jueves, 28 de febrero de 2008

Mantis religiosa





























DE AETATIBUS MUNDI IMAGINES (Objeto complejo)
Autor: Hollanda, Francisco de (1517-1584).
Fecha: [1545-1573].
Descripción Física: 1 álbum sobre papel amarillento verjurado ([4], 89 p.) 415 x 285 mm.
Descripción: En la port., en capitales doradas: "GLORIA TIBI / IN OMNIBUS".
Filigranas pendientes de estudio que hacen referencia a tres papeles diferentes.
Barcia 6924-7075.
Blanco, Francisco Cordeiro. Identificación de una obra desconocida de Francisco de Holanda. En: A.E.A. 1955 p. 1-36.
Deswarte-Rosa, S. Les "De Aetatibus Mundi Imagenes" de Francisco de Holanda.
Deswarte-Rosa, S. Par-dessus l’épaule de l’artiste ... Arquivos do Centro Cultural Calouste Gulbenkian. Vol. XXXIX (2000), p. [231-263].
Pereda, F. Antigüedades judías y piedad cristiana ... En: Reales Sitios. 2003 año XL, n. 156, p. 2-15.
En diferentes inscripciones ms. autógrafas se fechan los dibujos entre 1545 y 1573.
La datación del álbum es incierta; parece que se comenzó en 1545, pero podría alargarse hasta los primeros años de la década de 1570.
Port. en pergamino, con toques de oro y gouache.
Precedido por 4 p. ms. de orden.
Resumen: Francisco de Holanda (Lisboa, 1517-1584) es el prototipo de artista renacentista, polifacético y de sólida formación humanística. Trabaja con su padre, iluminador, en la corte portuguesa en tiempos de Juan III, cuando por su valía es invitado a formar parte del séquito del embajador portugués, Pedro de Mascarenhas, en su viaje a Roma, donde permanece desde 1538 hasta 1540. Allí llega a conocer y tratar a las figuras más destacadas de la vida romana, acudiendo a los principales círculos intelectuales y artísticos y llegando a ser amigo personal de Miguel Ángel. Comienza en ese momento su colección de dibujos de artistas italianos relevantes. A su vuelta a Portugal plasma en sus obras todos sus conocimientos. El códice De aetatibus mundi imagines es el más tardío de los tres conservados de este artista. Lo identifica F. Cordeiro Blanco en 1953 entre el fondo de dibujos de la Biblioteca Nacional y lo estudia en profundidad S. Deswarte. En la obra destaca la compleja iconografía plagada de citas y detalles eruditos tomados directamente de sus vivencias romanas que reflejan su infatigable curiosidad intelectual. Las imágenes, que se desarrollan en escenarios arquitectónicos renacentistas, se complementan con inscripciones en latín que recogen citas de autores latinos clásicos dentro del sentimiento renacentista de respeto y admiración hacia la Antigüedad. Distribuye la obra en seis edades: cinco para el Antiguo Testamento y una para el Nuevo Testamento, finalizando con el Apocalipsis. A lo largo de sus páginas se aprecia un predominio de la parte gráfica sobre la escrita.


Biblioteca Nacional. Madrid.

miércoles, 27 de febrero de 2008

2-3-65

18:30 h. - Empiezo a separarme de la pared enca­lada. Además un molesto hormigueo me impide cerciorarme de la totalidad de los espectadores. Doy a Margie un nombre acabado en “o”.

18:35 h. - Ni la fisura es tan grande ni el hombre de la camisa azul me odia tan profundamente. Margie me acaricia.

18:37 h. - Ya me he separado bastante de la pared encalada. Olvido ahora el lugar de mi nacimiento y momentáneamente río. Un hombre alto con los brazos caídos ríe también de mi travesura. Margie ha subi­do a la torre.
18:39 h. - El hombre alto de los brazos caídos juega con los hombros de Margie. Un aire general de fiesta acude al lugar de los acontecimientos. Formo con la cortina de la puerta un gracioso contorno. Se aplaude en el foro. La otra mujer del otro invitado se despide.

18:47 h. - Una distancia superior a la que yo hu­biese deseado me separa de la pared en­calada. Contemplo tranquilamente la fi­sura hasta que la necesidad ineludible de ser interrogado prefigura una violen­ta discusión. Uno de los comparsas es derribado de su montura y ya en el suelo su mirada se cruza con la mía. Hay un ins­tante caótico. Debo repetir que fui ecuá­nime y un viejo militar arrastra a Margie hasta los espectadores.

18:55 h. - Pasó quizá una nube ante mis ojos pero algo que no puedo perdonarme impidió a mi acusador articular la frase decisiva. Estoy de nuevo afuera y añado a la ante­rior observación de la fisura una fugaz impresión de hastío. Tengo a Margie a mi lado con sus hermosos cabellos pe­netrando en mi boca. Alguien golpea sua­vemente la puerta. Entran Brad y su ma­dre. La anciana no halla la facilidad de otras veces. Se disculpa y huye. Brad la deja.

