miércoles, 11 de julio de 2012
Lamentables vacilaciones
Venía andando de la granja de Nabo Gordo e iba hacia Puente
Nuevo cuando, al llegar al desvío de la cabañera, dudé qué camino tomar
eligiendo al fin la carretera general. Circulaba en ese instante por ese punto
una Berlingo y el conductor, al ver que me disponía a pisar la calzada,
disminuyó de modo notable la velocidad lo que supuso un retraso de seis
segundos en su paso por la curva y, por consiguiente, la interferencia con el
vuelo de un macho de gorrión –Passer
domesticus- que venía de comer grano de un campo de cebada y que se estampó
en el parabrisas para ir a parar, rebotado, a la cuneta. Volví a dudar, esta
vez entre dejar el calentito cadáver en un campo de alfalfa recién segado, al
alcance fácil de algún milano, o trasladarlo en mi coche aparcado en la fuente
de La Cazoleta (al lado de Puente Nuevo) hasta R.C.E. (Recodo del Camino de
Eléctricas), enclave en el que acostumbro a echar restos para carroñeros, allí
muy abundantes. Decidí transportarlo pero, el minuto perdido elucubrando,
supuso que el semáforo del Paseo de la Constitución cambiara de verde a rojo
cuando yo estaba a pocos metros y, por no saltármelo, pegué tal frenazo que se
abrió el portón trasero al tiempo que el conductor del descapotable que me
seguía volaba por encima del parabrisas para aterrizar en mi maletero donde su
cabeza estalló desparramando los sesos sobre el pequeño pájaro arruinando la
posibilidad de convertirlo en alimento de necrófagos al prohibir, un policía
local, que lo despegara del viscoso magma ya que constituía, dijo, una
fehaciente prueba acusatoria contra la empresa de mantenimiento del semáforo de
marras, famoso por sus bruscos cambios.
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7 comentarios:
Y llevó a los necrófagos los dos cadáveres?
Ninguno. No me dejaron.
Con hálito contenido, Armando Lutaca Biracana se disponía ya a apretar el gatillo del rifle de repetición automática, cuando algo se interpuso en la línea de tiro que unía la cerviz de F.F.L. con el punto de mira. Optó el sicario por retener unos segundos el disparo definitivo, mas en ese instante el poderoso vate y profeta del naipe se incorporó para acercarse al frigorífico con intención de hidratarse con Sunny Orange, su refresco predilecto. No hubo otra alternativa que recurrir al plan B, que no era otro sino la fastidiosa persecución encarnizada a través del tráfico de la ciudad, en hora punta. En su precipitado descenso por las escaleras de la vivienda de alquiler hacia el garaje donde aguardaba el flamante descapotable, dio de bruces con Urbano Maforoso Ambar, el cual, consternado, refirióle su gran desolación por su labor diaria de arreglo y composición de semáforos, ya que el de la esquina de San Pancracio con Santos Pájaros se negaba obstinadamente a cumplir con sus cadencias de intermitencia óptimas. Armando, destemplado, ignoró al vecino, y veloz, encaminó sus pasos hacia el automóvil flamígero. Aguardó. Tras una considerable espera, vio aparecer en el portal al ominoso poeta dirigiéndose hacia su comatoso cuatro por cuatro. Dio entonces inicio la persecución velada, y al llegar a la intersección aludida por el exasperante revisor de inertes reguladores de tráfico, el implacable hado materializado en brusco y repentino frenazo del precario transporte distribuidor de carroña, quiso catapultar a Armando por los aires, y en su proyectado vuelo hacia el maletero de la inefable tartana precedente, justo antes de incrustarse definitivamente entre una nube de cristales y sangre, comprendió en la postrer fracción de segundo, que aquello que reposaba solícito, en su interior, no era otra cosa que el pequeño cuerpo, ya sin vida, del Passer domesticus que interfirió la trayectoria del proyectil destinado al magno cerebro del Ruiseñor de Jaca.
Famoso por sus bruscos cambios.
Me doy cuenta al leer este artículo de los pocos descapotables que se ven por nuestras carreteras, será por el riesgo a salir ó ser despedidos, je, je.
Hay que ver... sesos de gorrión con sesos de conductor...
una supersesada
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