martes, 28 de abril de 2009

Un oficio: inventariador de los elementos presentes en un bodegón


Naturaleza muerta con pieles doradas, 1635
Willem Claeszoon Heda (Haarlem, 1594 - h. 1680)
88 x 113 cm.
Rijkmuseum, Amsterdam

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué magnífico título ¿para una novela?, ¿para un libro de historia sobre los humanos e (in)equívocos propósitos de la ecología?

Anónimo dijo...

Inventario es una palabra maravillosa. Maravillosa es una palabra horrible. Horrible es una palabra sin madurar. Inventario inventario inventario….
¿Qué fue primero, la visión de este bodegón o la idea del oficio?
anónimo a

Ferrer Lerín dijo...

Quizá la necesidad de inventariar sea la necesidad de nominar o sea la necesidad de saber qué es cada uno de los elementos del cuadro o sea cada una de todas las cosas del mundo. ¡ENCICLOPEDIA!

Anónimo dijo...

Enciclopedia Universal Sopena, especialmente el tomo 9. Ese fue mi mundo. Hoy está a 50 cm. de mi ordenador.
Anónimo a

Ferrer Lerín dijo...

En 1952 se publica la Nueva Enciclopedia Sopena (Diccionario Ilustrado de la Lengua Española) en 5 tomos, una obra prodigio de información y riqueza léxica que luego, con el mayor desparpajo, será fusilada por otras editoriales para la fabricación de enciclopedias en fascículos y productos similares. No recuerdo ahora el año de edición y las características de la Enciclopedia Universal Sopena pero seguro que es merecedora de la atención continuada de Anónimo a.

Javier de la Iglesia dijo...

En su deliciosa entrada, Sr. Ferrer Lerín, se habla de un diccionario que veneré como una Biblia desde pequeño (en especial por algunas de sus ilustraciones) y, casualmente, la preside un bodegón, una de cuyas variantes (porque creo que, en la reproducción que yo conocía, patosamente enmarcada y colgada de la pared gracias a alguna de esas chinchetas ostentosas, el gran vaso globular de agua -tengo especialmente memorizado ese vaso globular- y el cucurucho de ¿especias? se me figura que estaban en otro sitio) digo que el tal bodegón presidía el comedor de la casa soriana de San Leonardo que me albergó en veranos que ya no volverán.
Sobre el perdurable “efecto” Sopena en la formación de un servidor:
http://indolenciasdejavier.blogspot.com/2008_08_01_archive.html

Por todo ello, gracias.