a
su lado, acurrucada, aunque vuelta hacia el lado izquierdo donde, por cierto,
descansaban otras personas que él creyó con vida.
(Página 102)
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Un mar de dudas
A principios de los ochenta
soñaba, a menudo, que aún seguía en la Universidad siendo no obstante
consciente, en el sueño, de que la carrera la había acabado hacía años. La acción
se situaba en un periodo inicial del curso; de hecho, aunque estaba sentado en
un aula, no quedaba claro si me había matriculado y esa duda planeaba a lo
largo de todo el sueño causando, claro está, cierta zozobra.
Una década antes había sido
otro el sueño recurrente. Seguía en el Ejército y tenía que ponerme el uniforme
a toda prisa para someterme a revista. Lo curioso es que, en la realidad, nunca
vestí de uniforme ya que estuve destinado en una sección de apariencia civil.
Al reflexionar hace un
tiempo sobre el porqué de la reiteración del primer modelo de sueño rechacé
todas las teorías que apuntaban al retroceso, a la nostalgia, a la necesidad de
volver atrás para recuperar el tiempo perdido, llegando a la conclusión de que,
los soñados, fueron años de gran aburrimiento, que ese era el problema, el
aburrimiento, el no tener nada que hacer, el matar el tiempo, el buscar
soluciones como asistir a clase en la universidad, pese a tratarse siempre de
la misma asignatura, para ocupar las interminables horas. En cuanto a ponerme
con prisas el uniforme militar; nunca me ha gustado que me agobien.
Sin embargo, hoy, analizando
con calma los acontecimientos, creo descubrir cierta falsedad que no se
corresponde a esa condición fundamentada que se atribuye tradicionalmente al
acto de soñar. Empezando por el uniforme, no parece necesario ejemplarizar la
angustia del apremio mediante una circunstancia que nunca se dio. Y respecto al
aburrimiento, no encuentro en mi biografía ningún periodo en que imperara esa
circunstancia. Sólo se me ocurre, entonces, que hubiera un segmento de mi vida,
del que no guardara recuerdo, en el que se dieran estos hechos: usar uniforme
militar y no tener una ocupación que ahuyentara el fantasma del aburrimiento.
Desde la infancia escribo un diario; lo he repasado y ahí no hay nada. Entonces
sólo cabría pensar que los sueños fueron la verdadera vida y que en ellos no
escribiera un diario que pudiera despejar estas incógnitas. O que el diario sí
existiera y que fuera incapaz de hallarlo tras tantos cambios de domicilio. A
lo que habría que añadir, en este punto, una nueva cuestión: ¿desde qué plano
de la existencia estoy escribiendo en este blog?
(Páginas 97-98)
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Mansa chatarra
Jekyll & Jill editores
Zaragoza, 2014
martes, 16 de septiembre de 2014
Necrología 13
Las secciones de Sucesos deparan, a veces, historias de gran
calado. Cuentan que en Sevilla el distinguido odontólogo Lesmes Griego
Grazalema adquirió un traje de lana frita, de la acreditada marca “Proctólogo”, para lucirlo en una boda. Tras la ceremonia religiosa, en la que permaneció de
pie para no arrugarlo, llegó cansado al banquete por lo que rápido buscó una
silla para zamparse, relajado, unos canapés de gallina. Tras la ingesta quiso
cruzar las piernas y así adoptar esa postura que tanto le gustaba, pero
comprobó que no era posible; la tela, las piernas, le resbalaban. Se levantó
sin dar importancia al asunto pero luego, ya en pleno ágape, le volvió el
cansancio y al intentar repantingarse se escurrió completo; todo su imponente
cuerpo se deslizó sobre la barnizada madera, desapareciendo bajo la mesa,
golpeándose fatalmente el occipucio con el borde del asiento.
