lunes, 1 de abril de 2019

Provechosa nadadora

Aquel verano Mariona lo pasó jugando en la balsa de la finca familiar. Un día, una monjas, cantidad de monjas en blanco y negro, vinieron a saludar a su abuela y a una de ellas, al acercarse a la balsa para ver su rostro reflejado, le cayó el crucifijo al agua. Mariona, rauda como un torpedo, buceó hasta el fondo, ¡3,5 metros!, emergiendo con el amuleto en la boca, por lo que fue recompensada con cien pesetas. Pocas semanas después el gato Roberto, persiguiendo un ratón por el pretil, resbaló y cayó, y no sabía nadar, y era de noche, y nadie oyó sus maullidos. Mariona, a la mañana siguiente, fue la encargada de recuperar el cuerpo. También el perro Carlitos se ahogó durante el verano, y también el niño Tito, el hijo de los guardeses, y la enana Viruelas, de engañoso peso. Y todos estos cadáveres, y no sé si alguno más, fue Mariona quien los extrajo o ayudó a extraerlos. Mariona no olvidó estas experiencias y, cumplidos los siete años, escribió un Manual  sobre las particularidades que ofrecen los cuerpos ahogados, de cuyos epígrafes damos fe para cerrar este informe: “Por qué flotan los cadáveres el noveno día al estallarles la vesícula”, “Importancia del tamaño de las nalgas y de los pechos en los cadáveres de las mujeres así como del tamaño de las partes secretas en los cadáveres de los hombres, en lo que respecta a la postura de flotación”, “Extracción de pulmones, intestinos y perforación de cráneo en cadáveres de ratones, ratas y humanos para calibrar el tiempo de ascenso a la superficie”, “Putrescencia en cadáveres de caballos sujetos con sogas y piedras en el lecho de una balsa de riego”, “Emasculación selectiva y chapoteo”.     


1 comentario:

Anónimo dijo...

(Mis disculpas, este comentario iba aquí):

Sepulturera Acuática

La Pequeña Mariona, observadora
en su lúcida y húmeda ecuación:
"Emasculación selectiva y chapoteo”.