domingo, 7 de mayo de 2023

Lectores de Ferrer Lerín 112

Versión original de la entrevista de Nuria Azancot a Francisco Ferrer Lerín. Una versión resumida se publica en la edición en papel de la revista El Cultural del 5 de mayo de 2023.

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-Parece que es el raro oficial de nuestras letras: ¿no le cansa la etiqueta, o cree que le hace justicia, que se ha ganado ese apelativo a fuerza de no hacer concesiones ni plegarse a las modas? ¿De verdad se siente tan raro?

La necesidad de etiquetar es inherente a la condición humana y es un recurso que allana dificultades periodísticas a la hora de presentar a un tipo como yo cuya obra artística puede resultar compleja tal como se concluye en La condición radical (Libros del innombrable, 2023), un reciente estudio del profesor Joaquín Fabrellas sobre mi producción lírica. Desde luego sí me cansa esta etiqueta, que no creo que tenga que ver con la irreductibilidad, sino con mi tortuosa biografía. Pocos e ilusos serán los que piensen en la igualdad entre los hombres, que no vean la rareza con respecto al otro como inequívoca imagen de marca.

-¿Qué queda del joven poeta que en 1959 publicaba sus primeros versos en De las condiciones estáticas y evolutivas? ¿Cree que se reconocería en el poeta, en el hombre que hoy es? ¿Qué le aplaudiría más, y qué podría reprocharle?

En 1959 no me atrevía a reconocerme como poeta, un oficio que, por ejemplo, ocultaba ante cualquier miembro de mi convencional familia. Pero es que he de decir que incluso hoy me muestro en extremo reticente a aplicarme el término “poeta”, prefiero, sin duda, “escritor”, que cubre la poesía, la narrativa y el ensayo; y hecha esta consideración diré que aquel muchacho de 17 años aplaudiría al anciano de 81 su perseverancia regulada en la escritura, o sea que está bien seguir escribiendo pero dándose cuenta de qué se debe escribir, por ejemplo no más poesía, cuyos resultados, en mi caso, resultan ya repetitivos.

-Cómo explicaría su evolución poética a lo largo de estos más de 60 años, y su poética?

El temor de todo poeta ha de ser no repetir aquel poema que alguien calificó de genial, por lo que debería argumentar que he tratado siempre de distanciarme de aquel hito pero, ahora que lo pienso, mi evolución, si la ha habido, no ha obedecido a un programa, ha sido fruto del azar, de las malas compañías y de algunos filmes americanos. En cuanto a “poética”, si la consideramos una declaración de principios, reconozco una infancia encantadoramente burguesa, una habilidad innata para la fabulación y la gramática, algunas acertadas influencias literarias y visuales, y la suerte de gozar de tan buena salud que he podido ir enterrando a mis competidores.

-¿Cuáles han sido o son sus momentos más importantes y sus puntos de inflexión?

Si estamos hablando de mi carrera literaria, el Premio Nacional de la Crítica, por su limpieza, ha sido el galardón que más he apreciado. Los puntos de inflexión se sitúan en 1971 cuando dejo de escribir literatura y, en 2004, cuando vuelvo a hacerlo.

-A estas alturas del camino, ¿qué es para usted la poesía?

“Poesía”, como “Arte”, son conceptos escurridizos. Quizá la poesía sea el deslizamiento de la palabra sobre unos ejes lábiles que permiten aflorar nuevos contenidos, significados que se nos ocultaban o que creamos.

-¿Su evolución hacia la novela y el ensayo fabulador fue algo necesario? ¿Por qué y en qué medida le transformó como creador?

Los modelos se agotan y, el género poético, estoy hablando de mí, llevaba ya un tiempo haciendo aguas, había entrado en un callejón sin salida en el que los ejemplos resultaban intercambiables; lo cual no significaba que se tratara de productos de baja calidad, pero no me producían la satisfacción suficiente, la que debe buscar siempre un creador. El uso de un blog, luego han sido dos, conformó el relato breve como paradigma de lo más agradecido de mi producción; textos circulares, a menudo caminando sobre ese terreno denominado “argumento débil”, más o menos apoyados en la vida misma, resultaron un experimento de éxito. La hagiografía Familias como la mía (Tusquets, 2011) no deja de ser un encadenamiento de microrrelatos; siempre he sostenido que la tensión de un poema, debida a la brevedad, puede mantenerse en un relato pero es casi imposible en una novela ininterrumpida.

-¿Qué son los “Casos”, esas piezas breves que tan características son de su obra, su estética y su pensamiento?