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Es oportuno releer ahora estos dos textos premonitorios:
“...sentado en una silla, revólver en mano, sangrando por la
boca y con el pecho perforado. Sólo entrar, como si hubiera estado esperándome,
se dobló, hacia adelante, el peso del tronco y de la cabeza arrastraron el
resto del cuerpo y deslizándose, como una serpiente aplanada, como en los
dibujos animados, se convirtió en un fardo.” (Familias como la mía, p. 191)
“ ...se lamentaba de que desde hacía algún tiempo le
resbalaban las telas: al desvestirse caían las prendas al suelo aunque las
dejara en una silla o incluso en el galán de noche y, en los banquetes de la
Sociedad Mundial, necesitaba ayuda constante del servicio de camareros ya que
no lograba mantener la servilleta sobre los muslos.” (Gingival , p.31)
domingo, 14 de septiembre de 2014
Necrología 12
Ha fallecido en Denia (provincia de Alicante), a los 80
años, el ciudadano berlinés Julius Martin Schleyer descendiente, según cuenta
en una entrevista, de Johann Martin Schleyer (1831-1912), el clérigo alemán
creador de la lengua auxiliar Volapuk. Julius, residente en España desde 1990,
formó parte en su juventud, como primera guitarra, de un conjunto musical
llamado “Los corbatas verdes” y ahora, en la vejez, volvió a la canción
interpretando, a capela y en volapuk, conocidas baladas. Quizá fuera la más
aplaudida, en los saraos de la Costa Blanca, el gran éxito de Jeanette de los
setenta: “Porque te vas”.
Johann Martin Schleyer
viernes, 29 de agosto de 2014
Tigmotermia
domingo, 17 de agosto de 2014
jueves, 7 de agosto de 2014
domingo, 3 de agosto de 2014
Iconografía 16
TRASGO. Demonio casero, que de ordinario inquieta
las casas particularmente de noche, derribando las mesas, y demás trastos,
tirando piedras, sin ofender con ellas, jugando a los bolos, y con otros
estruendos aparentes, que desvelan a los habitadores.
“Alado coco de
Chipre,
que sin oirte, ni hablarte,
trasgo
sordo, y duende mucho;
espantas à los amantes.”
Anastasio Pantaleón: Sus
Obras, Rom. 20.
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El Bestiario de Ferrer Lerín
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2007.
viernes, 25 de julio de 2014
Fatídica postura
Está claro que la fotografía es un arma eficaz para el rastreo de las deformidades físicas, tal como se comprobó en Cara de pito, pero su campo de acción es mucho más amplio ya que permite denunciar posturas equivocadas como la de la imagen, recientemente recuperada, perteneciente a los años de residencia en Andalucía, en la que el apoyo, aunque leve, de las posaderas en el capó del coche, acorta dramáticamente la figura convirtiendo la voluminosa cabeza, compensada normalmente por la estatura y la corpulencia, en un desagradable objeto adherido al cuerpo de un enano.
martes, 15 de julio de 2014
Hombre solo
Visión general del hombre desarmado u hombre primitivo.
Avanza montado en su única pierna, provisto de capote de brega, por el desierto
almeriense. No sabe nadar. No es extravagante. Dice no
estar pumba. Sufrió un pleonasmo. No es Alice Keys. Tampoco Oskar Hansen.
