Mi nombre es Andrés Lucena Jiménez y me hallo en el lecho de
muerte. Me acompañan mi queridísima madre, Rufina Jiménez Jiménez, mi abnegada
esposa, Luisa Calvero Montánchez, y mi único y prometedor hijo, Luis Lucena
Calvero. Valga este documento como adenda al testamento que, junto a mi esposa,
redacté el 28 de marzo de 1999. Digo que los últimos veintisiete años de mi
vida he trabajado en la empresa SEPERES (Selección de Personal Especializado),
radicada en Madrid, con el cargo de Jefe de Selección en el Área Alimentaria.
Gracias a este cargo he adquirido una notable experiencia, registrada en
memorias y memorandos, que espero pueda aprovechar a mi hijo. Sin embargo, hay
pequeños detalles de esa labor, testimonios grabados y escritos, que no fueron
recogidos, bien por considerarlos de poco valor, bien por su carácter
confidencial. Pese a la obligación de eliminarlos copié, indebidamente, uno de
ellos, y de esa felonía quiero dar fe en este folio, dirigido en especial a
Luis, a quien doy libertad, tras su lectura, de destruir mediante llama viva y
lanzamiento al aire de cenizas. Esta, amado Luis, es la copia de una carta, de
una solicitud de trabajo, de un especialísimo currículo; lee, y luego te
comento.
Me
gustaba chupar
En mi tierna infancia,
me llamaban Rosín, y una cosa que me gustaba mucho era tocarme los deditos de
una mano con la otra: contaba. Pero, un día, sobre los 2 años, instintivamente,
al no llevar ya chupete, sin querer me metí el dedo pulgar en la boca, y chupé
y chupé. Me dio mucho gustito, me di cuenta de que era muy placentero y que en
el futuro iba a necesitar otra cosa. Descubrí que los dedos servían para más
cosas que solo contar.
Que sepas que su autora consiguió la plaza de Diseñadora de
Caramelos con Palo de una conocida marca líder en el sector. Nada más. Me
despido. Y espero encontraros algún día, que sea tarde para vosotros, en la
otra vida. Vuestro hijo, esposo y padre, Andrés Lucena Jiménez.
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