Borges publica en 1985, un
año antes de morir, su último libro de poemas, Los conjurados, donde
incluye “Un lobo”, no asociado a la moderna preocupación por el
agotamiento de los activos faunísticos sino al espacio literario de 'la última
vez', ese recurso en el que, con señalamiento preciso de las coordenadas
temporales, se registran las últimas veces que se llevan a cabo determinadas
tareas.
UN LOBO
Furtivo y gris en la
penumbra última,
va dejando sus rastros en
la margen
de este río sin nombre
que ha saciado
la sed de su garganta y
cuyas aguas
no repiten estrellas.
Esta noche,
el lobo es una sombra que
está sola
y que busca a la hembra y
siente frío.
Es el último lobo de
Inglaterra.
Odín y Thor lo saben. En
su alta
casa de piedra un rey ha
decidido
acabar con los lobos. Ya
forjado
ha sido el fuerte hierro
de tu muerte.
Lobo sajón, has
engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres
el último.
Mil años pasarán y un
hombre viejo
te soñará en América. De
nada
puede servirte ese futuro
sueño.
Hoy te cercan los hombres
que siguieron
por la selva los rastros
que dejaste,
furtivo y gris en la
penumbra última.
No se sabe qué día murió ese
último lobo salvaje inglés. Aunque sí que a principios del siglo XVI, en ese
país, ya habían sido exterminados. En cambio, por lo que respecta al
continente, disponemos de algunas efemérides lobunas. Paul Mégnin, en su Gibiers
rares de France (París, 1942) cuenta que en Morbihan, en el invierno de
1880, una niña que jugaba en una granja fue parcialmente devorada por un lobo y
que en 1914, en La Coquille, en el Perigord, otra niña, a las ocho horas de la
tarde, cuando atravesaba un bosque al regresar de la escuela, fue sorprendida
por una manada que sólo dejó algún hueso, los vestidos y una cestita. Sin embargo
es M. Tripier, nos dice Mégnin, quien en un estudio titulado Les derniers
loups de France, ofrece la fecha del último ataque mortal en Francia a un
ser humano por parte de lobos. Lacónico, el especialista, asevera: “El último
francés caído bajo los dientes del lobo fue una anciana devorada el 2 de
octubre de 1918 cerca de la Chapelle-Montbran, en Alto Vienne”. Por lo que
respecta a España reseñar el ataque, a lo mejor el último con esas
peculiaridades, que narra el mastozoólogo Ángel Cabrera en su obra Mamíferos
(Madrid, 1914): “En Diciembre de 1895, la diligencia que hace el servicio entre
Riaza y Segovia fue asaltada por una manada de lobos, que llegaron hasta
ocasionar el vuelco del carruaje, resultando heridos dos viajeros y con graves
mordeduras las caballerías.”
Jorge Luis Borges murió en
Ginebra el 14 de junio de 1986. Y murió ciego. De hecho lo fue desde muchos
años antes. Los documentos que dan fe de ese proceso de pérdida de visión nos
dicen que fue hereditario y paulatino. Imaginamos a Borges imaginando los
libros de su biblioteca a medida que día a día iba cobrando conciencia de que
no volvería a poner los ojos en ellos. Ese diccionario, ese manual, esa
tragedia, debieron de tener una última fecha de lectura; luego, a lo que
parece, alguien, su madre, su secretaria, pudieron leérselos. Todos pasamos o
pasaremos por esa dolorosa circunstancia. No quizá por la ceguera sino por esa
muerte, más cruel que la definitiva, que es la enfermedad o la invalidez. Tengo
ante mí, al alcance de la mano, un libro extraordinario; se trata de Il
Cavallier del Sole, che con l’ arte militare dipinge la peregrinatione della
via humana, et le proprietà delle virtù, e de vitti, et come s’ ha da vivere
per ben morire. Tradotto nuovamente di Spagnolo in Italiano per Messer Pietro
Lauro. Lo adquirí en Madrid en una subasta. Es la traducción al italiano de
El Caballero del Sol, libro de caballerías a lo divino, que con el título Peregrinación
de la vida del hombre puesto en batalla debajo de los trabajos que sufrió el
Caballero del Sol en defensa de la Razón fue publicado en Medina del Campo
en 1552 y cuyo autor fue el presbítero palentino Pedro Hernández de
Villaumbrales. Explica el catálogo del subastador que ese ejemplar, en 8º,
publicado en Venecia en 1557, disfruta de bella tipografía cursiva y de hierros
dorados en el lomo aunque, lo que me inclinó a pujar por él, fue el final del
informe: “Primera edición italiana, de la que no hay referencias de ejemplar en
biblioteca pública española. El autor es uno de los buenos prosistas ascéticos
del XVI. Rarísima.”
8 comentarios:
Soberbio, casi excesivo....
Da para varios relatos
Gran Lerín.
"No basta ser cruel. Eres el último".
Magnífico dos en uno.
"... la peregrinatione della via humana, et le proprietà delle virtù, e de vitti, et come s’ ha da vivere per ben morire".
Parece que hoy día ya no se reflexiona ni nadie sentencia en este plan.
Leí una reseña de Familías como la mía en la que el reseñador decía que la novela era de,asiado inteligente que se pasaba y que la cosa la perjudicaba
Esos reseñistas...
Letum non omnia finit.
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