lunes, 21 de enero de 2013

Montecarlo

  

Hoy, viendo un dulce reportaje sobre la vida monegasca de Grace Kelly, me han venido a la mente dos hechos que habían quedado sepultados bajo el peso de otros sin duda más importantes. El primero, mi relación con una joven barcelonesa de apellido Grimaldos y, el segundo, el sueño, tenido en una etapa que situaría al final de la adolescencia, en el que La Begún era a la vez mi madre y mi amante.

Grimaldos frecuentaba el Club Patín de la plaza Calvo Sotelo donde su estructura ósea vallisoletana y su cabeza bien peinada destacaban en aquel espanto de bigfuts y culos desbordados. Tenía, en cambio, un binomio por nombre de pila que no la favorecía; algo así como Pili Carmen o José Ana. En ese tiempo haberle cogido la mano (en el cine Lido, el primero en proyectar en pantalla panorámica) abatiendo su antebrazo sobre sus muslos fue motivo de que utilizara mayúsculas para relatar el hecho en la libreta morada. Pero no logro acordarme con seguridad de nada más; quizá Grimaldos me acompañara aquel día en que yo paseaba por la Diagonal con mi condiscípulo Lago Jaráiz y este me presentó a Doña Carmen Polo, que iba de compras.

La Begún era el rumor de las gasas que la envolvían, la sonrisa encantadora, las joyas, y un cuerpo amplio y mullido. Probablemente soñé con ella sólo una vez, pero iba a quedar marcado de tal modo que en sueños posteriores, al no poder recuperarla, fui sustituyendo aquellas carnes por las de algunas componentes de mi familia de sangre con las que surgieron lances muy confortables, de gran serenidad y discreción absoluta.     


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Fotografías:

Club Patín en la plaza Calvo Sotelo. Barcelona, 1949.
La Begún con Jose María de Porcioles, alcalde de Barcelona, la Duquesa de Alba y el Conde de Mayalde, alcalde de Madrid. En la mesa de atrás, Carrero Blanco. 1963. 

5 comentarios:

anónima dijo...

Grimaldos/Grimaldi, Doña Carmen, La Begun, que tiempos y que vida la del Señor Lerín.

Anónimo dijo...

Los lerinianos recuerdos de juventud, tan alejados de la traumatizada y triste versión de la época con que han querido aleccionarnos a los de generaciones posteriores, siempre reconfortan.
Por otro lado, el sentimiento de amor filial siempre ha permanecido infravalorado.

Anónima dijo...

La madre, las carnes, el dulce incesto...

Anónimo 2 dijo...

Nadie en el panorama literario español tiene la soltura de Ferrer Lerín para incardinar asuntos de tan variado pelaje.

Anónimo dijo...

Buena idea rescatar con facebook artículos de su extenso blog