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Fotografía: Elena Cortell Olcina
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Fotografía: Elena Cortell Olcina
domingo, 6 de julio de 2014
Genus "Lotea"
Un sueño aclaratorio. Como sucediera en “Aparecen” se ha
logrado descifrar un enigma ornítico. Un ave de la que todos dudaban de su
existencia se ha mostrado en todo su esplendor. No está claro cómo empieza el
sueño, quizá lo que recuerdo pertenezca al final del mismo; una rapaz diurna de
tamaño medio, inferior a un ratonero, de color arena con listas transversales
grises y tenues, planea pero no horizontalmente sino de modo inclinado, como si
estuviera sujeta a una cuerda y alguien la hiciera girar. Parece una gran
ardilla voladora, incluso hay momentos en los que las alas son meros muñones
provistos de minúsculas garras. Hay un hombre ahí. Es un ornitólogo de campo
con porte de feriante educado. Sin que se lo pregunte da el nombre científico
del ave: “género Lotea” afirma; y lo
deja así, sin concretar la especie y cuando le pregunto por el nombre vulgar no
contesta, puede que no lo sepa o que no me haya oído, de hecho el ornitólogo se
va desvaneciendo y mis palabras resultan huecas. ¿Lotea? Anoche encontré a un viejo amigo, felizmente recuperado de
un gravoso mal, y es un tipo que disfruta con los nombres, con las
peculiaridades de algunos de ellos, un amigo al que, por ejemplo, le hace
gracia oír "embalse de La Loteta". Otra cosa: el ave rapaz, tenía el
cuello largo, coronado por una cabeza puntiaguda; ayer me llamó mi amiga
abogada bilbaína para contarme que su hija Amaltea se había casado con un rico
feriante portugués; ¡Amaltea!; la vi una vez, en la presentación de Níquel en Barcelona, y me sorprendió que
pese a su pequeña estatura resultara espigada; un largo cuello coronado por una
cabeza puntiaguda. Y aún otra cosa: en el sueño miento al ornitólogo, para
adornarme, le digo que la especie la conocía, un bando de unos veinte ejemplares
en migración, pero el ornitólogo de campo replica con un “eso no es nada, los
famosos científicos Valverde y Bernis citaron bandos de centenares de
individuos cruzando el estrecho [de Gibraltar]”. No es bueno mentir en sueños.
lunes, 30 de junio de 2014
The House
THE HOUSE
by Francisco Ferrer Lerín
I returned on the thirtieth year of my death. The house, old, without that coat of paint we were never able to give it, the books entombed in dust, the furniture devoured by woodworms. Not one vestige of my things. My wife buried far away in the dry, yellow south. My two children, whom I loved so much, irremissibly erased with no clue so as to what could have happened to them. I climb and descend stairs, I take the elevator, I scour the immense garage, I go up and down the sidewalk, but I don't know anyone, there is no one left from those days. And I can't question those strangers, because they don't hear me, nor, perhaps, do they see me. I should not have come back.
Translated from the Spanish by Arturo Mantecón
by Francisco Ferrer Lerín
I returned on the thirtieth year of my death. The house, old, without that coat of paint we were never able to give it, the books entombed in dust, the furniture devoured by woodworms. Not one vestige of my things. My wife buried far away in the dry, yellow south. My two children, whom I loved so much, irremissibly erased with no clue so as to what could have happened to them. I climb and descend stairs, I take the elevator, I scour the immense garage, I go up and down the sidewalk, but I don't know anyone, there is no one left from those days. And I can't question those strangers, because they don't hear me, nor, perhaps, do they see me. I should not have come back.
Translated from the Spanish by Arturo Mantecón
domingo, 22 de junio de 2014
jueves, 12 de junio de 2014
Voluble
Conocí a Vera Istán Vozlatino en la bolera de la calle
setenta y dos. Vestía chándal color frambuesa, gorra del Sleeper Club y
deportivas Julián Mamerto cinco estrellas. Nos caímos bien. La segunda noche,
aparcados en el callejón del Viento, cercano a su domicilio, le confesé que la
amaba, y ella sacó la multiusos y segmentó mi miembro en un abrir y cerrar de
ojos. Pasaron años, iba ya por la octava operación y empezaba a desesperar; las
cicatrices seguían escupiendo pus y sólo reteniendo la orina durante dos
semanas conseguía una erección satisfactoria. Salía de la clínica Altea, y ella estaba allí, en la acera, acompañando a un hombre que pudo ser mayor y que
ahora era un despojo tirado sobre una silla de ruedas. Me abrazó. Se mostraba
arrepentida. Con un gesto rápido, nervioso, típico en ella, se apartó, soltó el
freno de la silla de ruedas, la empujó para que rodara calle abajo, abrió el
bolso, y me entregó un tarro de pegamento Larios. “Lo pega todo”, dijo,
divertida, casi alborozada, mientras se colgaba de mi brazo derecho e
iniciábamos la búsqueda de una buena trattoría. Le encanta la comida italiana.
miércoles, 4 de junio de 2014
Comiaces.