18:59 h. - Brad me entrega el arma. Todos ríen.

19:00 h. - Tanto el hombre de la camisa azul co­mo un grueso sector de público investi­gan en un libro anaranjado sus posibili­dades de subsistencia. Creen equivocado un párrafo anodino que narra las se­cuencias finales de un drama. Incluso la turba intenta captar la tonada fluyente de un río que se describe en la última parte de la obra. La vieja arma da un agudo chasquido al apoyar mi dedo índi­ce en su fláccido gatillo.

19:15 h. - Muere el hombre de la camisa azul y un grueso sector de público. Margie se incli­na y besa a la mujer de Brad. Una con­fusión superpone las imágenes de la ma­dre y de la esposa. Brad asegura a Mar­gie que su madre ha sido realmente be­sada.

19:19 h. - Aparece el resto de los invitados que in­cluyen por esta vez a todos los miembros del juicio y al hombre de los brazos caí­dos. Este último saluda a Margie. Brad entrega personalmente tibios dones a to­da la concurrencia. Hay un general bienestar. Brad hace salir al grupo por la puerta trasera.

19:30 h. - Margie conduce a Brad al pie de un in­menso árbol. Allí le confiesa su identidad. Me abstengo de abrazar a la mujer de Brad. Aparece un dolor difícilmente localizable. Enumero otros lugares. La mu­jer de Brad profiere por fin la acusación. Sin embargo es ya demasiado tarde.

19:44 h. - Una casa rojiza iluminada por un foco inseguro en su pedestal de caña. Un hom­bre sale y saluda. Define su posición an­te el amplio horizonte de risotadas. Detiene primero a Brad y a su ambigua es­posa. Vuelve luego sus ojos hacia el foco y el elevado calor funde su másca­ra. Es inevitable una parodia de huida a cargo de la madre de Brad. Además una lengua excesivamente carnosa reco­rre mi estómago convocándome a un ric­tus indebido. Oigo mi nombre acentuan­do la anciana la preclara “o” final. Real­mente es una situación inútil. Intento ex­plicar la relación completa de los hechos. Por fin aparece Margie.

19:58 h. - Retorno a la fisura en compañía de mi hermana Margie. Noto una brutal opresión en mi pecho.

20:01 h. - Se me agota el léxico y he de nombrar a mis descubridores con la palabra que po­seo aún.

20:02 h. - Grito “Brad”.


1965

Papeles de Son Armadans. Núm. CXIV.
La hora oval. Ocnos. 1971.
Ciudad propia. Poesía autorizada. Artemisa Ediciones. 2006.

Guitar Lesson (1934). Balthus.

