Llegué a este valle pirenaico en 1966. Tuve suerte, aún pude conocer
personajes y actividades propias de una zona no contaminada. A los pocos años
el turismo acabó con un sistema de siglos, se diría que acortó la vida de los
que no se integraron en el cambio porque desaparecieron, y huir no fue posible, este era el último refugio. Recuerdo los corros de mujeres con bocio.
Recuerdo la intensa pestilencia instalada en el hueco de la escalera cuando en
invierno dormían en el portal los gitanos errantes. Recuerdo los casos tan
variados de bestialismo, desde el
practicado con gallinas a las que se les retorcía el cuello cuando el ciudadano iba a alcanzar el clímax, hasta la
masturbación masculina mediante frottage con amasijo de larvas vivas de mosca.
Pero hoy, cuarenta y ocho años después, recién llegado de la ciudad donde ahora
resido, al ir a entrar el coche en el garaje de la urbanización, he visto al
zorroperro olisqueando una caca. He tenido la impresión de que retrocedía en el
tiempo de modo fulminante. ¡El zorroperro! Una admirable criatura que
acompañaba a un pastor de cabras con el que mantuve en aquellos años largas
aunque dificultosas conversaciones ya que en las montañas aún no se hablaba
nuestra lengua. Él aseguraba que era un cruce, un bicho color canela nacido de
una rabosa y de un perro ovejero. Me molestaba que aquel hombre inculto
sostuviera con total firmeza un hecho que yo, ya entonces un científico de
reconocido prestigio, sabía que no podía producirse. Pues bien, hoy, el zorroperro
está de nuevo aquí; no el mismo, lo cual supondría superar los límites de
longevidad establecidos para los zorroperros, tampoco un descendiente, ya que
los híbridos son estériles... pero qué estoy diciendo... menudo disparate... si
los zorroperros no existen.
martes, 27 de mayo de 2014
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7 comentarios:
“Óbolo”, el desdentado.
( A Manolo)
La inesperada mención del tejón perrero remueve frondoso el seto
y el ostensible trayecto del amplio planeo del pavo
que en los años susceptibles del mesón barbado
sobrevuela la faz casera de extremeño labriego. Trepa
(o trepanaba) el / al nogal
ad hoc, de recia envestidura
en la noche de linterna
y sable removido.
Bajaban al maizal
donde doscientos cuatro hombres
sobre el frecuente jabato practican el tiro al topla
con los perros que a la voz
de Blanco lateral,
Blas y Pascual,
prestos acudían.
Maestro: ¿por qué esa justificación última? No es de su estilo. Salvo que yo haya leído mal, cosa también probable. Saludos.
Para Anónimo.
Se prueban cosas. Está claro que no es mi estilo, pero me apetecían los puntos suspensivos y la ¿justificación?
El zorroperro no existe, pero en entornos urbanos más densificados podemos encotrar el híbrido perro-flauta, un bicho que generalmente se acompaña de un canis familiaris.
Saludos
Brutal.
En una línea más suave de la acostumbrada
La envidia es propia de incultos.
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