domingo, 3 de julio de 2022

Entrevista no publicada en su momento

 

-Bueno, primero que nada, saludarle y darle las gracias por su infinita solicitud. Creo, además, que últimamente le unen algunas cosas a México…



La maldita pandemia imposibilitó mi primer viaje a México. Sí, he de reconocer, sonrojándome, que no conozco aún ese país al que tanto debe la Literatura y las Artes en general. Por otra parte tengo el honor de pertenecer, desde hace unos meses, al Consejo Editorial de la Revista digital mexicana de Cultura La Mascarada y, además, cuento con la amistad del joven narrador Alejandro Espinosa Fuentes con quien comparto sello, el español Ediciones Contrabando.



-Como gran conocedor de la Historia, si pudiera viajar en el tiempo al pasado de México, ¿qué momento o qué fecha le metería al Delorean?…



Quizá, en el ámbito de la Literatura, elegiría el año 1924 para coincidir con el inconmensurable Alfonso Reyes en Veracruz, en la ciudad de México y en Monterrey. He de decir que Alfonso Reyes, su libro La experiencia literaria, en la edición bonaerense de Losada de 1952, supuso el bálsamo, la compañía gratificante, durante mi permanencia en el Ejército.



-Sabiendo que nos van a leer en una escuela literaria y por darle la vuelta un poco al lugar común, ¿qué les desaconsejaría a los autores noveles, a los escritores que están comenzando?



No hay peor apoyo que el de la prisa. Querer llegar pronto, querer concluir cuanto antes, querer ante todo triunfar. Cualquier texto requiere el poso que da el tiempo transcurrido, requiere la posibilidad de releerlo, requiere la obligación de corregirlo. Sólo la vanidad juvenil, impetuosa y estéril, nos lleva a publicar sin más... y luego no vale la excusa de que aquel desastre, o al menos aquella enorme ingenuidad, fueron fruto disculpable de nuestra adolescencia, física o intelectual. Claro, alguien dirá que también están los genios, esos seres monstruosamente impolutos que no necesitan jabón, ni cincel; pero, la verdad, es que van quedando muy pocos; ¿apenas uno?



-Sobre el oficio en sí, ¿qué le cuesta más: escribir o pensar sobre lo que va a escribir?



Sin duda escribir. Buenas ideas, excelentes ideas incluso, hay muchas, pero pocas las que son plasmadas correctamente sobre un papel. Quizá el consejo, en este caso, iría por la vía de la inmediatez; cuando aparezca ese destello genial corramos a transcribirlo, intentemos que su versión escrita se parezca lo más posible a la imaginada, en especial que reproduzca la atmósfera que lo envuelve. Y eso no quiere decir que esa sea la versión definitiva, como hemos dicho antes lo que ahora toca es sopesarla, pulirla, aguardar a que obtenga el nivel de excelencia que nuestra exigencia valore como suficiente.



-¿Puede un autor enamorarse de su propia prosa? Y si la respuesta es afirmativa, ¿a dónde le lleva eso?



El amor acerca contrarios y eso no es bueno en aras de la objetividad. Quiero decir que sí, que todo escritor, en algún momento de su carrera, sufre desvaríos amorosos relacionados con su escritura y esa obnubilación, ese decaimiento de la distancia crítica, obra en negativo a la hora de mantener una redacción apropiada.



-¿Qué valora más positivamente cuando lee un texto actual, por ejemplo una novela o un libro de cuentos?



Da igual el género del que estemos tratando, da igual novela, cuento, poesía, crónica de sociedad, hoja parroquial o crónica taurina, lo que importa es el ritmo de la narración, la música de la misma, ese es el factor capital para evitar que el libro se caiga de las manos.



-Le he oído comentar varias veces -y en su libro Cuaderno de campo queda registrado- que le repatean esos autores que afirman “que se lo pasaron muy bien escribiendo su novela”. ¿Hay que sufrir para escribir? ¿Un poco? ¿Mucho? ¿Tiene usted una visión calvinista de la Literatura?