martes, 26 de febrero de 2008

Taxa Camarae

1. El eclesiástico que incurriere en pecado carnal, ya sea con monjas, ya con primas, sobrinas o ahijadas suyas, ya, en fin, con otra mujer cualquiera, será absuelto, mediante el pago de 67 libras, 12 sueldos.
2. Si el eclesiástico, además del pecado de fornicación, pidiese ser absuelto del pecado contra natura o de bestialidad, debe pagar 219 libras, 15 sueldos. Mas si sólo hubiese cometido pecado contra natura con niños o con bestias y no con mujer, solamente pagará 131 libras, 15 sueldos.
3. El sacerdote que desflorase a una virgen, pagará 2 libras, 8 sueldos.
4. La religiosa que quisiera alcanzar la dignidad de abadesa después de haberse entregado a uno o más hombres simultánea o sucesivamente, ya dentro, ya fuera de su convento, pagará 131 libras, 15 sueldos.
5. Los sacerdotes que quisieran vivir en concubinato con sus parientes, pagarán 76 libras, 1 sueldo.
6. Para todo pecado de lujuria cometido por un laico, la absolución costará 27 libras, 1 sueldo; para los incestos se añadirán en conciencia 4 libras.
7. La mujer adúltera que pida absolución para estar libre de todo proceso y tener amplias dispensas para proseguir sus relaciones ilícitas, pagará al Papa 87 libras, 3 sueldos. En caso igual, el marido pagará igual suma; si hubiesen cometido incestos con sus hijos añadirán en conciencia 6 libras.
8. La absolución y la seguridad de no ser perseguidos por los crímenes de rapiña, robo o incendio, costará a los culpables 131 libras, 7 sueldos.
9. La absolución del simple asesinato cometido en la persona de un laico se fija en 15 libras, 4 sueldos, 3 dineros.
10. Si el asesino hubiese dado muerte a dos o más hombres en un mismo día, pagará como si hubiese asesinado a uno solo.
11. El marido que diese malos tratos a su mujer, pagará en las cajas de la cancillería 3 libras, 4 sueldos; si la matase, pagará 17 libras, 15 sueldos, y si la hubiese muerto para casarse con otra, pagará, además, 32 libras, 9 sueldos. Los que hubieren auxiliado al marido a cometer el crimen serán absueltos mediante el pago de 2 libras por cabeza.
12. El que ahogase a un hijo suyo, pagará 17 libras, 15 sueldos (o sea 2 libras más que por matar a un desconocido), y si lo mataren el padre y la madre con mutuo consentimiento, pagarán 27 libras, 1 sueldo por la absolución.
13. La mujer que destruyese a su propio hijo llevándole en sus entrañas y el padre que hubiese contribuido a la perpetración del crimen, pagarán 17 libras, 15 sueldos cada uno. El que facilitare el aborto de una criatura que no fuere su hijo, pagará 1 libra menos.
14. Por el asesinato de un hermano, una hermana, una madre o un padre, se pagarán 17 libras, 5 sueldos.
15. El que matase a un obispo o prelado de jerarquía superior, pagará 131 libras, 14 sueldos, 6 dineros.
16. Si el matador hubiese dado muerte a muchos sacerdotes en varias ocasiones, pagará 137 libras, 6 sueldos, por el primer asesinato, y la mitad por los siguientes.
17. El obispo u abad que cometiese homicidio por emboscada, por accidente o por necesidad, pagará, para alcanzar la absolución, 179 libras, 14 sueldos.
18. El que por anticipado quisiera comprar la absolución de todo homicidio accidental que pudiera cometer en lo venidero, pagará 168 libras, 15 sueldos.
19. El hereje que se convirtiese, pagará por su absolución 269 libras. El hijo de hereje quemado o ahorcado o ajusticiado en otra forma cualquiera, no podrá rehabilitarse sino mediante el pago de 218 libras, 16 sueldos, 9 dineros.
20. El eclesiástico que no pudiendo pagar sus deudas quisiera librarse de ser procesado por sus acreedores, entregará al Pontífice 17 libras, 8 sueldos, 6 dineros, y le será perdonada la deuda.
21. La licencia para poner puestos de venta de varios géneros bajo el pórtico de las iglesias, será concedida mediante el pago de 45 libras, 19 sueldos, 3 dineros.
22. El delito de contrabando y defraudación de los derechos del príncipe contará 87 libras, 3 dineros.
23. La ciudad que quisiera alcanzar para sus habitantes o bien para sus sacerdotes, frailes o monjas, licencia para comer carne y lacticinios en las épocas en que está prohibido, pagará 781 libras, 10 sueldos.
24. El monasterio que quisiere variar de regla y vivir con menor abstinencia que la que le estaba prescrita, pagará 146 libras, 5 sueldos.
25. El fraile que por su mejor conveniencia o gusto quisiere pasar la vida en una ermita con una mujer, entregará al tesoro pontificio 45 libras, 19 sueldos.
26. El apóstata vagabundo que quisiere vivir sin trabas, pagará igual cantidad por la absolución.
27. Igual cantidad pagarán los religiosos, así seculares como regulares, que quisieran viajar en trajes de laico.
28. El hijo bastardo de un cura que quiera ser preferido para desempeñar el curato de su padre, pagará 27 libras, 1 sueldo.
29. El bastardo que quisiere recibir órdenes sagradas y gozar beneficios, pagará 15 libras, 18 sueldos, 6 dineros.
30. El hijo de padres desconocidos que quiera entrar en las órdenes, pagará al tesoro pontificio 27 libras, 1 sueldo.
31. Los laicos contrahechos o deformes que quieran recibir órdenes sagradas y poseer beneficios, pagarán a la cancillería apostólica 58 libras, 2 sueldos.
32. Igual suma pagará el tuerto del ojo derecho; mas el tuerto del ojo izquierdo pagará al Papa 10 libras, 7 sueldos. Los bizcos pagarán 45 libras, 3 sueldos.
33. Los eunucos que quisieran entrar en las órdenes, pagarán la cantidad de 310 libras, 15 sueldos.
34. El que por simonía quisiera adquirir uno o muchos beneficios, se dirigirá a los tesoreros del Papa, que le venderán ese derecho a un precio moderado.
35. El que por haber quebrantado un juramento quisiere evitar toda persecución y librarse de toda nota de infamia, pagará al Papa 131 libras, 15 sueldos. Además entregará 3 libras para cada uno de los que le habrán garantizado.

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La Taxa Camarae es una tarifa promulgada, en el año 1517, por el papa León X (1513-1521) con el fin de vender indulgencias, eso es perdonar las culpas, a todos cuantos pudiesen pagar unas buenas libras al pontífice.

lunes, 25 de febrero de 2008

Textos anónimos 1

“Un joven que vive amargado por el hecho de ser hijo ilegítimo, se da a la bebida. Pero cuando hereda un rancho de un donante desconocido, decide enderezar su vida, sacando la propiedad adelante, ayudado por un competente capataz.”

sábado, 23 de febrero de 2008

Registro

El color del verderol o verderón canadiense: azul-rojo
el color del fringilo de la isla de Timor: azul-verde
el color del cielo sin nubes
quinto del espectro solar
y que subido torna turquí
y aclarado celeste
y gríseo cárdeno eléctrico
y obscurecido suavemente mar o marino
el color principiante de mínimas frases de cosas útiles o inútiles:
sajonia cobalto montaña ultramar o ultramarino o ultramaro
ciba champanagra alizarina berlín parís hamburgo
erlanger metileno lyón prusia toluidina
soluble (derivado del lyón)
y tripano y turnbull (parecido al prusia).