Existe (o existía) un vasto lugar, un territorio abrupto e
inaccesible, en el oeste de la provincia de Salamanca, al norte aproximado de
Ciudad Rodrigo, que hoy aparece, en mapas y planos, como un despoblado, como un espacio en blanco a
salvo de símbolos que indiquen algún modo de intervención humana. En 1962, un
grupo de investigadores alemanes lo recorre. Habían entrevistado en un hospital
de Sigmaringen al último oriundo vivo de Comiaces, una aldea ya entonces
borrada de los catastros, y que según J. H. H., era la capital de lo que hoy
denominaríamos una comarca o subcomarca. Este hombre, arrastrado por el flujo
migratorio, llega a Alemania a mediados de los
cincuenta y lleva hasta su muerte –a los sesenta y cinco años, a los
pocos días en que es descubierto para la ciencia- una vida placentera:
residente en las cloacas, nutrido de miasmas, sin la necesidad de hablar con
nadie (parece estar más cerca del dominio infuso de la lengua alemana que del
recuerdo de la lengua española que sólo balbucea incorporando, eso sí, elegantes alaridos y elocuentes gestos). Tratado por un equipo de psicólogos y
antropólogos de la universidad de Stuttgart, se logra fijar el punto exacto de
procedencia y precisar algunos datos biográficos pese a la obstrucción manifiesta del consulado español que sólo
quiere su urgente repatriación para su internamiento en un manicomio. Dado el
cariz de las revelaciones, se organiza un viaje con el pretexto, ante las
autoridades españolas, de acompañar el cadáver hasta su enterramiento en la
aldea. No vamos a describir las peripecias de la prospección sino los
resultados. Antes de ser embalsamado se le practica la autopsia confirmándose
la naturaleza ósea de la protuberancia situada en la nuca. En las ruinas de
Comiaces –así como en las de otros cinco núcleos de población próximos-, en los
desvanes de lo que pudieron ser viviendas, hallan varios objetos de madera
toscamente tallada que invocan a tamaño natural la naturaleza de un cordero con
dos cabezas de diferentes dimensiones siendo, una de ellas, no siempre la
mayor, de apariencia humana. En la ladera de un cerro, que equidista de los
poblachos, encuentran el gran corral donde, según J.H.H., se encerraba a las
criaturas mixtas que sobrevivían al parto y que eran visitadas alternativamente
por las mujeres –¿sólo sus madres?- para alimentarlas, y por los hombres para
satisfacer su apetito venéreo. Sin mucho esfuerzo se sacan de la paja y el
estiércol varios esqueletos, todos bicéfalos, presentando el mismo abanico de
posibilidades que presentaban las esculturas: la cabeza humana y la de aspecto
ovino alternan en su desarrollo, pero siempre situadas una detrás de otra.
Incluso hallan algo de piel adherida a los huesos de las piernas, una especie
de lana que les conferiría porte de oveja, acentuado por la postura cuadrúpeda;
vencido el cuerpo por el peso de las testas haría incómoda la marcha bípeda. En
1980 se publica un trabajo en Francia, sin resonancia académica alguna, acerca
de las oleadas de singularidad morfológica en humanos: se citan los casos de
anancefalia en los Pirineos y de bicefalia en el oriente portugués; siempre en
espacios de tiempo superiores al año e inferiores a los diez y sin aparente periodicidad.
