La noche anterior a la caída del avión alemán en los Alpes
soñé que iba conduciendo, más rápido que de costumbre, por una solitaria carretera, angustiado por llegar, antes de que oscureciera, a una ciudad
situada demasiado lejos. Al vencer un cambio de rasante, coronado
temerariamente sin disminuir la velocidad, vi, a muy poca distancia, un Seat
1500 negro avanzando a toda pastilla por una pista polvorienta y supe que él iba
a invadir la carretera y que era imposible evitar la colisión. Frené, y giré
ligeramente el volante para no embestir de lleno al 1500 (esos coches tenían
fama de ser de hierro) pero, pese a ello, tuve que tomar una solución drástica
para no morir: despertarme.
Debería ser suficiente que un presagio de muerte tuviera un
único correlato, pero no fue así. Imprimía los billetes de avión para mi viaje
a Bulgaria al tiempo que recibía la noticia de la desaparición del vuelo 4U9525 cuando descubrí que el aparato de
la compañía Balcanic Air en el que yo iba a volar era un Brauer, de fabricación
hondureña. Llamé al gobernador para obtener más detalles. Su valido me
comunicó, amablemente, que su alteza estaba agonizando víctima de un aneurisma
pero que el modelo 175 de la casa Brauer era merecedor de toda mi confianza; nunca
había sufrido un percance en el que el número de muertos superara la
treintena.
5 comentarios:
Muy peligrosa incursión en un tema tan sensible en estos momentos pero sale bien librado
No se si es oportuno utilizar lo del accidente de los Alpes...
No veo ningun problema
Pienso que la LITERATURA ha de estar por encima de lo políticamente correcto.
No hay en el texto de Lerín nada que pueda resultar ofensivo a nadie. No es políticamente correcto ni incorrecto.
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