sábado, 3 de noviembre de 2012

Otro plagio inverso


Leo en Babelia (1.092), en un artículo de Carlos Boyero, cuatro versos desordenados del poema “hôtel fraternité” que su autor, Hans Magnus Enzensberger, incluye en el libro Poesías para los que no leen poesías y compruebo que el parecido entre estos versos y los de mi poema “Los humildes” es portentoso. La primera edición de esa antología de Enzensberger, preparada por él mismo, se publica en Alemania en 1962, y la traducción española, a cargo del cubano Heberto Padilla, en 1972. “Los humildes” se publica por primera vez en el libro De las condiciones humanas (Trimer, 1964). La versión de Padilla aparece en Barral Editores y es uno de los libros que Carlos Barral nos regala a los colaboradores; libro que entonces no leí (y tampoco después) ya que hubiera descubierto al instante la gran semejanza entre ambos textos:      

  

hôtel fraternité

el que no tiene con qué comprarse una isla
el que espera a la reina de saba frente a un cinematógrafo
el que rompe de cólera y desesperación su última camisa
el que esconde un doblón de oro en el zapato roto
el que se mira en el ojo enlacado del chantajista
el que rechina los dientes en los tiovivos
el que derrama el vino rojo en su cama dura
el que incinera cartas y fotografías
el que vive sentado en los muelles debajo de las grúas
el que da de comer a las ardillas
el que no tiene un céntimo
el que se observa
el que golpea la pared
el que grita
el que bebe
el que no hace nada

mi enemigo
agachado en el balcón
en la cama encima del armario
en el suelo por todas partes
agachado
con los ojos fijos en mí
mi hermano.


  

Los humildes

Al que bulle en desafío y los manjares esparcidos;
al que conoce la modestia del helecho, numen contrito;
al que avergüenza la claridad del sol y baña su rostro en la ternura de las lágrimas;
al que recorre las provincias más antiguas saludando con los brazos, mástil altivo;
al que recuerda y sus labios ya no son buenos;
al que amasa el pan de los días entonando migajas terrenales;
al que se desvía por el frío, por el viento, por las olas o por el miedo;
al que desprecia, y los ojos sellados;
al que está seguro de su desastre;
al que teme las fuerzas desconocidas;
al que abre la puerta todas las mañanas y espera encontrar un mirlo;
al que mata y su cerbatana es recia;
al que de nombre tiene el grito de un pájaro y sus piernas aún caminan;
al que es torturado por los buscadores de algo;
al que es huraño y los suyos comen raíces;
al que pasea una urraca atada a un cordel encontrado;
al que posee una casa y un cerdo y una cabra y nada veloz en la charca de su vecino;
al que es consagrado a las labores del amor y su vientre es estéril;
al que corretea junto al arroyo, una zarza lacerando sus rodillas;
al que oye la voz del dueño retumbar en los acantilados;
al que es joven y sus espaldas anchas;
al que descubre la vida bajo una piedra plana;
al que bebe sangre, leche, grasa, y sus padres llaman mudo;
al que se cobija en los matorrales, los demás riendo;
al que da nombres a los arados, hachas, esteras y amigos;
al que siempre está solo, una encina dibujada;
al que lleva en los bolsillos trozos de papel, piedras de río y una sabandija;
y al que el paso del tiempo le produce tedio, una mano enguantada.


-----


Notas:

1.- En 1962 hice llegar a José María Valverde un manuscrito con varios poemas, entre ellos Los humildes, que conformarían mi primer libro, De las condiciones humanas. Cuando los hubo leído me citó en la Universidad (cita a la que acudí con Pedro Gimferrer) y, ante mi (nuestro) asombro, mostró su desaprobación por este poema; dijo no entender lo que yo pretendía y que cuestiones tan serias como la humildad y la oración las utilizaba de modo arbitrario. 

2.- Heberto Padilla era el autor de una de las tres citas que encabezaban el libro de poemas  La hora oval con el que participé, a instancias de los convocantes, en cierto certamen literario, y que luego se publicaría en la colección Ocnos. Al entregar el texto a uno de los miembros del jurado este me pidió que descartara la cita para no significar políticamente a los demás miembros ya que el libro iba a ser el ganador y no estaría bien tenerlo que modificar tras el veredicto. Por cierto, La hora oval no ganó, pero, eso sí, quedó finalista.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Parecido uso de la anáfora. Sensacional "Los humildes".

Sr. Tarraque dijo...

Nuevo Caso Padilla

Istefel dijo...

El que/ al que camina con pasos de madera por el vestíbulo con soga
el que/ al que pondera versos meticulosos
el que/ al que desesperación flagrante hermosas rosas
el que/ al que oportuno vio al muñeco de ojos enloquecidos
el que/ al que inoportuno se rasca la nuca
al que nunca ya en misa estuvo
Y francamente un sello en los labios.

Los desdoblamientos se multiplican, se diversifican y ya a estas alturas apenas asombran. Jose Maria era alto, quizá un ser de otra dimensión, de otra galaxia. Al menos, me lo parecía. Solitario por el corredor.

Anónimo dijo...

Don Paco, gracias. Episodios, recuperaciones como éstas conforman la verdadera historia de la literatura.

Anónima dijo...

Parece imposible que no se haya producido un "acto de copia"

Anónimo aquel dijo...

Don Paco y don Hans sabían que hacían un homenaje al seguir estas alucinantes listas, un homenaje a los surrealistas.

Otra anónima dijo...

señor istefel también es usté un buen poeta