Para Portugal 1896-1904, 1920-1922, 1931-1932, 1939-1946, y para los Pirineos
1828-1837, 1900-1902, 1910-1915. Afectan, dentro de esos espacios, al 50% de
los nacimientos, aunque, en su mayoría, el grado de desarrollo de la
malformación es bajo, dependiendo, la esperanza de vida, de ese grado de
desarrollo: los bicéfalos perfectos no alcanzan nunca los 12 años, teniendo en
cuenta que sólo el 25% de los concebidos superan el parto.
jueves, 29 de mayo de 2014
A la sombra
El volumen duodécimo (1956-2008) del Centón de criminalidades de las provincias de Alicante y Murcia
recoge, entre otros pintorescos asuntos, la actividad asesina desarrollada por
varios individuos especialmente dotados para el simulacro. Ejemplo de ello
es esta imagen alcoyana, rescatada de una cámara de vigilancia, en la que se
ve a Ricardo Desplá Colomina, “Virguerías”, haciéndose el dormido, mientras la
persona a la que acaba de estrangular parece pasar de
largo pese a estar muerta.
martes, 27 de mayo de 2014
El zorroperro
Llegué a este valle pirenaico en 1966. Tuve suerte, aún pude conocer
personajes y actividades propias de una zona no contaminada. A los pocos años
el turismo acabó con un sistema de siglos, se diría que acortó la vida de los
que no se integraron en el cambio porque desaparecieron, y huir no fue posible, este era el último refugio. Recuerdo los corros de mujeres con bocio.
Recuerdo la intensa pestilencia instalada en el hueco de la escalera cuando en
invierno dormían en el portal los gitanos errantes. Recuerdo los casos tan
variados de bestialismo, desde el
practicado con gallinas a las que se les retorcía el cuello cuando el ciudadano iba a alcanzar el clímax, hasta la
masturbación masculina mediante frottage con amasijo de larvas vivas de mosca.
Pero hoy, cuarenta y ocho años después, recién llegado de la ciudad donde ahora
resido, al ir a entrar el coche en el garaje de la urbanización, he visto al
zorroperro olisqueando una caca. He tenido la impresión de que retrocedía en el
tiempo de modo fulminante. ¡El zorroperro! Una admirable criatura que
acompañaba a un pastor de cabras con el que mantuve en aquellos años largas
aunque dificultosas conversaciones ya que en las montañas aún no se hablaba
nuestra lengua. Él aseguraba que era un cruce, un bicho color canela nacido de
una rabosa y de un perro ovejero. Me molestaba que aquel hombre inculto
sostuviera con total firmeza un hecho que yo, ya entonces un científico de
reconocido prestigio, sabía que no podía producirse. Pues bien, hoy, el zorroperro
está de nuevo aquí; no el mismo, lo cual supondría superar los límites de
longevidad establecidos para los zorroperros, tampoco un descendiente, ya que
los híbridos son estériles... pero qué estoy diciendo... menudo disparate... si
los zorroperros no existen.
sábado, 24 de mayo de 2014
lunes, 19 de mayo de 2014
martes, 13 de mayo de 2014
Mansa chatarra
Mansa chatarra. Zaragoza. Jekyll & Jill Editores. 2014.
Textos de carácter onírico, éditos e inéditos, de F. Ferrer Lerín.
Selección y prólogo de José Luis Falcó.
martes, 29 de abril de 2014
Iconografía 15
Son cadáveres dispuestos al alba en atroces posturas,
reptantes
longitudes que todo lo envenenan, valles asustados,
padres convertidos
en ogros de antro, septenarios ciegos,
parejas contrarias,
visionarios pulcros en arte maduro,
reos aquejados de
un rural siseo, cundió la costumbre de negar el uso
de suaves nodrizas,
¡serpientes, no hijos! proclamó el soldado
taciturno hirsuto,
mendigo de hierba que engrasa el ganado.
"Furor censal", Hiela sangre, 2013.
---
Léon Comerre. El diluvio. 1911.
---
Léon Comerre. El diluvio. 1911.
jueves, 24 de abril de 2014
Driu Bar
Aumenta muy rápido el tamaño de la cara de Driu Barrimore.
