martes, 7 de julio de 2009

Plazos

En otoño adquirió el nicho. Impecable. En el ala norte. A salvo de vientos llovedores. Lo visitaba a menudo. Siempre había cosas que hacer: unas telarañas, unas malas hierbas. Al año hizo pintarlo. Tono crema. En mayo colocó una verja. De hierro. Llegó el invierno. Y enfermó. Nada que fuera particularmente grave pero el médico le impidió salir. La primavera también fue fría. Mas él ya no aguantó más. La calle. El bus del cementerio. Era jueves, diecinueve de junio del año 2007. Avanzó por el camino empedrado sabiendo que algo iba a ir mal. Quiso tranquilizarse. Son las secuelas de la enfermedad, y el calor virulento que de golpe ha aparecido. Pensó. Mas ya de lejos vio cosas extrañas. Aceleró el paso. Y el corazón le iba a explotar. ¿Qué hacía ese hombre? De pie. ¿Retirando una escalera? La losa, de mármol, de color verde. Las letras, góticas, doradas. Su nombre. Y sus dos apellidos. Correctamente escritos. Siempre sufría si no los acentuaban. Miró al albañil. Y éste, solícito, al tiempo que se agachaba para socorrerle, dijo que lo enterramos hará un mes y, disculpándose, que la lápida no llegó hasta ayer.

1 comentario:

Iste dijo...

Ahora está aquí,
con nosotros.
Con los muertos, en la nueva Vida.