Los libros son baratos, cualquier aproximación a la barra de un bar o a la de una cafetería excede el presupuesto de compra de una edición en rústica, pero la elección de cómo gasta el dinero el consumidor no es materia que incumba al escritor, que debe agradecer siempre la compra de sus libros sea quien sea el que los compre, sea cuál sea su situación económica. Agradecimiento y trabajo pues, aunque tampoco, claro, hasta quedar exhausto, pero sí dedicación seria a lo que se hace, que escribir es un acto de gran responsabilidad, no un pasatiempo televisivo o una francachela con entusiastas del vino peleón. El lector se lo merece.



-Nuestro público mexicano quizás no sepa que publicó varios poemarios muy aplaudidos en los sesenta y luego estuvo 33 años sin escribir. Mi pregunta es: ¿nada de nada? ¿Ni cartas?



Habría que distinguir entre escritura y publicación. En 1964, 1971 y 1987 publiqué tres libros fruto de la escritura poética que manejé entre 1959 y 1973, año en que dejé la creación literaria, hasta volver, en 2009, con la edición de Fámulo, al que siguieron Hiela sangre, Libro de la confusión, Ciudad Corvina y Grafo pez, todos con versos posteriores a 2006. Durante esos años de agrafía poética sí escribí, empero, no sólo cartas, sino informes para sociedades de prospectiva y artículos de corte académico sobre ornitología de campo, y quizá eso también sea literatura.



-En su faceta como jurado, estuvo recientemente ejerciendo en el Premio Formentor. Que este año recayó en el argentino César Aira. ¿Pudo tocarle? ¿Es humano? ¿Cómo fue?



Es la tercera vez que ejerzo de miembro de jurado en el Premio Formentor, literario e internacional. En 2016 lo concedimos al recientemente malogrado, el ensayista y editor italiano Roberto Calasso, en 2018 al prosista y poeta rumano Mircea Cartarescu, y ahora, en 2021 al narrador global argentino César Aira. Lo cierto es que los miembros del jurado tendemos a mantener una distancia de seguridad respecto a los autores que premiamos, algo así como un muro de respeto o, quizá, una burbuja de aislamiento encaminada a disipar dudas sobre posibles enjuagues que, en el caso del Premio Formentor, puedo asegurar que son absolutamente inexistentes. No digo nada nuevo afirmando que César Aira es un hombre retraído, no partidario de muchedumbres y menos de tocamientos periodísticos. ¿Humano, quizá sí?



-¿Cuándo le vamos a ver en la silla F -¿o en la L?- de la RAE? ¿Dónde se puede votar para proponerle?



Creo que existen oficinas destinadas a este tipo de escrutinios... pero ahora mismo no recuerdo dónde queda la más cercana a su domicilio.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

en su momento??

Ferrer Lerín dijo...

Me entrevistaron para una revista digital mejicana vinculada al sector editorial y a los cursos sobre escritura, pero algo falló y la revista dejó de publicarse. Pasados varios meses he optado por sacarla a la luz.

Anónimo dijo...

Muy buena.

Ferrer Lerín dijo...

También la he publicado en https://www.facebook.com/FerrerLerin/?ref=pages_you_manage

Ferrer Lerín dijo...

Y en https://www.facebook.com/francisco.lerin/

MARIA VALDES dijo...

Leo las entrevistas que te hacen como quien va a un curso de escritura (y de vida), aprendo mucho y confieso, con vanidad, que sueles confirmar lo que pienso o sospecho. Lo de "llegar a...", justo hoy me levanté pensado en eso. Llegar a los noventa años, llegar a lo que sea. Esa manera de ver las cosas tiene peligro y trampa, creo. Interesantes respuestas, como siempre.

Ferrer Lerín dijo...

Gracias, María. Cumplimentar cuestionarios es un oficio que no se me da mal.