Aumenta y se aplana. Me acompleja. No puedo llevarla a lugares selectos porque
temo que nos veten la entrada. Parece que vaya a caer. A precipitarse de bruces
tan pesada es la proa. Ignoro si ella es consciente. Los humanos creemos que el
aspecto de la infancia perdura y no aceptamos la verdad de los espejos. Su
exmarido comenta en un foro (la tele encendida permite estar siempre bien
informado) que no sabía como peinarla, que si la frente muy amplia, que si la
frente abombada, y que la parte posterior de la cabeza era una protuberancia
enorme. No logro imaginar cómo sería esa protuberancia y, distraído, entro de
golpe en un segundo sueño (alguien pronuncia “vuelco”, “mejor que digas en un segundo
vuelco” oigo que me apuntan). En un segundo vuelco pues, aparezco con Driu
Barrimore convertida en aspirador; las piernas soldadas, como si fuera una
sirena fina, y así la sujeto por donde estarían las pantorrillas o los
tobillos, y con una inclinación de 45 grados conduzco el palo, arriba y abajo,
frotando la cara de Driu Barrimore sobre la más gruesa de las alfombras. (La
cara es una superficie dura que bascula sobre un eje permitiendo su adaptación
si varío el ángulo). En otro vuelco, que no es necesariamente el tercero, estoy
rodeado de una chiquillería irrespetuosa que juega con las palabras (ahora
recuerdo que en esos años andaba ocupado buscando un nombre, una marca para el
nuevo artilugio) y propone a gritos un obvio Barremore. Asqueado, echo mano del
segundo tomo de la Enciclopedia de las Ideas Publicitarias donde hallo un
oportuno “Su seguro aspirador”. Ya con el lema, sólo falta anteponerle el
nombre, y opto por Driubar, pero corro el riesgo de que se pronuncie Driúbar al
sospechar la gente culta, en esta época de carencia ortográfica, que
desconocemos las normas. El creativo me ve preocupado y usa bisturí. Así queda
la cosa: “Driu Bar, el compañero alemán, su seguro aspirador”.
sábado, 19 de abril de 2014
Gafas progresivas
Cuenta Rufus Parlow que la mañana del martes 15 de abril de 2014, mientras se probaba unas gafas progresivas de la reputada marca California en la tienda de óptica Valito situada en la calle Mayor de la ciudad de Jaca, vio entrar en el establecimiento a una pareja de carteristas bosnias. Avisada la policía local se comprobó, en efecto, la presencia de dos señoras bosnias aunque no se pudo acreditar su condición de carteristas, sí, en cambio, la de contorsionistas profesionales ya que mostraron a la autoridad sendos carnés del Club de Contorsión y Lanzamiento de Objetos de Culto radicado en Sarajevo, la capital de la República de Bosnia–Herzegovina. Deslumbrado Rufus por la belleza de las féminas y tranquilizado por el informe policial contactó a media tarde con ellas que, muy gentiles, citaron a nuestro hombre para el día siguiente a las 9:15 horas en el andén 14 de la estación central del metropolitano. Rufus acudió puntual, vestido con el traje de los domingos y las nuevas gafas progresivas pero, quizá al no ser de la renombrada y cara marca California sino del modelo básico de la marca andorrana Pirineos, la única visión que obtuvo, al acceder al andén, fue la de un nutrido enjambre de avispas asesinas, quizá serbobosnias, que en pocos instantes lo desvalijaron y asaetearon.
viernes, 11 de abril de 2014
Mi jefa
Parece ser que conducía Malena Cortijo y yo iba, absorto, en
el peligroso asiento del copiloto. Dice que se le nubló la vista y ante la
perspectiva de chocar contra un fresno pisó el freno con tanta fuerza que el
pedal perforó el suelo y salió rodando por la carretera hasta caer dentro de la
madriguera de unas comadrejas. Nadie cuenta lo qué fue de mí. La condición de
absorto no invalida la posibilidad de tener buenos reflejos. Quiero decir
que pude abrir la puerta y saltar antes de que se produjera el fatal desenlace.
