Cuenta Roberto de Robertis, en su relato “Lamer los
costados”, que acostumbraba a detenerse en la ciudad de Albricia cuando viajaba
a Puerto Lagos y a otras localidades de la costa. Parece que en Albricia
mantenía amistades del colegio y del instituto, de los años en que vivió en
casa de sus abuelos al fallecer sus padres en un accidente de tractor. Roberto
gustaba de reunirse con sus condiscípulos en el bar de Joe el Maestro y luego
comer, de forma reposada y larga, en el viejo restaurante de los hermanos
Sánchez. Una de las veces, quizá ya una de las últimas en que paró en Albricia,
sucedió que durante la comida alguien encontró un diente de rata en el interior
de un ñacle, un tipo de empanadilla de harina de centeno rellena de huevo duro
y carne vacuna picada. La vez siguiente, quizá la penúltima en que paró en
Albricia, alguien encontró los huesos de la pata delantera derecha de un
topillo pero, ante su asombro, la reacción general fue celebrarlo, coger la
pata y guardarla en un bolsita de tela que parecía llevaban ya dispuesta. En su
último viaje, Roberto fallecería en un accidente de tractor a las pocas
semanas, fue invitado a visitar el Museo de Zoología Sánchez, una institución
creada con los fondos suministrados por los pupìlos del restaurante Sánchez y
cuyo fin era mostrar los esqueletos, perfectamente montados, de las más
características especies de la fauna regional.
viernes, 7 de agosto de 2015
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2 comentarios:
Excelente y en el fondo nada incidental método para emprender una colección.
Lejos del bullicio de los restaurantes, la tranquilidad de un museo zoológico con su quietud neoclásica y su ilustración.
Saludos
Francesc Cornadó
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