Tres novelas
importantes en mi relación con la historia de la literatura. La primera, Congreso en Estocolmo de José Luis
Sampedro, la segunda, El amante de Lady
Chatterley de D.H. Lawrence y, la tercera, Trópico de Capricornio de Henry Miller.
Congreso en Estocolmo, publicada en 1952, fue la mercancía
clandestina que el club de jugadoras de bridge al que pertenecía mi madre hacía
circular entre aspavientos y sonrisas cómplices. Pese a mi corta edad supe de
ella aunque, como es lógico, se impidiera que mis ojos, y demás sentidos,
pudieran turbarse leyendo sus páginas. En 1958 me hice con el ejemplar que se
guardaba bajo llave en el despacho de mi padre y, desde 2007, por
circunstancias que no tienen nada que ver con aquellas cuitas familiares,
mantengo una buena amistad, no libidinosa, con José Luis Sampedro y su mujer la
escritora Olga Lucas.
El amante de Lady Chatterley llegó a mí en 1959 gracias a una cleptómana
argentina instalada en Barcelona. Era una edición mejicana de nefasta
tipografía y peor traducción. Recuerdo que cuando en 1980 la contrasté con la
de Francisco Torres Oliver publicada por Alianza no reconocí muchos de los
pasajes. En cualquier caso tanto la edición mejicana como la española contenían
un diálogo, entre Hilda y el guardabosques Oliver Mellors que, debido a mi
ética ambiental, me produjo mucho más desasosiego que las supervaloradas
escenas eróticas; se daba cuenta, con toda naturalidad, de la intención del
guardabosques de matar una rapaz nocturna, sin duda para configurar la
brutalidad del personaje. No conservo ninguna de las dos versiones por lo que
he recurrido a otra, on line, en la que, eso sí, la rapaz nocturna es una
lechuza y no un búho:
-Puedo
encontrar el camino perfectamente sola -dijo.
-Dudo
que pueda -contestó él con tranquilidad.
Volvieron
a bajar de nuevo por el sendero en silencio y en una fila ridícula. La lechuza
seguía ululando. Mañana tendría que matarla.
Trópico de Capricornio formaba parte del
lote que mi padre compró a un viajante de artículos non sanctos, lote en el que
también se hallaban las Obras Completas de Sigmund Freud en la edición en dos volúmenes de López-Ballesteros
para Biblioteca Nueva (Madrid, 1948) y las Memorias de Casanova, también en dos volúmenes, ilustrados por Serny, en
la colección El Arco de Eros de E.D.A.F. (Buenos Aires, 1962). Trópico
de capricornio, la más famosa e intensa obra de
Henry Miller, conformó los inicios de mi escritura en prosa y, quizá como
homenaje, aparece en las páginas 321-322 de Familias como la mía a propósito del término “doppelgänger”:
Nada hacía presagiar el uso, en este texto, del
vocablo alemán “doppelgänger”; quizá, y buscando los tres pies al gato, pudo
influir cierta reciente y tenue propagación del término aquí y allá en
documentos pretenciosos. En cualquier caso, la única conexión del autor con la
palabra, se produjo merced a la novela Trópico de Capricornio de Henry Miller en cuya página 188
(cito por la tercera edición, 1964, Santiago Rueda Editor, Buenos Aires,
traducción de Mario Guillermo Iglesias) puede leerse “-Eso, Miss Abercrombie
–le dijo-, es una especie de Doppelganger a mi verdadero miembro.”
A mediados de la década de los sesenta Ferrer Lerín
poseía un ejemplar anotado de Trópico
de Capricornio al alcance de sus amigos más tenaces en al arte
masturbatorio. En la primera guarda se daba relación, a lápiz, de las páginas
en las que aparecían los pasajes más sugestivos. Uno de los receptores del
ejemplar, el castellonense Norberto Tuerto, fue sorprendido por su padre en
acto contranatura y, arrebatándole el catecismo, lo descuartizó y echó al
fuego. Después preguntó de quién era y qué valor pecuniario tenía, y así pude,
resarcido, adquirir otro ejemplar –éste que manejo- aunque, no sé ahora, si el
masacrado sería tercera edición u otra anterior.
5 comentarios:
"El amante de Lady Chatterly" y los Trópicos de Henry Miller han sido una ineludible lectura juvenil durante varias generaciones. Aunque imagino que no fue lo mismo leer uno de estos libros a principios de los 60 que hacerlo en los años 90. Ignoro si las nuevas generaciones los siguen leyendo.
No conozco el de José Luis San Pedro.
Devoré los Trópicos y El amante de Lady Chatterley. Aunque no leí la mencionada novela de Sampedro, me deslumbró Octubre, Octubre. También en aquella época, leí Delta de Venus y alguno de los diarios de la sensual y extravagante Anaïs Nin, fuertemente influida por D.H. Lawrence y H. Miller.
Gracias, Sr. Lerín por la aclaración respecto a la naturaleza de su actual amistad con el Sr. Sampedro; de no haberlo hecho... ¡no sé qué hubiésemos pensado!
Es muy significativo que José Luis Sampedro se haya hecho famoso con lo de los indignados y demás obviedades y en cambio una novela como Congreso en Estocolmo no sea conocida no solo por los dos comentaristas sino por la mayoría de gente que conozco
La novela de Sampedro es de una época en que no se difundía la información. Otra cosa sería ver si es una buena novela.
http://irenia.blogia.com/2005/070401-congreso-en-estocolmo-jose-luis-sampedro.php
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