Antonio Viñuales Sánchez es un joven y brillante profesor universitario cuya tesis doctoral sobre mi obra se mantiene en suspenso, pero que publicó el ensayo Casos Completos. Francisco Ferrer Lerín (Ediciones Contrabando, 2021) en el que selecciona, introduce y epiloga unos artefactos de mi autoría que ‘se caracterizan por ser la narración de un suceso inusitado o extraordinario del pasado reciente que rompe con una norma’.

-Sé que se lo preguntan a menudo, pero ¿dónde se siente más cómodo, en el disparate o en la erudición?

Borges es mi maestro y he intentado imitarlo con desigual fortuna. El manejo ventajoso de la erudición es mi asignatura pendiente (también la de todos los seguidores del Gran Ciego) y, pese a que lo intento a menudo, sólo con el apoyo del humor y/o del absurdo logro, a veces, salir airoso.

-Durante treinta y tres años no escribió nada. ¿Cómo recuerda y valora hoy ese periodo, para qué le sirvieron esas tres décadas “permanentemente en la cuerda floja”?

Es recomendable ejercer empleos, incluso altamente alejados del empleo literario, para disponer de un notable caudal léxico y unos conocimientos especializados; así es posible lograr certeras descripciones. Esos treinta y tres años, en los que sí escribí informes periciales y científicos, supusieron el almacenaje suficiente para describir con tino la llegada al nido, situado en un cantil de material conglomerado, del macho de buitre leonado (Gyps fulvus), su grito, y la cópula acertada (aquí me extendería sobre la igual morfología de ambos sexos que dificulta al macho en celo saber qué sexo es el del otro individuo).

-Volviendo al libro, ¿también en sus poemas son elementos imprescindibles la transgresión y el humor?

Recuerdo en mis tiempos de la Facultad de Letras a un atildado condiscípulo, hoy preclaro ejemplo de corrección, disciplina y ortodoxia poéticas, que me entrevistó para una publicación ciclostilada que él dirigía. Muy exaltado criticó con dureza que utilizara el humor en mis escritos, en concreto se refería al texto, publicado en Papeles de Son Armadans, “Rinola Cornejo y el Estrangulador de Boston”. Dijo que no le cabía en la cabeza el tono irónico, casi sarcástico, del que yo hacía gala.

-¿Qué importancia tiene en su obra como poeta Saint John Perse?

Me hizo ver que existía otra forma de escribir poesía, incluso diría que de escribir en general. Su ‘poesía del inventario’ marcó mi escritura y mi vida.

-¿Qué otros poetas han sido decisivos para usted? Y en qué le han influido?

No soy un gran lector, soy quizá en exceso exigente, me cuesta tener un libro en las manos sin que se me resbale. No puedo hablar de autores, ni siquiera de libros, pero hay cosas sueltas aquí y allá, de, por ejemplo, Rubén Darío, Juan Ramón, el Siglo de Oro, Claudio Rodríguez, Gamoneda, que me producen escalofríos y, desde luego, admiración.

-El primer verso de su primer libro reza: “Que engaño al mundo”… Parafraseando a Pessoa, ¿el poeta es un engañador?

La poesía, en lo que conozco, no se sustenta apenas en la autobiografía, todo, por lo tanto, es pura invención o, a lo sumo, realidad impostada.

-¿En qué y por qué o quién se ha sentido más defraudado?

El compromiso político no debería transcurrir paralelo a la poesía, al menos a la poesía escrita; movimientos como la generación del 50, con gran potencial en varios de sus componentes, se malogra, creo, por esa politización tan elocuente.

-Son, siguen siendo quizás, estos versos su mejor retrato: “No es el temor lo que mueve a los caminantes no es tampoco la sutil lluvia de los invernaderos sólo es y lo tengo comprobado el amor por los pájaros”. Sin su pasión por las aves, ¿hubiese sido poeta, o al menos, otro poeta?

No es exacto hablar de ‘mi pasión por las aves’ sin puntualizar ‘por las aves necrófagas’. En cualquier caso mi adscripción a la causa ornítica es muy posterior a mi adscripción a la causa poética. Lo que sí es cierto es que mi interés por la naturaleza, diría que por el conservacionismo, me acompaña desde mi más tierna infancia.

-El libro muestra hasta que punto ha sido un adelantado: fue novísimo antes de que existieran como grupo, se adelantó a la poesía social, y quizá por eso hoy muchos jóvenes poetas se consideran sus discípulos: ¿se entiende mejor con ellos que con los de su propia generación?

