Cosma Blata, la Bruja de Artal
La misma viga para tres
maridos. Cosma Blata Ballarín, la Bruja de Artal, casó por primera vez en 1941.
Que su hombre se ahorcara aquella noche ventosa de final de la década no
constituyó noticia. De hecho, hasta tiempos recientes, los suicidios, en días
de viento, eran comunes en esos rincones pirenaicos. Incluso se hablaba de una
sólida tradición afincada en determinados
enclaves. Como el caso de la viga de hierro atravesada sobre el hueco de la escalera,
fácilmente practicable desde el rellano de la última planta de un inmueble
ubicado en el casco antiguo de cierta ciudad de cierto lustre. Un inmueble
abandonado y con la puerta de la calle siempre abierta, que concitó tanta fama que un grupo de sorianos fletó una camioneta para trasladarse y
aprovechar las ventajas de una instalación tan pulcra, accesible y carente de
riesgo para los practicantes. Después, con los ayuntamientos democráticos,
primero se tapió la entrada y luego se demolió el edificio. Pero el caso de
Cosma Blata (Artal, 1919 – Zaragoza, 1981) tiene un interés añadido: la
expectación y la fascinación que provocó en su segundo marido, y no digamos en el
tercero. La expectación, el diario estado expectativo ante el curso de los
acontecimientos, ante la aparición de pistas, por pequeñas que sean,
encaminadas a cerrar el círculo y, la fascinación, extrema, por el lugar del
sacrificio: la cuadra vacía, primorosamente ventilada e iluminada, la viga de
madera de quejigo pulida y exenta, los accesorios –soga y taburete- discreta
pero acertadamente colocados en el rincón visible, al alcance de la mano.
El
juez encargado del levantamiento del segundo y tercero de los tenaces esposos
pidió traslado. Aunque se dijo que no era por eso, que lo que quería era
cambiar de aires atmosféricos. Obtuvo plaza. Quedó instalado en Andalucía, en
una importante población
de la campiña jiennense. Y allí, pasados los años, Julio Muñoz Salgado,
escribió un libro. Unas memorias de su larga y prolífica vida de juez que,
ciclostiladas, circularon por diversos mentideros siendo, a menudo, tachadas de
mera enumeración y descripción vigorosa de levantamientos y levantados.
Publicadas ahora en condiciones –Muñoz falleció en 1993- se comprueba que hacen
particular hincapié en tres singulares escenarios: la cuadra de la casa de la
Bruja de Artal, el bloque de viviendas ciudadano con puertas abiertas a
cualquier diletante y, un tercero, de gran espectacularidad y sentimentalismo.
El juez Julio Muñoz Salgado (el libro se titula Memorias
sosegadas de un funcionario servidor de la ley y la justicia y ha sido editado por la
venezolana Fundación Losilla) pormenoriza, sin recrearse, el proceso de
suicidio de los ‘mocicos viejos’ en el olivar de la provincia de Jaén. El
‘mocico viejo’ es el equivalente del ‘tión’ altoaragonés, el miembro de la
familia campesina acomodada que malvive, soltero, a la sombra del padre y que
luego envejece rápido bajo la aceptación despechada del heredero casado. Una
figura poco envidiable que arroja los mayores índices de muerte voluntaria y
los mayores índices de fidelidad al procedimiento.
El
olivo, tótem indiscutible del paisaje, sufre, signo de los tiempos, un cambio
en su fisonomía; se arrancan los ejemplares de gran porte, los cargados de años
pero de baja productividad, reemplazándolos por ejemplares jóvenes, las
llamadas ‘estaquillas’, que no tardan en convertirse en maduros productores
aunque no ofrezcan garantías a la hora de colgarse de sus ramas. El juez
escribe: “A menudo, los infortunados, mueren no por ahorcamiento sino por
destrucción craneal al tener que saltar numerosas veces y golpearse contra el
suelo por la poca altura de la rama elegida y, dada la bisoñez de la misma, su
gran flexibilidad. Bajo el maravilloso cielo azul de estos campos no me ha
resultado extraño levantar, diría mejor, caritativamente, recoger, en un mismo
día, más de un magro cuerpo con la cabeza ensangrentada y achichonada”. BOLETÍN AGRARIO
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Cosma Blata y el que fuera su primer marido. Fotografía:
Estudio Heras.
8 comentarios:
Cuneta atestada.
Cruentación, Villón manchego y espinas dorsales reventadas en posición inverosímil.
"BOLETÍN AGRARIO", qué bueno.
Admirables generosidad y pragmatismo, los de Cosma y el señor juez.
Se trata de cualidades que escasean actualmente, y mucho más así, simultaneadas.
La misma viga para tres maridos ¡Título!
Qué pareja de recién casados más sonriente.
Se ve que el no sabía lo que le esperaba...
Solo una pregunta: ¿el femenino de Cosme es Cosma? Creía que el femenino tanto en castellano como en catalán como en alemán y en italiano es Cósima y así me lo confirmó el funcionario del registro civil. A tantos "Cosmes" como hay en mi familia, añadimos mi hija que se llama Còssima.
Salud
Francesc Cornadó
En Aragón, en especial en zonas apartadas y en los años en que transcurre la acción, sería forzar mucho las cosas considerar que se hablara castellano; la lengua doméstica, el "aragonés" o el residuo del "aragonés", permitía la existencia de formas como "Ano" (masculino de "Ana"), Jorja (como femenino de "Jorge") y el "Cosma" que nos ocupa. De hecho, siempre he creído que en España sólo existen dos lenguas: el "vascuence", último bastión de la lengua íbera o de una de ellas, y el "romance" en sus múltiples variantes (desde luego no equiparables en su difusión)como el "castellano", el "gallego", el "leonés", el "asturiano", el "catalán", el "aragonés", y un extensísimo etcétera. De hecho todo se reduce a cuándo y cómo se produjo la romanización.
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