Arancha es una niña limonera; limonera porque goza de gran
viveza en la expresión facial y porque sus pupilas son de color amarillo. De
todas mis amiguitas es con la que tengo más puntos de coincidencia y con la que
quiero pasar los últimos años de mi vida. Surgida en los albores de la
revolución turística del pirineo aragonés, ha mantenido intactos los caracteres
infantiles primarios y secundarios, hasta el punto de que a menudo es
confundida con un caracol o, al menos, con una fila de ellos. Las pasadas
Navidades la entrevisté, en compañía de Olguita Lucas, en Casa Fau, centro
neurálgico de la ciudad de Jaca y que, a menudo, hace las veces de oficina.
Dimos un repaso a la actualidad regional, nos entretuvimos en la descripción de
algunos detalles del atrio oeste de la seo pero, fundamentalmente, hablamos de
las carreras de caracoles. Arancha organizaba, siendo muy pequeña, con sus dos
hermanas, unas famosas carreras de caracoles en la galería de su casa colocando
lechuga en un extremo para atraerlos. Luego, ya con cinco años, perfeccionó el
juego colocando la lechuga sobre las rodillas de mamá y papá, sentados. Los
caracoles trepaban desde el suelo por las pantorrillas, y fue entonces cuando
Arancha descubrió que papá y mamá, al sentarse con las piernas cruzadas, no
mantenían la misma distancia en la separación del inicio de los muslos. Un
descubrimiento que estuvo a punto de hacerle perder la inocencia y desbaratar
por lo tanto nuestra amistad. Arancha, en esta entrevista, vestía blusa holgada
dinamitera y leggins de payasito coronados por falda-pantalón geotextil color
tanqueta. Tomó una doble de requesón y algunas galletas de pastahojaldre. Tengo
mis dudas de que la persona entrevistada en Casa Fau, en compañía de Olga
Lucas, fuera Arantxa Gómez Sancho.
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Arantxa Gómez Sancho
30 niñas, Valencia, Leteradura, 2014
1 comentario:
es indiscutible la consideración de todoterreno del escrito Lerín
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