1961

La hora oval. Ocnos. 1971.
Ciudad propia. Poesía autorizada. Artemisa Ediciones. 2006.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Lámina devota

















































Lámina devota



No vemos la espalda a los ángeles, el sexo
les naciera entre alas; reclinada la cabeza
sobre el divino hombro la perfecta alma.
Cruza la estampa una lluvia de besos
y se arruga en los bordes
por la ola de manos que del pan
al cabello se posan como el fuego
en el rincón de la fragua.

Cuántas veces recontaba las hileras:
la primera —de cinco, como todas—
con Bartholomaeus al frente seguido
del cordero que junto al dulce arroyo
pace y luego Ambrosius y los dos
ángeles acabando por el romano
Expeditus con la cruz de amarillos destellos.
Es fácil recordar con detalle toda
la estampa, pero ello no devuelve
la tierna infancia.

Así fue todo. Caminos donde las fuentes
manaban chorros de oro, cantos
en las tardes de Abril y en la mesa
frugales refrigerios a la espera
del lino de las sábanas.

(1970)

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Cónsul. Barcelona. Ediciones Península. 1987.

domingo, 17 de febrero de 2008

Lobsters (2007). María Martín Carmona.

Se describe una vida extraña

Crucé la habitación y hallé desvanecida a la mujer de mi amigo. Tuve el valor suficiente y registré sus prendas más íntimas: no llevaba nada que me interesara. Luego, en la cama matrimo­nial, la poseí: no volvió en sí hasta el final. Me miró y dijo: “Soñaba precisamente en ti”. Me separé y, tranquilamente, busqué, entre mi ropa desparramada, el tacto suave del arma. Sólo un disparo, y el vientre adquirió la rigidez precisa: descargué sobre la muerta, una lluvia de golpes, y no concluí hasta que su piel tomó un color harto desagradable. Odio el amarillo.
Los periódicos dieron detalles vergonzosos so­bre el crimen. Algunos resultaban hirientes para la sensibilidad del lector medio. Decidí, por lo tan­to, hablar con el director y amenazarle. Debían retractarse y pedir perdón por su falta de delicadeza. Todo ello me distrajo unos días, pero cuando las cosas empezaron a olvidarse, el abu­rrimiento se apoderó otra vez de mí y planeé otra fechoría.

1965

La hora oval. Ocnos. 1971.
Ciudad propia. Poesía autorizada. Artemisa Ediciones. Tenerife. 2006.

sábado, 16 de febrero de 2008

Citerón (2003)

















Fotografía: Ixone Sádaba

Necrofagia malagueña

Los ornitólogos Saturnino Moreno Borrell y Chelo Atencia Páez recopilan, en la revista malagueña Jábega, un amplio número de datos de carácter ornítico referidos a su provincia hasta ahora dispersos. La necrofagia atrae a investigadores y paisanos como se constata en los datos aportados por numerosos viajeros. Charles Waterton (1782-1865), viajero y naturalista, autor de Wandering in South America y Essays on Natural History, está en el sur de España en 1803, donde es testigo de una epidemia de fiebre amarilla que acabará con la vida de su tío y con la de 38.000 malagueños y de la que comenta: “En las playas se podía ver a los buitres picoteando y dando tirones a los cuerpos humanos que el viento de levante empujaba a la costa desde mar adentro donde habían sido llevados en barcazas tras sucumbir víctimas del vómito negro.” El londinense Richard Ford (1796-1858) incluye en su famoso Manual para Viajeros por Andalucía y lectores en casa la siguiente reflexión: “Los españoles, como los orientales, dejan con frecuencia los muertos para los buitres. (...) España es la tierra del buitre; bandadas de buitres se ciernen sobre los cadáveres y se elevan mohínos en cuanto se les molesta, escindiendo el aire ligero con sus pesadas alas.”

El Bestiario de Ferrer Lerín
Galaxia Gutenberg. 2007.

