Fue en la Casa de la Cultura María Moliner de Jaca. Se presentaba el libro “Relatos de pasos perdidos” de la licenciada y profesora Sagrario Ramírez, una mujer vigorosa y resuelta cuya ágil escritura se siente particularmente cómoda en estos dos escenarios: la aldea de resonancias venatorias y la ciudad no exenta de vísceras y fluidos. En el animado coloquio alguien, de entre el público, con singular vehemencia, proclamó su fervor por uno de los relatos, el titulado “El puente”, un texto suburbial de hálito forense, y solicitó a la autora la apertura de una línea de producción centrada en lo policial, judicial, criminal en suma, ese estereotipo a menudo denominado novela negra. Luego, ante el asombro general, el participante avanzó un paso más reclamando geografía zaragozana para el recorrido del héroe, un detective, señaló, que incluso podría pertenecer al género femenino. La cosa pareció gustarle a Sagrario y, su editor, el eficaz Joaquín Casanova, dio un respingo y también un codazo al costillar de la escritora convencido de la brillantez de la idea y de la idoneidad de su pupila para llevarla a cabo.
Ya Don Quijote, expuso un edil realmente culto, desvió su ruta para no cruzar Zaragoza e ir directamente a Barcelona; quizá las justas a celebrar en la capital del Ebro eran de inferior calidad a las de la capital mediterránea. Un sacerdote recordó sin rencor la sentencia del novelista Juan Marsé que colocaba a Zaragoza a la cabeza de las ciudades de arquitectura franquista. La deriva fue inevitable. Situar las andanzas principales del flamante investigador en una urbe poco atendida literariamente concitaba comentarios para todos los gustos. Un sector del público, de aspecto universitario elegante, defendió el proyecto del arquitecto Joaquín Sicilia para vegetalizar el barrio de Delicias. Dos matrimonios, sin duda también del gremio, apostaron por oscurecer la ciudad, darle el tono cobrizo de la ermita de Santa María de Chalamera, convertir las aceras en terrazas entoldadas, ocultar las fachadas al viandante mediante voladizos y propagar la fiebre del rótulo, el pasquín y la pintada.Y de pronto, en mitad de la contienda, se hizo notar la voz de un rumano que solicitaba, sabiamente, reconduciendo el debate, la invención literaria de dos ayudantes para el jefe, dos hortelanos que aportarían, y esto fue ya empeño de la sección agraria de la sala, el sentido común y la experiencia bajo una capa de sana socarronería como contrapunto al pesquisidor implacable.
Apagaron las luces como único medio para clausurar el acto. La gente, sin embargo, no salió en tropel, quizá porque aún andaban enzarzados puliendo los detalles. En cualquier caso, y a medida que alcanzaban la calle, pudo constatarse que el número de asistentes había aumentado, en pocos minutos, de modo inaudito. Sagrario y Casanova aparecieron los últimos, rodeados por una turba de promotores inmobiliarios que ofrecían el despacho idóneo para ubicar al protagonista (creo que eligieron uno en el Coso por lo sórdido del portal y por la incierta escalera). Al fin, la irrupción de un automóvil, los gritos de sus ocupantes implorando ayuda, la noticia, que corrió como la pólvora, de un nuevo caso de bestialismo en la comarca, y Sagrario empuñando el móvil para llamar a filas a sus subalternos C. y F. ahora en Berdún dando buena cuenta en El Rincón de Emilio de un excelente plato de boliches, agotaron la fiesta de las letras. El argumento de “El extraño caso de la emasculación del carnicero” no voy a contarlo; mejor lo compran y lo leen.
Heraldo de Aragón
20/12/07
jueves, 17 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Una animada sesión literaria, desde luego. No es por enmendar la plana al rumano, pero creo que sería más fácil y más efectivo un solo ayudante que aporte socarronería y sabiduría popular a la agudeza analítica del pesquisidor o pesquisidora.
El esquema ha funcionado con gran eficacia desde hace siglos: piénsese en Don Quijote y Sancho Panza, el Augusto y el Clown, el Gordo y el Flaco (Stan Laurel y Oliver Hardy) Mortadelo y Filemón, y todo el género de buddy movies, aunque éste es algo más discutible. Están Mel Gibson y Danny Glover, pero también Clint Eastwood y un orangután, Tom Hanks y un perro y Whoppi Goldberg y un Tiranosaurus Rex...
Tienes razón Sallanword pero los artículos que publiqué en "Heraldo de Aragón" requerían cierta extensión en el título.
Publicar un comentario