viernes, 16 de julio de 2010

Hombres extraordinarios, 4

Los conciertos de dulzaina de la corte del príncipe Xian del Reino de Chu tenían fama por el elevado número de músicos que tocaban al unísono y por el elevado sueldo que recibían. Por esta razón un letrado llamado Nuang solicitó un puesto en la orquesta y el príncipe, fascinado por su simpatía y don de gentes, se lo concedió. Muerto Xian le sucedió su hijo Min al que le gustaban los solos por lo que Nuang pensó huir pero, tras meditarlo, pidió audiencia al príncipe y le confesó que nunca había tocado la dulzaina, que llevaba veinte años simulando que lo hacía y que ahora, adquirida la experiencia en muecas y gestos, se ofrecía a su alteza para interpretar solos silenciosos en las escuelas de sordos del Reino. El príncipe Min aceptó la oferta y, pasado un tiempo, cuando Nuang empezó a notar los estragos del reuma, lo llamó a palacio, le agradeció sus servicios e hizo decapitarlo.

7 comentarios:

Istefel dijo...

Este extraordinario talento para infiltrarse en la línea enemiga, esta refinada sofisticación en el arte mimético es digno de la mayor admiración y el superlativo aplauso, más si cabe cuándo el ejecutante debe llevar su filigrana hasta la más alta expresión sobre una cuerda floja. Aquí, el merito es doble, por cuánto nuestro querido oriental expuso ( ¿ honestidad? ¿vanidad?
¿callejón sin salida?) el insólito fraude e impostura que después de tantos años, seguía inaudible a oídos de todos.
Este era mi temor: que un casual accidente
( pero el capricho del príncipe sin duda entraba dentro de los posibles)
pusiera al descubierto
como en la muralla anterior
la superficie al desnudo.

También pierdo la cabeza
por estas cosas, y otras.

La Vieja Dama dijo...

Desconocía que existiera la dulzaina en la antigua China.

Conocí a Agapito Marazuela, años ha. Fantástico como dulzainero y mejor como persona. O tempora, o mores!!!!

Istefel, busque esa cabeza, hombre!!

Anónimo dijo...

Maldito reuma, impide el gesto elegante y preciso del engaño.

Francesc Cornadó

Lupo dijo...

que historia¡ una parabola? Me gustan mucho estas historias señor Ferrer

Julio dijo...

Un auténtico Felix Krull... O, si acaso, un Erving Goffman, otro admirable impostor que se hizo pasar por sociólogo durante toda su carrera, aunque en realidad no era más que un ludópata. Me consta que se casó con la hija del rector de UCLA. Nada tonto Goffman, parece el músico chino que tocaba para sordos.

Anónimo dijo...

Un descubrimiento...

Con su permiso, Don Julio:

http://juliosouto.tresneuronas.net/ferrer-lerin-y-los-vampiros/comment-page-1#comment-2435

La Vieja Dama dijo...

Creo que se me fue el anterior comentario sin firmar. Y quiero ser yo.