Andan derribando las naves industriales del Polígono Grande de Junín, dicen que para ensanchar la autopista. Un hecho trivial pero que a mí, de repente, me ha traído, casi de forma violenta, un grato recuerdo. Ella, regentaba sola un pequeño almacén de productos de parafarmacia situado en la periferia del polígono. Yo, la visitaba a veces con la excusa de que necesitaba cajas de cartón y, un día, fuera ya de horarios comerciales, la puerta de la calle cerrada, los dos de pie en el fondo del local, le dije que me gustaría abrazarla, y Dora, sin inmutarse, preguntó si quería abrazarla por detrás o quería abrazarla por delante. Fue tan efectiva su reacción que comprendí en aquel instante que el poder de las palabras, en los lances amorosos y en general en todas las actividades humanas, era superior a los gestos y a las miradas.
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