lunes, 28 de enero de 2008

En búsqueda urgente

No puedo precisar la fecha. Era verano, el de 1996, de eso no tengo la menor duda. Agosto lo más seguro. Pero a partir de ahí se desvanecen todas las certezas. Podría conjeturar que ocurrió durante la primera quincena ya que la segunda acostumbraba a pasarla con mis padres en Ejea. Y a mediados de semana ya que el lunes y el viernes no me acercaba por el despacho. Mas lo cierto es que no recuerdo qué día del mes vi esa cara de mujer pegada a un cristal de aquella tienda de efectos militares de Manifestación esquina con Alfonso. Una cara que correspondía a una persona situada tras la puerta de entrada y que parecía observar con infinita desgana el escaso trasiego de peatones en un mediodía especialmente caluroso. Una cara que me llamó la atención no por los característicos rasgos que luego describiré sino por su extraordinario parecido con alguien que conocía desde hacía muchísimo tiempo pero que, en ese instante (y en los que sobrevinieron), no podía identificar. La gestión ante el notario abreviada al máximo me permitió volver a pasar delante de la tienda antes de la hora de cierre. Ella seguía allí. En igual postura. Diríase que sin haberse movido. De pronto pensé, tontamente, que sería una fotografía, una pintura, una especie de trampantojo y me fui aproximando, poco a poco, hasta algo menos de un metro, y entonces, la figura cobró vida, sonrió y abrió la puerta creyendo sin duda que mi intención era entrar, y así fue. Lo que ocurrió entonces ha quedado perdido en la penumbra de mi memoria. Sí sé que al salir a la calle yo llevaba un pequeño paquete, una caja muy bien envuelta que contenía una condecoración y un librito que narraba la historia de la misma, y que también, en mi billetero, había una nueva tarjeta de visita: Marta Loverdos de Altimira / Dependienta sustituta. No vi a tan singular señora nunca más. No porque la dependienta titular hubiera regresado de sus vacaciones sino porque evité cruzar la calle por aquel punto para comprobarlo. Algo especial debió de suceder en aquel establecimiento.


He dicho que aquella cara me resultaba conocida pero no identificable y fue una circunstancia en extremo baladí la que cambió el panorama. Gabriel Albiac aseguró este septiembre en la conferencia que pronunció en Jaca que René Magritte además de magnífico surrealista había sido un tenaz copista y, al llegar a mi estudio, revolviendo los libros de arte para encontrar una biografía fiable del pintor belga me di de bruces con Marta. Allí estaba. En la sobrecubierta de una manual sobre Lucas Cranach el Viejo: un cuadro titulado “Retrato de mujer”, de 1522. Un libro de 1962, mal traducido del francés, el número cuatro de la colección “La magia del color” editado en Barcelona por Argos. Un libro, en suma, que me había acompañado en secreto durante cuarenta y cinco años dormido en el fondo de una de las cajas de cartón utilizadas en las incontables mudanzas.


Un semblante de difícil adscripción. Lívido, puntiagudo, prognato. Ojos azules sin luz. Boca indecisa, resignada a callar. Nariz fina. Cabellos rojizos. Había perdurado en mi cerebro sin que yo lo supiera. No había nada, en principio, que lo hiciera merecedor de su permanencia. A no ser que formara parte de un plan de reserva, de ese caudal de información que tarda en ser procesado, y que a veces no lo es, se va a la tumba con su propietario. Pero aquí no. Y el libro, de nuevo en mis manos, depara una nueva sorpresa. La foto de la sobrecuebierta vuelve a ser reproducida en la página 39 a la manera de un díptico -si consideramos la página 38 que muestra un “Retrato de hombre” de igual factura y fecha- pero, lo notable, es que en la página 80 topamos con otro “Retrato de mujer”, de 1540, y que por poco dotados que estemos para la observación comparada nos revela que se trata de la misma mujer, 18 años envejecida.



Dicho lo cual, tras ardua meditación, creo que es de rigor buscar a Marta Loverdos de Altimira y que Heraldo de Aragón es la plataforma idónea, por su alta difusión en nuestra Comunidad Autónoma, para anunciarle que disponemos del cuerpo, de la cara, del gesto preferido que disfrutará en 2014 ya que al haber transcurrido 11 años desde el encuentro en Manifestación-Alfonso quedan otros 7 para alcanzar los 18 que separan ambos óleos. Quizá también, este compromiso con el arte pictórico y con las reglas del azar, le suponga una garantía de vida hasta ese mes de agosto aunque, desgraciadamente, como ya se ha apuntado antes, no se pueda precisar hasta qué día.

Heraldo de Aragón
25/10/07

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