viernes, 31 de octubre de 2008

¿Fue él?

Lorenzo Cóster, sacristán de Nuestra Señora de la Espina de Haarlem, era un efebo de vidriera emplomada, espigado, céreo, rubianco y belfo. Se cubría la coronilla intensa con un solideo y vestía una túnica parda y volantona cuya fimbria se posaba en el veludillo de sus botines. Años después, Lorenzo Cóster hubiera sido el modelo dilecto para inmortalizarse en los cuadros de El Arca de Santa Úrsula que para la ciudad de Brujas pintó el hético Hans Memling. Lorenzo Cóster parecía de mentira –simulacro de sí mismo- de tantos colorines desvanecidos como le pasaban, por el rostro y por las manos, los altos ventanales góticos del ábside y del crucero. Lorenzo Cóster amaba los retablos estofados en los que las vírgenes presumían de clorosis casi vegetal –recordemos los lirios y las azucenas y los nardos de las comparanzas ortodoxas- y los patriarcas tenían trazas y empaque de burgomaestres; amaba las notas deshinchadas y deshilachadas de los órganos y caedizas, más que caídas, con un peso francamente aprecible que resultaba acariciador; amaba los silencios tan apretados y tan espesos de los que podían cortarse rajas silenciosas y en los que cada pensamiento deshechado sonaba lo mismo que un cristal hecho añicos. De niño, Lorenzo Cóster, enamorado de una nobilísima dama que irradiaba la juventud y la belleza de sus mil quinientos años, la cantó ante sus capillas con fresca voz de seise. Y alguien, viéndole y oyéndole, le comparó con uno de los ángeles cantores que Huberto Van Eyck pintó con mano de seda en el políptico La adoración del Cordero místico que se admira en el templo de San Bavón de Gante. Lorenzo Cóster, sacristán erudito, leía a Santo Tomás y a Scoto en mamotretos manuscritos muy compulsados y a Virgilio y a Séneca en breviarios góticos con miniaturas. Muy joven, Lorenzo Cóster se enamoró de Hilda, sobrina del obispo de Haarlem, dieciocho años cereales en un alma con parsimonia de girasol. Al enamorado le placía lo que más grabar, a punta de cuchillo, en la fresca corteza de los árboles, las iniciales entrelazadas de Hilda y Lorenzo; le placía recortar el trocito de la corteza así grabado para entregárselo a su amada. Una vez, habiéndolo envuelto en una hoja de pergamino –musicada con una antífona de Isaías- y habiendo apretado en el fervoroso recuerdo su ofertorio, al desenvolverlo, contempló con estupor, que, en la hoja patinada, se pintaban con suficiencia las entrelazadas iniciales del más pequeño poema de amor que puede escribirse en el mundo. Así se lo confió Lorenzo Cóster a su amigo Juan Gensfleichs Gutenberg, quien andaba obseso buscando la movilidad vital de los alfabetos.


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Inicio del artículo de Federico Carlos Sainz de Robles "Gutenberg y la imprenta" publicado en el nº 40 (enero 1941) de la revista Vértice.

jueves, 30 de octubre de 2008

miércoles, 29 de octubre de 2008

El mecánico

Se trata de contar las peripecias de un joven mecánico de automóviles. A la manera de Burt Lancaster en “El nadador”, que cruza a nado las piscinas de las casas de sus vecinos hasta llegar a la suya, el joven mecánico se apropia de berlinas, deportivos, rancheras, para desplazarse por un gran país; de hecho atraviesa los EEUU de sur a norte. El relato podría atender aspectos morales, recrearse en la violencia, describir los escenarios, mas prefiere centrarse en la relación hombre-máquina. Así se eluden detalles como la lógica presencia policial, los pormenores de cada robo y el marco gigantesco de la aventura. Surgen dudas ante cuáles son las razones por las que abandona los vehículos pero, al final, se rechaza el agotamiento de combustible o la estrategia del despiste; se elige la razón más coherente con la idiosincrasia del héroe: desea probar más coches, sorprenderse, domeñar variadas arquitecturas. Volviendo al séptimo arte, George C. Scott, en “Fuga sin fin”, antepone el rugido del motor al rugido del dinero.

sábado, 25 de octubre de 2008

Realidad

Todo el dispositivo de la realidad es semejante a una maquinaria mecánica de relojería que, hasta donde la ciencia alcanza a saber, podría continuar funcionando indefinidamente de igual forma, sin que existan en ella conciencia, voluntad, esfuerzo, dolor ni placer.

Erwin Schrödinger.

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Citado por Alejandro Duque Amusco en su libro de poemas A la ilusión final, Renacimiento, Sevilla, 2008.

Madre (2008). María Martín Carmona.

Textos anónimos 8

Los monstruos multiformes subterráneos, devoradores de hombres, vuelven a hacer estragos en la perdida población de Perfection, en Nevada. El aventurero Burt Gummer, es la única solución para combatir a los últimos engendros del proceso evolutivo.

Criatura subterránea

viernes, 24 de octubre de 2008

Libro de Cetrería del Rey Dancos (S XIV)

El primer capítulo es del dolor de la cabeça.
El ssegundo capítulo es del malo agro.
El terçero capítulo es del malo tesgo.
El quarto capítulo es de la gota artética.
El vº capítulo es de la gota que naçe en la gorja.
El viº capítulo es de la gota mortal que naçe en la cabeça et en las rrenes.
El viiº capítulo es de la gota ffilera.
El viiiº capítulo es de la gota de la garffa, et aqueste es mal que pareçe de fuera.
El ixº capítulo es de la piedra que s’ cría en la moliella.
El xº capítulo es de la piedra que naçe o que s’ ffaze en el ffondón.

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Epígrafes de los diez primeros capítulos según la edición de José Manuel Fradejas Rueda
en su “Tratados de Cetrería”, Colección Alcotán, Caïrel Ediciones, Madrid, 1985.

lunes, 13 de octubre de 2008

Ecdisis





























Algunas especies se ayudan con la boca
para acelerar el proceso de renovación
de la piel.

Fotografía: Fran Ferrer

Succión




























Al carecer de senos frontales creyeron más
fácil la extracción de las ideas mediante ventosa.


Fotografía: Laboratorio Viñuales