Porque no fue un fresno lo que se interpuso en nuestra trayectoria sino una
tienda de las que compran oro. La tienda en la que yo trabajaba como
dependiente. Y de la que Malena era la propietaria. Regresábamos de una
excursión por los cementerios de la provincia. De arrancar muelas y algunos
puentes.
miércoles, 2 de abril de 2014
lunes, 31 de marzo de 2014
Visita accidentada
Sonó el timbre, abrí la puerta y aunque el rellano
estaba a oscuras supe que era Malena Cortijo. Muy elegante, zapatos rojos de
lamé, abrigo ceñido blanco de España, entró en el salón luminoso admirando
ciertos cuadros y, segura de sí misma, hizo una leve reverencia ante la
cornucopia. Descubrí entonces un segundo perro. Ambos sujetos a la misma correa
que sujetaba con la punta de los dedos de su mano derecha enguantada. Dijo que
era salchicha pero, divertido, descubrí que no se trataba de un perro salchicha
sino de una salchicha, como esas grandes de queso alemanas que venden en
Mercadona; eso sí provista de minúsculas patas que apenas utilizaba dada su
condición reptante. Malena, apoyada en la mesa granadina, habló de Amorim
mientras yo, cautivado por la salchicha, recordaba el ejemplar de eslizón
ibérico, Chalcides bedriagai, ese
cilíndrico reptil, que encontré muerto, el pasado martes, en el barranco de
Atarés. Y una cosa y otra me llevaron a pensar en aquel libro de Enrique
Amorim, quizá Horizontes y bocacalles,
lleno de tachaduras, que hallé en la biblioteca de mi abuelo, y en la duda
suscitada ante los atropellos de culebras de Esculapio. Malena se dio cuenta de
que no le prestaba la atención que merecía y me abofeteó con un enema que
extrajo del bolso de Prada.
martes, 25 de febrero de 2014
Bar Liborio
Acudo a menudo a la plaza de la Catedral donde se concentran
grupos de jubilados ávidos por leer y comentar las esquelas que las funerarias
cuelgan de las rejas de los atrios. Hoy causaba especial revuelo la muerte de
una tal Miguela Baltasar Logroño, último componente de la familia Liborio, los
que regentaron durante muchos años el bar de dicho nombre. Me infiltro en la
masa parlanchina y obtengo los datos que me permiten reconstruir, sin tener que
preguntar, la historia de la saga. Liborio Baltasar Rodríguez abre el bar
Liborio a comienzos de la década de los cuarenta, se pone al frente y atiende
desde la barra a la parroquia, al tiempo que su mujer, Orosia Logroño Casajús,
“La Señora Liboria”, se encarga de la cocina donde prepara especialidades tan famosas como las Chiretas de la Señora Liboria, madejas de intestino de cordero
fritas y especialmente poco lavadas para así conservar el sabor no sólo a lana
sino a cagarruta fresca. El hijo mayor, Anselmo “Chirri” Baltasar Logroño,
ayuda a su padre durante unos años pero pronto enferma de mal difuso
falleciendo en 1968 devorado por la sarna. Otro hermano, Miguelón, casa con una
moza de las Cinco Villas y se instalan a vivir en el cuarto que sirve de
almacén de vinos y quesos; es matrimonio sin sangre que no resulta fértil y
ambos cónyuges mueren pronto, atropellados por una recua de mulas mezclada con
carneros. Nace Miguela en 1970, póstuma, de gran cabeza, su madre reventada en
el parto, y constituye eficaz apoyo para su padre hasta que la tropa la embaraza,
y huye. Liborio mantiene abierto el bar hasta 2009, poco frecuentado al final
por la escasa higiene en tiempos que ya se valora. Muere en 2011, y Miguela
regresa, sola, el hijo asfixiado por bocio nodular, y se encierra en el local,
sin agua, sin luz, donde sobrevive hasta agotar las existencias: latas de
berberechos, morcillas florecidas, garrafas de olivas negras y abundantes
bolsas de kikos y conguitos. Ahora, muerta, veo que la llaman La Pilotos.
viernes, 21 de febrero de 2014
Esculapio
http://ferrerlerin.blogspot.com.es/2008/06/argumentum-herpetologicum.html
Francisco Ferrer Lerín, Gingival, Palencia, Menoscuarto, 2012.
jueves, 20 de febrero de 2014
lunes, 10 de febrero de 2014
viernes, 7 de febrero de 2014
viernes, 24 de enero de 2014
San Francisco de Sales
San Francisco de Sales (Sales, Saboya, 21 de agosto de 1567 - Lyón, 28 de diciembre de 1622). Nació en el Castillo de Sales, de familia noble. Obispo de Ginebra, patrono de escritores y periodistas.