Bibliofilia 5

Recibo carta del gran profesor Solapas que me anuncia la inmediata consecución, tras largo tiempo de encierro en su refugio pirenaico, de lo que parecía imposible: disponer de un folio que pueda intercalarse entre cualquiera de las páginas de un libro sin producir en la lectura de éste ningún sobresalto. Viajo a la Cerdaña y, en la finca de Covarriu, encuentro al sabio, sereno, a la sombra de un celentéreo. Dice, como disculpándose por haberme hecho acudir, que quizá no haya para tanto, que todavía anda enfrascado en la culminación de la primera etapa del trabajo. Ha escrito una novela, “Ónice”, con una página flotante: colocando la hoja suelta sobre la que uno elija, el documento no se desvirtúa, antes bien se consigue acrecentar la intensidad de la acción y la belleza de su gramática. Como digo, Solapas declara hallarse todavía en el comienzo de la faena. El proyecto, ambicioso, quiere proseguir con la redacción de un folio no sustitutivo, sí intercalable, una herramienta que actúe ‘además de’ y no ‘en vez de’, y lo quiere para una obra ajena, elegida al azar en la calígine de su biblioteca (y que ha resultado ser “La Figuranta” de León Frapié en versión de Cristóbal Litrán para la valenciana Prometeo). Luego, más adelante, quiere lograr una página flotante intercalable universal, válida para todos los libros, al menos para los publicados en nuestra lengua española. Y como remate, si Dios le concede salud y unos años más de vida, espera conseguir el códice perfecto, la empresa soñada, un texto depurado en el que cualquiera de sus páginas pueda ser movida, trasladada de principio a fin, de fin a principio, sin distorsión general alguna y que sólo plantearía un problema; el no poder encuadernarse de modo convencional.

viernes, 15 de febrero de 2008

Mother and Child (1930). Philip Guston (1913-1980).

Pastores de lobos

Cerca del castillo de Lusiñán, antigua morada del hada Melusina, aún pueden encontrarse algunos viejos y muy enflaquecidos pastores que parecen más bien espectros; dícese que apacientan rebaños de lobos. 

El Bestiario de Ferrer lerín 
Galaxia Gutenberg. 2007.

jueves, 14 de febrero de 2008

La nueza negra

Por el Profesor A. Tudó i Alzina
Selección, traducción y notas: F. Ferrer Lerín

Iniciarse en un nuevo campo del saber, en una disciplina que aun perteneciendo a tu área profesional es desconocida, produce una sensación de despegue, de apertura, de constatar día a día, hora a hora, cómo se amplían tus conocimientos y cómo, por lo tanto, tu capacidad de comprensión de los fenómenos naturales.

Entré en el área de las Ciencias de la Naturaleza a través de la Herpetología. Quizá el rechazo generalizado hacia las serpientes y lagartos que siempre ha existido, y más aún en aquellos años de mi adolescencia, contribuyó, por ese espíritu de rebeldía y excentricidad que siempre me ha caracterizado, a inclinarme por esa rama de la Zoología aunque, de hecho, ya de niño, siempre me había sentido atraído por tan singulares vertebrados.

Fue cumpliendo con mis obligaciones militares, en el C.I.R. de San Clemente de Sasebas, cuando, gracias a las largas conversaciones mantenidas con el capellán castrense, hombre de amplísima y sólida cultura, me acerqué al mundo de las aves. Salíamos a menudo a recorrer aquellos páramos y él me ilustraba, con tal precisión y apasionamiento, que los catorce meses de estancia resultaron, por un lado cortos pero, por otro, decisivos en cuanto a fijar definitivamente cuál iba a ser, a partir de aquel momento, el rumbo de mi vida. Siempre recordaré con especial cariño mi primera identificación certera, sin el auxilio de mi mentor, del canto de celo de un ejemplar de Escribano montesino -Emberiza cia-, junto a las letrinas del campamento.

Los años ponen a prueba las convicciones y he de decir que pese al tiempo transcurrido mi entrega a la Ornitología es igual a la del día en que empecé mis estudios superiores en la Universidad de Barcelona. Luego llegaron pruebas de fuego, enfermedades, problemas familiares, baches en la economía, pero siempre, por encima de todo, mantuve mi compromiso con esa ciencia a la que tantos buenos momentos le debo y que me siento obligado a propagar en todos los foros. Gracias a ello, este verano, impartiendo un Curso Rápido de Reconocimiento Visual de Alcaudones, en el hospital murciano de la Virgen de la Arrixaca, trabé amistad con un botánico aficionado que me animó a penetrar en una parcela de la sabiduría que, hasta la fecha, solamente había considerado como un apoyo de mis investigaciones sobre la avifauna mediterránea.

La Botánica ha constituido para mí una importante sorpresa. No es sólo un empleo encaminado al conocimiento, a la clasificación, del reino de las plantas; en ella hay un caudal inigualable de materias colaterales, íntimamente relacionadas, que te aproximan a la vida humana, que te permiten realizar esfuerzos para mejorar las condiciones de supervivencia, la cura de enfermedades, los recursos alimenticios. El botánico comprende mejor las relaciones del hombre con el medio, conoce sus necesidades, comprende sus miserias. En el botánico se puede reconocer al humanista, al sabio total, al ser que tiene respuestas para todas las inquietudes de la sociedad moderna.

