martes, 29 de junio de 2010

Hombres extraordinarios, 3

Escenario: en la calle, frente al portal, esperando a que salgan (que se vayan, que dejen el piso) para cobrarles. Gestos: saca la mano derecha del bolsillo del pantalón sujetando un fajo de billetes doblados por la mitad, liados o no con una goma y, cuando el inquilino paga, incorpora los nuevos billetes al fajo con un movimiento rápido y certero. Reflexión: parece que el sentido de arrendar no sea conseguir un beneficio económico sino permitirle actuar con maneras cinematográficas ejerciendo de cobrador, representando el papel archisabido del individuo frío, hosco, de mediana edad, mirada mortecina, que recauda para él o, casi siempre, para otro. Final del proceso: no necesita buscar, ha corrido la voz y le llueven ofertas por doquier; enfundado en un terno oscuro no raído pero sí con sospechosos lamparones, camisa arrugada de cuello blando, corbata anodina malamente anudada, se le puede ver entregado, blandiendo los billetes, agachando la cabeza al contarlos, en pleno trabajo, no ya para él, para todos los que tengan a bien encomendarle la tarea del cobro, sin comisión, complacido al ejercitar esa faena y no por presumir de la propiedad de un sinnúmero de inmuebles como apunta el malicioso ignorante de turno

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cris Montisanti. Rest in peace

Is dijo...

Aguardo con un punto de temor
al cuarto ejemplo.
Pero en su omisión quizá resida
lo extraordinario del caso
elevado
a su más alta
potencia.
¿ Diremos pues que los casos son los elementos fuera de serie? O los hombres? sus actos o inacciones? quizá las reseñas?
O...
La imposibilidad de ser referidos?
Interrogante tan vano...

Anónimo dijo...

Montisanti sobre el chucho de su novia. Inolvidable.