En Chablais fue echado por los pobladores
y tuvo que pasar temporadas viviendo en la intemperie, evitando dos intentos de
asesinato e incluso ataques de lobos.
Considerado el
Santo de la Amabilidad. Prueba de ello son las 33 piedras que obtuvieron de su
vesícula biliar el día de su muerte, signo de los constantes esfuerzos por
controlar el coraje, siempre con el rostro sereno y una sonrisa.
En 1632 se exhumó el cadáver. Se encontraba en perfecto estado, con elasticidad en los brazos, y una dulce fragancia emanaba del ataúd.
De
la Introducción a la vida devota (1604), obra capital de
Francisco de Sales, existe una traducción al español de Francisco de Quevedo.
Mi santo. 24 de enero.
martes, 21 de enero de 2014
SEPTIMOMIAU
Septimomiau fue una editorial valenciana que en los setenta y ochenta publicó numerosos cuadernillos de poesía en castellano y catalán. La importancia de los autores y el atractivo diseño de las cubiertas la han convertido en mítica.
domingo, 19 de enero de 2014
Inusitada incidencia de enfermedad infecciosa
En una pequeña urbanización costera se diagnostican siete
casos de fiebre aftosa durante un fin de semana. No existe relación de
parentesco o gran amistad entre los afectados aunque, dada la proximidad de sus
domicilios, todos declaran conocer a todos, al menos de vista.
El sargento Omedes, del Cuerpo de Identificación Preventiva
en Actos Sociales o Epidémicos,
entrevista en el hospital comarcal a la enferma Arancha Ruiz de Moderado.
Durante más de una hora intenta conseguir información acerca de los movimientos
que Arancha realizó antes de ser ingresada. Arancha despista a Omedes con
diabólicas fintas que no sólo no arrojan luz sobre su comportamiento en esas
horas sino que siembran fundadas dudas sobre su misma identidad e incluso sobre
la del sargento Omedes que, regresado a su oficina a preparar el informe, no
puede hilvanar la avalancha de datos que le ha dado Ruiz y, desmoralizado, se
hace con una navajilla sajadora modificada y la guarda en el sobretodo. A la
mañana siguiente agarra a Arancha por el pescuezo al tiempo que le clavetea la
espalda, los pechos, el abdomen y las
pantorrillas. Lo que de allí sale es para verlo. Cepillos de carpintero,
muselinas y flores de cardamomo se acompañan, al desparramarse por el linóleo,
con los alaridos de dolor de la misteriosa joven. Omedes es ascendido a
sargento de 1ª clase, y condecorado con la Flor Dorada de los Moribundos. En
mayo hará un año de todo esto y todavía nadie entiende de qué va la cosa.
sábado, 18 de enero de 2014
¿Jantzen?
Me hallo en la ciudad de Valencia por asuntos editoriales. Son las once de la mañana y hablo por teléfono con mi directora Carmen
Monteagudo desde una vivienda situada en la cuarta planta del inmueble nº 12 de
la calle San Ignacio de Loyola. Cae un primer suicida (el segundo, y último, caerá en medio minuto) y, al manifestar mi sorpresa, Carmen me
pregunta si son realmente suicidas y yo no sé qué responder porque no tengo
la certeza de que lo sean. A través de los visillos me lo han parecido pero
podrían ser logotipos Jantzen de gran tamaño cayendo a gran velocidad, pegados
a la fachada, en posición vertical, cuando lo normal es verlos en posición
horizontal. Al asomarme, tras terminar la importante conversación, creo
distinguir un par de figuras antropomorfas aplastadas contra la acera en el centro
de un corrillo de curiosos.
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