Un ejemplo para terminar esta larga reflexión: la Nueza negra -Tamus communis-. Una enredadera herbácea de hojas acorazonadas y frutos encarnados que se cría en lugares húmedos de buena parte de la Península Ibérica. Un vegetal que a buen seguro había contemplado en múltiples ocasiones pero del que hasta ahora lo desconocía todo. Y lo primero, desconocía su nombre. Y al conocerlo descubrí que el mundo rural, que las personas sencillas, que la gente del campo que es la que otorga los nombres a los animales y a las plantas, ya había resuelto esa cuestión, tan repetida hoy en día por parte de nuestra sociedad, sobre el sexismo en el léxico, que en el fondo enmascara el revanchismo de determinadas mujeres. El fruto recordaba una nuez, pero como era pequeña y redondita, le atribuían un carácter femenino. Y para feminizarla le añadían la letra “a”. ¡Santa y envidiable manera de resolver las cosas! Pero aún hay más. El uso principal de la nueza negra es sanar las heridas, las contusiones que se les produce a las mujeres. Hasta la hermosa lengua francesa recoge en el nombre popular de la benefactora planta todo ese acervo de virtudes y propiedades medicinales de uso cotidiano; la denominan Herbe aux femmes battues. Sólo las Ciencias Naturales, y la Botánica en especial, confieren a sus seguidores, a los científicos, el poder para arreglar y comprender la problemática de los hombres y mujeres contemporáneos.

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Notas del traductor:

"Nueza" no es la feminización léxica de "nuez" sino una palabra derivada del latín "nodia", "nudo", por los que forma la planta al propagarse.
Juan Texidor y Cos en su Flora farmacéutica de España y Portugal, Barcelona, 1871, dice que la nueza negra “la usa el vulgo, y en particular las mujeres, para resolver los derrames sanguíneos consecutivos a las contusiones, por lo cual, quizás, ha recibido en Francia el nombre de Hierba de las mujeres apaleadas”.

Níquel. Mira Editores. Zaragoza. 2005.

lunes, 11 de febrero de 2008

La ciudad alejada

Paisaje que sueño con reiteración y que no corresponde a nada conocido. ¡A qué escala! Dimensiones titánicas que no existen en este mundo: perdidos horizontes lineales sobre páramos y desiertos sin detalles apreciables por la gran distancia. Esta es la cuestión: la gran distancia; inalterable, sin posible aproximación a punto alguno. Sobre una terraza fluvial absolutamente lisa, desnuda, a la que accedo por una estrecha carretera serpenteante (¿procedo de...?). Desde esa terraza fluvial, observatorio frío, final de etapa, oteo el valle, la profunda e inmensa cubeta excavada en la tierra sin árboles, sin matorrales, bajo la unión indisoluble de cielo y suelo. Y al otro lado, sobre el cantil que limita la margen derecha, colgada, desmoronada sobre el vacío, descubro una ciudad apiñada, incorporada a la textura y color de lo que la rodea, desprovista de luz y quizá de aves, tal es la lejanía que no permitiría apreciarlas.

Nunca crucé. Descender de mi orilla, ascender la contraria, antes atravesar el caudaloso cauce, pero es la distancia —¡el tamaño de una provincia en una porción de mi campo visual!— lo que sobrecoge. La ciudad está ahí, sé que no llegaré a ella. Vuelvo a soñar el lugar, avanzo de nuevo en un pequeño vehículo, solo, hasta coronar la meseta, y aquí, donde termina el asfalto y se abre la luz, quedo inmóvil ¿Dónde estoy? La extensión de terreno no cabe en los mapas, no hay nación que pueda permitirse disponer de enclaves de esta envergadura. Me hallo pues fuera de cualquier territorio ¿y también fuera del tiempo? ¿Y la ciudad? Dijeron que los cadáveres de sus habitantes eran colocados sobre los tejados, y que los buitres —¿o cóndores?—, al amanecer, daban cuenta de ellos. Mas ¿quién lo vio?

2004

Ciudad propia. Poesía autorizada. Artemisa Ediciones. Tenerife. 2006.

La ville entière (1937). Max Ernst (1891-1976).





























La ciudad alejada


Paisaje que sueño con reiteración y que no corresponde a nada conocido. ¡A qué escala! Dimensiones titánicas que no existen en este mundo: perdidos horizontes lineales sobre páramos y desiertos sin detalles apreciables por la gran distancia. Esta es la cuestión: la gran distancia; inalterable, sin posible aproximación a punto alguno. Sobre una terraza fluvial absolutamente lisa, desnuda, a la que accedo por una estrecha carretera serpenteante (¿procedo de...?). Desde esa terraza fluvial, observatorio frío, final de etapa, oteo el valle, la profunda e inmensa cubeta excavada en la tierra sin árboles, sin matorrales, bajo la unión indisoluble de cielo y suelo. Y al otro lado, sobre el cantil que limita la margen derecha, colgada, desmoronada sobre el vacío, descubro una ciudad apiñada, incorporada a la textura y color de lo que la rodea, desprovista de luz y quizá de aves, tal es la lejanía que no permitiría apreciarlas.


