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¿Neurosis?
Me mudé de casa. Me fui a la periferia. Al principio tenía dudas de cómo llegar al centro. Hasta que encontré un buen recorrido. Primero la avenida Fanjul, luego la calle Sobreros,
luego la plaza del Perro, la calle Anselmo Rodríguez y el pasaje de Moniche,
que muere frente a la Seo. Y no tardé en descubrir la asimetría. Un caserón de
la calle Sobreros lucía, en su fachada, dos ventanales que no progresaban
parejos sobre la vertical de la clave del arco. Los primeros días, animado por
el hallazgo del buen recorrido, no le di excesiva importancia. Después, fui
notando una molesta desazón cuando pasaba por delante. Al mes, me di cuenta de
que apretaba el paso para no emplear demasiado tiempo en flanquearlo. Al año, la visión me resultó insoportable y decidí explorar otros
recorridos. Pero todos resultaban incómodos. La
calle Tapón disponía de un excesivo número de indigentes. Las calles Modesta
Lahoz y Pasión de Tupinamba olían, respectivamente, a estiércol y a taller de
manualidades. La bajada de Monjas se ensuciaba a menudo con la cera de las
procesiones. Decidí comprar el edificio. Que estaba inventariado. Fue un mal negocio. No hay nada peor,
entre montañeses, que mostrar interés por las cosas. Hube de vender la casa de la periferia. Ahora
vivo entre las ruinas de la casa de ventanales asimétricos. Voy derribándola
por dentro. Sin licencia. En silencio. Sin que nadie me descubra. Dejo para el
final el derribo de la fachada. De hecho, caerá sola al no contar con el apoyo del resto
del inmueble. Si me obligan a reconstruirla evitaré la asimetría. Nunca hubo
planos. Ni fotografías. Solo existe esta. Que en seguida destruyo.
7 comentarios:
Comprar asimetrías siempre es un mal negocio.
Saludos
Francesc Cornadó
Qué alegría y que suerte que exista el blog de Ferrer Lerín.
Perdone, don Francisco, parece constar que ciertos comentarios se le hacen impertinentes o presuntamente intensos, lo cual a usted puede resultarle extrañamente intrusivo. Ya sabes usted, ese viejo pecado de la escritura provocada por la lectura. En cualquier caso y sobre todo, se le desea a usted lo mejor. Saludos.
Desde los tiempos en que imitaba a los pájaros, no había leído algo tan extraño.
Querido Anónimo. Esta sección de comentarios está para esto, para contestar, incluso desde el anonimato. Son muy pocos los comentarios que no he publicado, siempre referidos a terceras personas. No entiendo lo de "parece constar que ciertos comentarios se le hacen impertinentes o presuntamente intensos, lo cual a usted puede resultarle extrañamente intrusivo".
Don Paco, al parecer el comentario por el cual me levanté en letras, siempre respetuosamente, no le llegó a usted; por lo tanto, le pido disculpas por algo que "quedó en el aire", perdido en las disfunciones de la Red. Saludos y, siempre, gracias por su blog.
[Obviamente, le pido que no publique este comentario; para qué, digo yo.]
A una opinión de convertirme en Gran Crítico para la web de viajes más grande del mundo, Ud. me ha puesto sobre la pista de un rincón de veras singular. Por desorientación, no lo he encontrado; por respeto a la propiedad privada, no visité la catedral. Bajo los porches rememoré el significado en el arte de la obra de Gustave Courbet y al momento enfilé la calle Julián Ruiz. Me extravié en la plaza del Perro y entonces busqué sin éxito los alcornoques en una calle pobremente arbolada. Apenas abandonada la calle Ferrenal, una aparición asombrosa del general Fanjul me hizo correr hasta caer en uno de los sempiternos socavones de la calle Tapón, no sin antes atropellarme uno de los bólidos que regularmente participan en la carrera “Atrapa un aparcamiento”. ¡San Benito de Nursia me ayude, sin papeles y vecino de otra comunidad autónoma!
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