lunes, 23 de septiembre de 2013

De viaje


Debió de impresionarle lo bien que montaba y desmontaba la grapadora porque en seguida enlazó sus piernas con las mías. Íbamos en el 180, en el asiento trasero, echados, y tapados con una manta color café. El coche circulaba marcha atrás por un túnel ferroviario. No sé quién era el tipo que conducía y de las tres bulliciosas mujeres sentadas en el asiento del copiloto luego se dijo que eran portuguesas. De cintura para arriba, mi compañera recordaba a Le Coq Sportif.

Zaragoza. Aljafería. Miércoles, 25.09.13. 20 h.


http://www.cortesaragon.es/Conversaciones-en-la-Aljaferia.911.0.html?&no_cache=1&tx_aljaferia_pi1%5Buidcon%5D=13

sábado, 7 de septiembre de 2013

Domicilios, 21



En esta casa, que entonces formaba parte de la Ciudad Universitaria, escondí los tres cuerpos. Celia Platto conocía mi pertenencia a BARDO, Soberbio Alce mis discutibles lances amorosos, Freno Cómico los chanchullos en lo de la lotería. Ahí quedaron, a salvo de curiosos, hasta que algo o alguien arrebató la imagen de lo más profundo de mis sueños. Cortell Olcina se encargó de fotografiarla.  

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cigomar



A Cigomar Ravioli no le iban bien las cosas, sobrevivía vendiendo baratijas y extraños objetos. Vino a mi encuentro en la terraza de Casa Fau donde, en verano, acostumbro a tomar, como aperitivo, un Campari con patatas Lays. Me ofreció un producto que definió como prodigioso, una botellita verde que llevaba pegada una elegante etiqueta en la que se leía Licor Sueñanegro (o Sueñanegros, la alambicada rúbrica inducía a error). A la lógica pregunta “¿qué es esto?” respondió con un resolutivo “cómpralo y verás”. “Tres gotas al acostarte”, prosiguió, “... y a soñar”. Soy un atrevido, un inconsciente, y decidí probar. Desperté a las cuatro, sobrecogido, empapado en sudor, horrorizado. No había soñado en blanco y negro (esa vieja polémica), no había soñado con negros, había soñado con Encarnita Ballvé, la modelo de Pedro Rodríguez con la que me frotaba en la casa de la Granvía cuando ya no vivíamos en ella, y había soñado con mi madre, pero ambas eran negras. No eran negras con rasgos negros sino que, perfectamente reconocibles, con su porte habitual, su ropa de calle, tenían sin embargo la piel negra. Encarnita parecía incómoda, se alejaba, como si mi madre nos hubiera sorprendido, y esta, sentada en un taburete, hacía gestos con las manos, gestos cada vez más imperiosos que comprometían ya a todo su cuerpo. ¿Buscaba mi atención? Me acerqué, y de una boca enorme, que ella no tenía habitualmente, salió su voz, algo distorsionada: “¡Bonga!, ¡Tonga!, ¡Lembo! ¡Bonga!, ¡Tonga!, ¡Lembo!”   


domingo, 1 de septiembre de 2013

Necrología 11


Murió “Toberas”. A los sesenta y ocho años. Periodista de raza, luchador irredento, se ganó fama de cáustico y hábil en sus entrevistas radiofónicas. En 2006 tuve el honor de que me incluyera en una serie sobre escritores raros. Telefoneó de noche (yo estaba advertido) y en un vivaz directo se presentó como Luis José Cordero. A medio programa, duraba una hora, así de pronto, quizá para provocarme o para mantener despiertos a los oyentes, repitió los créditos, pero su nombre, en esta ocasión, fue Enrique Borrego. El final, que quiso ser sonoro y entrañable, lo firmó con un “buenas noches señoras y señores, buenas noches don Francisco, se despide su amigo Pedro Luis Oveja”. El basónimo, arrojado en primicia por el parte forense, se concreta en un sospechoso Miguel de Cervantes.