Lo de que me adelanté a la poesía social no lo entiendo bien; precisamente mis primeros versos, y los de algunos poetas coetáneos, supusieron, y esto está aceptado de modo general, la ruptura con aquél género poético. Tampoco el concepto ‘generación’ puedo aceptarlo del todo; Pedro Gimferrer, Félix de Azúa y Leopoldo María Panero, los más próximos y los más famosos de los novísmos, tuvieron relación de amistad conmigo durante los años preliminares a la salida del manual de José María Castellet, pero nunca vi en ello el arranque de una generación, al menos por mi parte. Los poetas, los escritores, somos muy envidiosos; cuando premian a un escritor del sexo masculino, raza blanca y edad parecida a la mía, y el premio es suculento económicamente, no puedo conciliar el sueño durante varias noches. Lo digo porque la envidia se mitiga si el premiado es mucho más joven que yo y, hasta hace un tiempo, si era mucho más viejo (ahora ya no quedan).

-¿A qué jóvenes poetas lee, quiénes y por qué le interesan más?

Como ya he dicho antes no soy un gran lector, leo pero de manera muy selectiva. Es cierto que tengo personas de confianza que me asesoran, que me recomiendan títulos en especial de autores noveles, pero no me siento capaz de dar nombres.

-Aunque es de Barcelona, no escribe en catalán: ¿ha pagado muy caro no ser nacionalista?

En primer lugar quiero puntualizar algo. ‘Nacionalismo’, y esto es una obviedad, debe relacionarse con ‘Nación’, y ni Cataluña, Vascongadas y Galicia, por ejemplo, lo son ni lo han sido, por lo que en puridad deberíamos hablar de ‘Regionalismo’ (no olvidemos que el germen de Convergencia fue la Liga Regionalista y que la réplica aragonesa de Convergencia, el PAR, tenía este rótulo porque era el acrónimo de Partido Aragonés Regionalista). En segundo lugar decir que no escribo en catalán por el mismo motivo por el cual no escribo en aragonés, pese a que llevo muchos más años viviendo en esta región que en aquella, y espero que el motivo resulte claro: nunca he hablado en catalán. Hasta 1968 en que dejo Barcelona definitivamente (salvo un breve lapso alrededor de 1971) nadie entre las personas de mi edad, con las que me relaciono, lo hace, y no por ningún tipo de prohibición, mis padres y mis abuelos sí lo hablan, simplemente porque en aquel momento la opción catalana resultaba provinciana, poco distinguida, justamente lo contrario de lo que está sucediendo hoy. Ya digo me fui en 1968 y entonces no existía el problema, ahora quizá me obligarían a participar en una calsotada y a peregrinar a Monserrat.

-¿Es el nacionalismo el gran problema del siglo XXI?

El gran problema actual de la humanidad es el exceso de individuos que la componen, la imposibilidad de alimentar y ofrecer una vida digna a esas más de siete mil millones de personas, cifra que sigue aumentando, con la subsiguiente e inexorable degradación del planeta motivada por la explotación descontrolada de los recursos.

-¿Y el populismo (pienso en Putin, Trump, Maduro…)?

Eso son daños colaterales, secuelas de la explosión demográfica, de la desinformación generalizada, de la propiciada miseria material e intelectual del pueblo.

-¿Cómo ve el espectáculo preelectoral español, y a sus principales actores, los políticos?

Es inevitable volver a Borges y a su consideración de la democracia como un abuso de la aritmética. Fatiga ya incidir en lo de siempre, en lo absurdo de afirmaciones como ‘el pueblo es sabio’, ‘cada hombre un voto’, ‘que hablen las urnas’. Los llamados ‘políticos’, salidos de ese pueblo sabio, exacerban su nulidad moral y racional al convertirse en guías, en gobernantes.

-Usted que ha dedicado tantos años al estudio de las aves, ¿qué opina de la situación de Doñana, estamos hipotecando el porvenir en nombre de la economía presente, tan pocas miras tenemos?

Doñana fue una vez salvada de convertirse en una plantación de eucaliptos, pero siempre la espada de Damocles de la agricultura industrial ha estado gravitando sobre su cabeza. España no tiene en los gobiernos locales y regionales y, tampoco, en el gobierno nacional, miembros que destaquen por su sensibilidad ambiental pero, y esto es aún más grave, tampoco los tiene en la judicatura.

-¿Contra qué se rebela Ferrer Lerín hoy? ¿Se siente solo, no cree que los demás, en general, somos una sociedad demasiado sumisa y apesebrada?

La sociedad carece de curiosidad, curiosidad por saber qué significa su propio apellido, curiosidad por leer los créditos de las películas y libros, curiosidad por conocer los nombres de los animales y plantas que se hallan en los caminos, curiosidad por saber qué hay fuera de las ramplones fronteras que le han impuesto a su región (el otro día a un profesor de literatura de un instituto de enseñanza media catalán le preguntaron en un concurso de televisión si para ir de Madrid a Andalucía había que pasar por Somosierra o Despeñaperros y contestó, eso sí tras dudar un poco, que por Somosierra).


1 comentario:

Anónimo dijo...

Fantástico como la realidad misma.