Esperé a que tomara la curva. Se distanciaría pero la
superficie susceptible de recibir el disparo sería mayor. Disparé. Y cayó. Mi
primer ciclista. Arranqué. Y fui hacia él. Había muerto. Todo fue rápido
entonces. Lo arrastré a la cuneta. Lo desvestí. Introduje en el maletero la
indumentaria y la bicicleta. Rajé el cadáver hasta eviscerarlo parcialmente. Y
lo empujé talud abajo. Ya vi buitres. No tardaron. Mientras maniobraba para dar
la vuelta empezaron a bajar. Al alejarme contemplé por el retrovisor cómo se
abalanzaban sobre el cadáver. La bicicleta la llevé al punto limpio. La
indumentaria al atrio de la iglesia del Carmen. La codician los gitanos.
miércoles, 27 de diciembre de 2017
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11 comentarios:
CONCLUSIÓN: Por obra y gracia del resuelto tirador el primer ciclista dejó de ser mortal y devino en lo contrario.
PUNTUALIZACIÓN: A pesar de las ansias necrófilas de algunos cazadores enajenados todas las rapaces siguen vivitas y coleando.
Un relato que se incorpora a la tradición leriniana del rifle oculto > en una arqueta de riego en "La Huerta Dumbo" o en el maletero del coche del protagonista en "Obrero escalador"
habría que buscar antecedentes en el clásico OBRAS PUBLICAS
¿La bicicleta es lo que codician?
A veces Ferrer Lerín da miedo
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Antecedentes
Siluetas muertas Llegó la hora
El disparo.
Ya sabes que este tipo de violencia no me gusta.
Entonces, ¿qué tipo de violencia es el que te gusta?
Sólo la lectura es cruel.
La narración es limpia.
Es la magia del desafuero.
podría ser que la palabra para describir estas historias lerinianas sea desasosiego, o asfixia
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