Nunca crucé. Descender de mi orilla, ascender la contraria, antes atravesar el caudaloso cauce, pero es la distancia - ¡el tamaño de una provincia en una porción de mi campo visual!- lo que sobrecoge. La ciudad está ahí, sé que no llegaré a ella. Vuelvo a soñar el lugar, avanzo de nuevo en un pequeño vehículo, solo, hasta coronar la meseta, y aquí, donde termina el asfalto y se abre la luz, quedo inmóvil ¿Dónde estoy? La extensión de terreno no cabe en los mapas, no hay nación que pueda permitirse disponer de enclaves de esta envergadura. Me hallo pues fuera de cualquier territorio ¿y también fuera del tiempo? ¿Y  la ciudad? Dijeron que  los cadáveres de sus habitantes eran colocados sobre los tejados, y que los buitres -¿o cóndores?-, al amanecer, daban cuenta de ellos. Mas ¿quién lo vio? 


2004


Mansa chatarra (2014), págs. 76-77. 


domingo, 10 de febrero de 2008

Búho

Es ave misteriosa, busca la soledad, habita los cementerios y se acerca a las casas de los moribundos o porque le atrae el olor cadavérico o el silencio que reina en ellas.

El Bestiario de Ferrer Lerín
Galaxia Gutenberg. 2007.

sábado, 9 de febrero de 2008

La casa natal de Tintoretto.

Una relación importante

Poseo en la finca de Lamsland
1.000 acres de buen terreno
700 cabezas de ganado
y 3 cobertizos nuevos.
¡Así da gusto vivir!
Oui, la chemise Lacoste!

Quisieron o querrían
saber demasiado
y les corté las agallas
a mi manera.

Rememorando
las viejas calles
y las avenidas olorosas
pasamos la tarde
agradablemente.
Encendía la pipa
con pausados movimientos
y yo introducía en esos instantes
definitivos asertos sobre la construcción de la choza.
Llegó la noche
y Ernst subió al taller.
(Así saldría la obra eterna).

1966

Cónsul. Península. 1987.
Ciudad propia. Poesía autorizada. Artemisa Ediciones. Tenerife. 2006.

jueves, 7 de febrero de 2008

La hora oval

¡Atención amigo...! Crepita parte de nuestra memoria mancomunada —las citas mutuas en otros mundos— y aparece un extraño resplandor en la cornisa. Seguramente es la hora oval.

La hora oval. Ocnos. 1971.
Ciudad propia. Poesía autorizada. Artemisa Ediciones. Tenerife. 2006.

Philip Guston. Libro. 1968.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Pesce Donna

De las SIRENAS decir que el misionero capuchino italiano Cavazzi nos regala en 1690 la singular imagen de un “Pesce Donna” en su Istorica descrittione de tre regni, Congo, Mattamba e Angola: abundante cabellera, confortable tapiz piloso entre las opulentas mamas y el bajo vientre, incompleta soldadura de los miembros posteriores que permite orear la genitalidad, como rasgos principales. Y un texto en lengua evenki, recogido en 1892 por la revista T’oung Pao, haciendo referencia a la isla Sajalín, describe la peripecia diaria de los célibes y ancianos cuando visitan, con ánimo lúbrico, el estanque en el que la municipalidad tiene cautivas varias hembras de un mamífero acuático no identificado; así también el dugongo, mamífero sirénido hoy casi extinguido, siempre fue considerado, en las Molucas, remedo excelente de la hembra humana.

El Bestiario de Ferrer Lerín
Galaxia Gutenberg. 2007.

Pesce Donna
























La sirena de Giovanni Antonio Cavazzi da Montecuccolo
en Histoire de la Zoologie de Georges Petit y Jean Thédoridès
Hermann. París. 1962.

lunes, 4 de febrero de 2008

Gruesa-Testa (Roberto)

Obispo de Lincoln, llamado “Perro”, de monstruosas proporciones. Incapaz de oficiar la Santa Misa y otros oficios religiosos, por el creciente tamaño de su cabeza que no le permitía andar derecho, fue sustituido por un Androida, regalo de Gonverus, sin que los fieles lo notaran. [INF.] [VANA.]

El Bestiario de Ferrer Lerín
Galaxia Gutenberg. 2007.

domingo, 3 de febrero de 2008

viernes, 1 de febrero de 2008

Tepas

Son las serpientes de primavera. Se las ve la noche de San Juan y cuidado no entren en las casas por llevar en su mismo ser la noticia de la lepra. En Gandía ponen cenizas de romero y en Carcagente ponen a orinar a las preñadas en la puerta de la iglesia. Es en la saliva y la untuosidad del vientre donde las tepas transportan su gafedad y su paquidermia. [CATA.]

El Bestiario de Ferrer Lerín
Galaxia Gutenberg. 2007.

