Llevaba varias semanas sin poder saldar la deuda. La compra mal programada de unos rotuladores había dejado pendiente el pago de 1,27 euros. Dos largas ausencias debidas a la boda de mi sobrino Sento en Barcelona y a la firma del contrato de edición del libro Papur en Zaragoza, sumadas a la tardía apertura de los comercios locales incompatible con mi horario de merodeo, prolongaban el sufrimiento que se originaba, dada mi condición de gran formalidad, al no resolverse con prontitud el conflicto. Así pues, esta mañana, encontrar abierta la papelería y regularizar la situación con el mismo dependiente que me había atendido supuso tranquilizarme e incluso alcanzar la satisfacción que muchas veces trae consigo la culminación de un proceso.
No esperaba que la pareja de aviones roqueros –Ptyonoprogne rupestris- estuviera ya afincada en el atrio occidental de la catedral. Por estas fechas, otros años, no se les veía evolucionar por la seo y por la plaza de San Pedro; o no habían regresado de sus cuarteles de invierno o se mantenían acantonados en solanas y lugares resguardados de los alrededores de la ciudad. Hoy, gozosamente, estaban aquí. Emitiendo débiles “chich” y “chrri” volaban rápidos sobre las cabezas de los feligreses, ignorantes de la presencia aviar, y se posaban breves instantes en los pequeños resaltes de la bóveda de cañón. Un aéreo y sutil complemento a la belleza del profundo pórtico.
Ano Cabarro Santisteban fue el rey de los energúmenos locales. Cazador, pendenciero, alcohólico irredento, por fín había reventado. Un grupito de curiosos se arremolinaba frente a la esquela pegada a la reja del atrio. La mala vista y la necesidad de alcahueteo proverbiales en las clases pasivas mantenían la cohesión e impedían que nuevos oteadores descubrieran la identidad del protagonista del documento. Pero, de vez en cuando, se producía una brecha y otro lector comprobaba aliviado que todavía no era él quien había fallecido sino, en este caso, un individuo más joven y, además, una acreditada mala persona, lo que triplicaba el placer y daba sentido a este inicio de la primavera.
domingo, 20 de abril de 2008
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1 comentario:
Ayer colgué en mi blog (Obiter dicta)una entrada comentando su Bestiario. La verdad es que su lectura me ha supuesto un verdadero deleite.Es un tipo de literatura que me gusta leer y, en la medida de mis posibilidades, también escribir. Mi enhorabuena.
Me interesaría, si no tiene incoveniente, poder contactar con usted vía e-mail (mi dirección es ordazg@hotmail.com), pues mi intención es hacerle llegar un ejemplar de mi folleto Conradiana.
Un abrazo.
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