He coincidido recientemente con Richard Jenkins en dos
banquetes. En uno, celebrado con motivo de la clausura de la Reunión Anual de Guardeses
Pintiparados, Jenkins pidió de segundo plato un entrecó de vaca a la mayordoma
y, ante mi asombro, no despreció la abundante grasa que orlaba y atravesaba el
pedazo de carne, incluso la más seca y chamuscada. En otro, destinado a
recaudar fondos para la Asociación de Enfermos de Fimosis Salvaje Incomunicada (FSI), pidió, de segundo, un bacalao al gratín del que no dejó ni rastro; la
negra, mugrienta y sospechosa piel del pescado fue devorada con absoluta
fruición. Ahora me informan que, durante el rodaje de Quemar después de leer, tuvo problemas con Frances McDormand, en
concreto con el perrito que siempre acompaña a la actriz; Jenkins le arrebataba
los restos de salchichas y beicon que guardaban en una bolsa de plástico. Pero me informan
tarde, le he invitado a la boda de mi hija Laurita y ya sabemos que su futuro
marido, el cochero Sisebuto, es hombre de lentos movimientos y grasienta
superficie.
martes, 29 de diciembre de 2015
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2 comentarios:
Vaya, al parecer el fantasma de la fimosis,* o su recuerdo, no había motivado comentario alguno. Pese a la fruición variadísima del hambre contemporánea, pocos admitimos el verdadero sentido del concepto omnívoro. El actor sabe que la grasa que orla y la sospechosa piel del pescado alimentan ignotas y prístinas partes de lo que unos y otras aún nos atrevemos a llamar 'espíritu'. Nos quedaría ver si el yerno cae bajo la venganza paterna por caníbal interpuesto.
* Se echa de menos un posible ágape que exprese la preocupación por el Chancro Blando Meditabundo, los comensales reunidos para recaudar fondos por el F.I.S. asistirían deseosos a ese nuevo encuentro gurmé.
Debería usted vigilar con quién comparte mesa. Y qué clase de viandas. Pero, eso sí, no deje de contarlo.
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