lunes, 1 de abril de 2019

Rosín








Mi nombre es Andrés Lucena Jiménez y me hallo en el lecho de muerte. Me acompañan mi queridísima madre, Rufina Jiménez Jiménez, mi abnegada esposa, Luisa Calvero Montánchez, y mi único y prometedor hijo, Luis Lucena Calvero. Valga este documento como adenda al testamento que, junto a mi esposa, redacté el 28 de marzo de 1999. Digo que los últimos veintisiete años de mi vida he trabajado en la empresa SEPERES (Selección de Personal Especializado), radicada en Madrid, con el cargo de Jefe de Selección en el Área Alimentaria. Gracias a este cargo he adquirido una notable experiencia, registrada en memorias y memorandos, que espero pueda aprovechar a mi hijo. Sin embargo, hay pequeños detalles de esa labor, testimonios grabados y escritos, que no fueron recogidos, bien por considerarlos de poco valor, bien por su carácter confidencial. Pese a la obligación de eliminarlos copié, indebidamente, uno de ellos, y de esa felonía quiero dar fe en este folio, dirigido en especial a Luis, a quien doy libertad, tras su lectura, de destruir mediante llama viva y lanzamiento al aire de cenizas. Esta, amado Luis, es la copia de una carta, de una solicitud de trabajo, de un especialísimo currículo; lee, y luego te comento.      

Me gustaba chupar

En mi tierna infancia, me llamaban Rosín, y una cosa que me gustaba mucho era tocarme los deditos de una mano con la otra: contaba. Pero, un día, sobre los 2 años, instintivamente, al no llevar ya chupete, sin querer me metí el dedo pulgar en la boca, y chupé y chupé. Me dio mucho gustito, me di cuenta de que era muy placentero y que en el futuro iba a necesitar otra cosa. Descubrí que los dedos servían para más cosas que solo contar.

Que sepas que su autora consiguió la plaza de Diseñadora de Caramelos con Palo de una conocida marca líder en el sector. Nada más. Me despido. Y espero encontraros algún día, que sea tarde para vosotros, en la otra vida. Vuestro hijo, esposo y padre, Andrés Lucena Jiménez.




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