Las secciones de Sucesos deparan, a veces, historias de gran
calado. Cuentan que en Sevilla el distinguido odontólogo Lesmes Griego
Grazalema adquirió un traje de lana frita, de la acreditada marca “Proctólogo”, para lucirlo en una boda. Tras la ceremonia religiosa, en la que permaneció de
pie para no arrugarlo, llegó cansado al banquete por lo que rápido buscó una
silla para zamparse, relajado, unos canapés de gallina. Tras la ingesta quiso
cruzar las piernas y así adoptar esa postura que tanto le gustaba, pero
comprobó que no era posible; la tela, las piernas, le resbalaban. Se levantó
sin dar importancia al asunto pero luego, ya en pleno ágape, le volvió el
cansancio y al intentar repantingarse se escurrió completo; todo su imponente
cuerpo se deslizó sobre la barnizada madera, desapareciendo bajo la mesa,
golpeándose fatalmente el occipucio con el borde del asiento.
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Es oportuno releer ahora estos dos textos premonitorios:
“...sentado en una silla, revólver en mano, sangrando por la
boca y con el pecho perforado. Sólo entrar, como si hubiera estado esperándome,
se dobló, hacia adelante, el peso del tronco y de la cabeza arrastraron el
resto del cuerpo y deslizándose, como una serpiente aplanada, como en los
dibujos animados, se convirtió en un fardo.” (Familias como la mía, p. 191)
“ ...se lamentaba de que desde hacía algún tiempo le
resbalaban las telas: al desvestirse caían las prendas al suelo aunque las
dejara en una silla o incluso en el galán de noche y, en los banquetes de la
Sociedad Mundial, necesitaba ayuda constante del servicio de camareros ya que
no lograba mantener la servilleta sobre los muslos.” (Gingival , p.31)
1 comentario:
Me acuerdo de "No se culpe a nadie" de Julio Cortázar
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