Hoy, viendo un dulce reportaje sobre la vida monegasca de
Grace Kelly, me han venido a la mente dos hechos que habían quedado sepultados
bajo el peso de otros sin duda más importantes. El primero, mi relación con una
joven barcelonesa de apellido Grimaldos y, el segundo, el sueño, tenido en una
etapa que situaría al final de la adolescencia, en el que La Begún era a la vez
mi madre y mi amante.
Grimaldos frecuentaba el Club Patín de la plaza Calvo Sotelo
donde su estructura ósea vallisoletana y su cabeza bien peinada destacaban en
aquel espanto de bigfuts y culos desbordados. Tenía, en cambio, un binomio por
nombre de pila que no la favorecía; algo así como Pili Carmen o José Ana. En
ese tiempo haberle cogido la mano (en el cine Lido, el primero en proyectar en
pantalla panorámica) abatiendo su antebrazo sobre sus muslos fue motivo de que
utilizara mayúsculas para relatar el hecho en la libreta morada. Pero no logro acordarme con seguridad de nada más; quizá
Grimaldos me acompañara aquel día en que yo paseaba por la Diagonal con mi
condiscípulo Lago Jaráiz y este me presentó a Doña Carmen Polo, que iba de
compras.
La Begún era el rumor de las gasas que la envolvían, la sonrisa
encantadora, las joyas, y un cuerpo amplio y mullido. Probablemente soñé con
ella sólo una vez, pero iba a quedar marcado de tal modo que en sueños
posteriores, al no poder recuperarla, fui sustituyendo aquellas carnes por las
de algunas componentes de mi familia de sangre con las que surgieron lances muy
confortables, de gran serenidad y discreción absoluta.
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Fotografías:
Club Patín en la plaza Calvo Sotelo. Barcelona, 1949.
La Begún con Jose María de Porcioles, alcalde de Barcelona, la Duquesa de Alba y el Conde de Mayalde, alcalde de Madrid. En la mesa de atrás, Carrero Blanco. 1963.
5 comentarios:
Grimaldos/Grimaldi, Doña Carmen, La Begun, que tiempos y que vida la del Señor Lerín.
Los lerinianos recuerdos de juventud, tan alejados de la traumatizada y triste versión de la época con que han querido aleccionarnos a los de generaciones posteriores, siempre reconfortan.
Por otro lado, el sentimiento de amor filial siempre ha permanecido infravalorado.
La madre, las carnes, el dulce incesto...
Nadie en el panorama literario español tiene la soltura de Ferrer Lerín para incardinar asuntos de tan variado pelaje.
Buena idea rescatar con facebook artículos de su extenso blog
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