domingo, 20 de marzo de 2011

Configuración del trance

Fue una sorpresa la aparición de la ciudad; para mí y para mi acompañante, que podría ser mi madre, muy joven, o mi mujer, jovencísima. Llevábamos andado largo rato senda arriba y temíamos la llegada de la noche; la loma gigantesca de vegetación oscura, que asemejaba la cabeza de un hombre con el cabello crespo y muy húmedo, no recibía ya los rayos de sol y, cuando alcanzamos la meseta cubierta de ruinas, se oyó un búho real ulular nervioso mientras se deslizaba a ras de suelo ladera abajo. Así que fue una sorpresa la aparición de la ciudad, una ciudad abandonada pero visitada, los días de feria, por los que fueran sus últimos habitantes, y que mantenía calles y edificios en excelente estado aunque en las primeras no circularan automóviles u otros vehículos (¿cómo iban a llegar?) y en los segundos hubieran tapiado muchos de sus vanos con anaqueles repletos de libros o, más exactamente, legajos y carpetas. La gente parecía muy antigua y quizá por esto permanecía en silencio pero, en cambio, limpiaban con fervor las grandes puertas de madera de las casas de pisos donde vivirían en otros tiempos. Llegó la noche y la angustia se apoderó de mí. Perdida mi madre o mi esposa, desaparecidas las viejas personas, desvaneciéndose la ciudad (una ciudad provinciana, de tamaño medio), quedé solo, más que nunca. La muerte, la agonía al menos, ha de ser algo así, dije entonces con una voz que resultó irreconocible.

4 comentarios:

El peletero dijo...

El sábado emitieron en el primer canal de TVE la película “La ciudad sin límites”, dirigida por Antonio Hernández, con guión suyo y de Enrique Brasó. En ella se cuenta los días finales de un hombre mayor, enfermo, que necesita cambiar su pasado para reparar una falta, ser valiente y decir la verdad que no supo enfrentar en su momento. Lo consigue gracias a un hijo que lo acompaña y le ayuda y que se ve asimismo reflejado en su propio padre.

La ciudad, como la memoria, no tiene límites aunque termine, los recuerdos del padre ya serán también los del hijo.

Saludos.

Planes dijo...

Genial, Sr. Ferrer, e incomprensiblemente, no comentado.

Anónimo dijo...

yo tan bien digo lo mismo y que ya lo dijo Anonima porqué no se comenta este post que es tan bueno

Anónimo dijo...

Todo lo que atañe cuestiones familiares produce respeto