Corvus corax

La acción del cuervo sobre las lomas. La pareja de cuervos última de las mayores aves que planea en la tarde. Sus voces (graznidos) señalan el territorio. Las lomas desde el viñedo hasta el cantil y el mismo cantil en toda su extensión. Luego las eventuales zonas de aventura trófica. Las playas y los vertederos de la ciudad donde compiten con otras aves. Volvamos al vuelo coronado sobre las lomas. Llegan a la cresta y el macho azuzado por el falso celo del otoño gira ciento ochenta grados sobre su eje longitudinal en su planeo junto a la hembra. Se recorta un ave menor que parece inquieta. Cernícalo. Los cuervos se posan en el cortado.
Miento en los habituales puestos fronterizos. Puedo llegar a la ciudad con mi equipaje íntegro y paso comúnmente desapercibido. Tengo un cuarto compartido. Turcos y croatas. Parece imposible un descanso en esta noche y salgo a la azotea. Veo la bahía con sus interminables luces y echado sobre las ristras me duermo. Ahora nace el sol entre raros colores. Nadie en la ciudad. Es la hora del mar y de las primeras luces. Sé que no hay nada como esta soledad. Por los tejados y azoteas llego a la playa. El frío húmedo las primeras gaviotas la brea las redes. Está la ciudad durmiendo con sus tripas vaciándose sobre esta playa. Se amontonan los perros en el vertedero del cabo y las gaviotas giran ávidas. Al fondo el gran telón de las montañas blancas. Inexploradas. Sólo para iniciados. Allí los cuervos y las blancas águilas. El tiempo pasa y por la resquebrajada escalera voy a la ciudad. Las calles vacías. Llego a una plaza circular en cuyo centro se alza un estrado. Restos de una feria. Las cucañas están llenas de moscas y comienza a levantarse un viento helado. Impropio en la estación. De la plaza parten numerosas calles. Ninguna es cierta. Sé que mi destino es la plaza. Aumenta el viento. Dos cuervos cruzan rápidos el cielo. Grrac. Hacia la playa. De las montañas. Una puerta acristalada se destroza al golpearse contra su marco. Me mantengo a la expectativa. Parece como si fuera el único hombre en la ciudad. Brillan los cristales en el suelo. Me acerco a ellos. Es una tienda. Me atiborro de chuletas y magro. Salgo de nuevo. Nadie. El viento dobla los árboles. Y se arremolinan los envases los papeles la cordelería. Es la hora de buscar soluciones. Extranjero en la ciudad. Mediodía. Fuerte viento. No se ve un alma. Todos me aconsejarían huir. Pero este es mi puesto. Estoy seguro.
Segunda noche en la ciudad. He alcanzado una azotea más elevada. El viento cesó y parte del cielo se ha nublado. Me envuelvo en unas mantas y despierto entumecido. Veo que nada ha cambiado. El sol el viento que empieza y las calles solitarias. Voy a la plaza. Ahora que ya la conozco perfectamente descubro que no es tan grande ni del todo circular. Tengo visitas. Cinco perros olisquean la tienda. Les dejo hacer. Me hastía la chacinería. Ahora los cuervos. Más entretenidos en su observación. Quizá por los perros que arrastran carne. Bebo de la fuente. Veo fruta en los balcones. Escalo y como. Desde aquí veo enormes bandos de gaviotas sobre la orilla. Se mecen al viento. Muchos perros. Y ratas. También desde este balcón veo varios cuervos volar sobre los tejados. Muchos cuervos. Tantos como nunca viera. Decido dormir aquí.
La mañana trae la brisa. Y con ella un nuevo olor. Olor a mezquita y mercado. Olor a ciénaga y a polvos de talco. Me desperezo. Tengo sed. Al inclinarme para ver la plaza creo enloquecer. El suelo aparece sembrado de cadáveres. Cadáveres humanos que las ratas cubren mientras los perros trajinan pedazos y el mundo alado se mantiene sobre mi cabeza. La muerte.
Han pasado semanas. Me costó al principio. Pero no hubo más remedio. Vivo en los balcones en las azoteas en los tejados. He descubierto que aquí las ratas no llegan. Cuando tengo hambre me descuelgo y disputando con ellas y algún perro harto me agencio una parte. Subo. Y aquí me la como. El mar de fondo y el rumor de las olas contra la playa. Muchos creerán que estoy loco que miento que quizá exagero. Nada de eso. Cualquiera haría lo mismo. Tengo provisión para mucho. Tengo el mejor clima del mundo. Sé que nunca vendrán a buscarme. Y puedo vagar horas y horas bajo el sol mientras crece mi barba y los perros arrastran los muertos hasta la plaza. Desde las casas. Desde los cuartos. Desde las camas.

1970

Manifiesto Español o una Antología de Narradores. Ediciones Marte. Barcelona. 1973.
Cónsul
. Ediciones Península. Barcelona. 1987.
Ciudad propia. Poesía autorizada. Artemisa Ediciones. Tenerife. 2006.