martes, 26 de mayo de 2020

Conexiones


Quizá el detonante del sueño de esta noche haya sido otro sueño, aquel en el que una mujer entrelazaba sus piernas con las mías yendo de pasajeros en un automóvil. Del sueño de esta noche sólo conservo el final, como si el resto careciera de interés o al no tener relación con el primer sueño hubiera sido eliminado por las neuronas encargadas de estos menesteres.

Así que recupero el texto, "De viaje", que escribí en aquella ocasión (23.09.13) para, a continuación, describir el sueño de esta noche (23.05.20).


De viaje

Debió de impresionarle lo bien que montaba y desmontaba la grapadora porque en seguida enlazó sus piernas con las mías. Íbamos en el 180, en el asiento trasero, echados, y tapados con una manta color café. El coche circulaba marcha atrás por un túnel ferroviario. No sé quién era el tipo que conducía y de las tres bulliciosas mujeres sentadas en el asiento del copiloto luego se  dijo que eran portuguesas. De cintura para arriba, mi compañera recordaba a Le Coq Sportif.



El sueño de hoy, que indudablemente ha podido surgir gracias al de 2013, recrea la situación vivida por mí una noche de agosto de 1956 en el pueblo barcelonés de Sardañola cuando parte de la colonia veraniega se reunía ante un televisor. Intentaba entonces un acercamiento a la persona que estaba a mi lado, a mi derecha, colocando mi mano sobre la suya, y ahora, en este sueño, se repite esa situación, pero en el interior de un coche, en el asiento trasero. Una persona que en 1956 era una niña de doce años, yo tenía catorce, y esta noche ha sido una niña quizá de doce años (¿la misma?), sin conocerse qué edad era la mía. Mas la diferencia radica en su respuesta, entonces, pasiva, y ahora activa, cogiendo  mi mano e introduciéndola bajo la manta que cubre sus piernas. Y otra cosa, hoy, ahora, esa mano femenina lleva guantes, color gris azulado, suaves, acolchados, calientes. Y otra cosa más, esos guantes, esas manos, no son de mi hija Laura, brillante abogado con bufete propio en la ciudad de Mamou, en Guinea Conakri.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Debió de impresionarle lo bien que montaba y desmontaba la grapadora porque en seguida enlazó sus piernas con las mías".
Esto sí es impresionante. Asociaciones cinéticas y carnales. De ahí venimos... (y sabemos adónde vamos).