Las confluencias entre discursos son a menudo chocantes. El político Artur Mas, interpelado en una cadena de televisión sobre las características de su proyecto de reforma del catalanismo, formula un deseo: Cataluña ha de estar (ha de existir) en un Estado confederal, un Estado en el que su centro (su capitalidad) no esté en concreto en ninguna parte y sí en todas. El escritor Jorge Luis Borges publica, en 1952, el libro Otras inquisiciones que recoge el texto “La esfera de Pascal”, un recorrido por las versiones fundamentales de la siguiente metáfora: Dios es una esfera infinita cuyo centro está en cualquiera de los puntos que la conforman. O sea que Artur Mas quizá sólo difiera de Jorge Luis Borges en detalles accesorios; cabría incluso la posibilidad de confundir ambos personajes, conjeturar que Arturo no es ciego pero parece alto y que Jordi Lluís no luce tupé pero sonríe a menudo.
El profesor Taibo Arias en un famoso artículo periodístico de comienzos de 1999 llama la atención sobre ciertos conflictos terminológicos. Delimita con facilidad la diferencia entre Estado federal y Estado confederal pero advierte que así como el federalismo tiene imagen de marca el confederalismo no la tiene, ya que en su propia definición prospera una tenaz paradoja. Describe el Estado federal como un Estado en el que existe una clara distinción entre el ámbito del poder central y el correspondiente a las entidades federadas que, en general, disponen de mayores cotas de autogobierno que las regiones de los Estados unitarios descentralizados. En cambio, el Estado confederal, no es para Taibo siquiera un Estado, en el sentido pleno de la palabra, sino el resultado de un pacto entre varios Estados independientes y soberanos para poner en común algunos elementos de sus políticas, especialmente las militares. Es evidente, por tanto, y ahí radica el señalamiento de Taibo, que no debe hablarse de Estado confederal sino de confederación de Estados.
Qué sentido tiene entonces la propuesta de nuestro héroe convergente. ¿Trascender la teoría federal? ¿Mejorar un modelo que en puridad, en nuestro país, nunca ha sido aplicado? ¿Rechazarlo simplemente por evocar el Estado de las Autonomías? En la entrevista hay un momento crítico en el que el periodista alude a la frase acuñada por Manuel Clavero Arévalo: “café para todos”. Artur Mas frunce el ceño, aprieta los labios en heladora mueca y, con la dificultad idiomática que siempre surge en los llamados bilingües al no sentirse cómodos, contesta vacilante: “ese tipo de solidaridad no es el que desde Cataluña contemplamos y propugnamos”. Se certifica entonces que la similitud entre los discursos es casual. El mero hecho de comparar el maravilloso escrito borgiano, muestra ejemplar del uso creativo de la inteligencia y la erudición, con la estulta prepotencia del envarado personaje de tira cómica, roza el disparate. Pido pues disculpas por la broma sobre sus parecidos, que quiso ser genial. Si ahora pudiera, ¡la borraría!
Heraldo de Aragón
03/01/08
lunes, 28 de enero de 2008
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