Leo en Babelia (1.092), en un artículo de Carlos Boyero,
cuatro versos desordenados del poema “hôtel fraternité” que su autor, Hans
Magnus Enzensberger, incluye en el libro Poesías
para los que no leen poesías y compruebo que el parecido entre estos versos
y los de mi poema “Los humildes” es portentoso. La primera edición de esa
antología de Enzensberger, preparada por él mismo, se publica en Alemania en
1962, y la traducción española, a cargo del cubano Heberto Padilla, en 1972. “Los
humildes” se publica por primera vez en el libro De las condiciones humanas (Trimer, 1964). La versión de Padilla
aparece en Barral Editores y es uno de los libros que Carlos Barral
nos regala a los colaboradores; libro que entonces no leí (y tampoco después)
ya que hubiera descubierto al instante la gran semejanza entre ambos
textos:
hôtel fraternité
el que no tiene
con qué comprarse una isla
el que espera a
la reina de saba frente a un cinematógrafo
el que rompe de
cólera y desesperación su última camisa
el que esconde
un doblón de oro en el zapato roto
el que se mira
en el ojo enlacado del chantajista
el que rechina
los dientes en los tiovivos
el que derrama
el vino rojo en su cama dura
el que incinera
cartas y fotografías
el que vive
sentado en los muelles debajo de las grúas
el que da de
comer a las ardillas
el que no tiene
un céntimo
el que se
observa
el que golpea la
pared
el que grita
el que bebe
el que no hace
nada
mi enemigo
agachado en el
balcón
en la cama
encima del armario
en el suelo por
todas partes
agachado
con los ojos
fijos en mí
mi hermano.
Los humildes
Al que bulle en desafío y
los manjares esparcidos;
al que conoce la modestia
del helecho, numen contrito;
al que avergüenza la
claridad del sol y baña su rostro en la ternura de las lágrimas;
al que recorre las
provincias más antiguas saludando con los brazos, mástil altivo;
al que recuerda y sus labios
ya no son buenos;
al que amasa el pan de los
días entonando migajas terrenales;
al que se desvía por el
frío, por el viento, por las olas o por el miedo;
al que desprecia, y los ojos
sellados;
al que está seguro de su
desastre;
al que teme las fuerzas
desconocidas;
al que abre la puerta todas
las mañanas y espera encontrar un mirlo;
al que mata y su cerbatana
es recia;
al que de nombre tiene el
grito de un pájaro y sus piernas aún caminan;
al que es torturado por los
buscadores de algo;
al que es huraño y los suyos
comen raíces;
al que pasea una urraca
atada a un cordel encontrado;
al que posee una casa y un
cerdo y una cabra y nada veloz en la charca de su vecino;
al que es consagrado a las
labores del amor y su vientre es estéril;
al que corretea junto al
arroyo, una zarza lacerando sus rodillas;
al que oye la voz del dueño
retumbar en los acantilados;
al que es joven y sus
espaldas anchas;
al que descubre la vida bajo
una piedra plana;
al que bebe sangre, leche,
grasa, y sus padres llaman mudo;
al que se cobija en los
matorrales, los demás riendo;
al que da nombres a los
arados, hachas, esteras y amigos;
al que siempre está solo,
una encina dibujada;
al que lleva en los
bolsillos trozos de papel, piedras de río y una sabandija;
y al que el paso del tiempo
le produce tedio, una mano enguantada.
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Notas:
1.- En 1962 hice llegar a
José María Valverde un manuscrito con varios poemas, entre ellos Los humildes,
que conformarían mi primer libro, De las
condiciones humanas. Cuando los hubo leído me citó en la Universidad (cita
a la que acudí con Pedro Gimferrer) y, ante mi (nuestro) asombro, mostró su
desaprobación por este poema; dijo no entender lo que yo pretendía y que
cuestiones tan serias como la humildad y la oración las utilizaba de modo
arbitrario.
2.- Heberto Padilla era el
autor de una de las tres citas que encabezaban el libro de poemas La
hora oval con el que participé, a instancias de los convocantes, en cierto
certamen literario, y que luego se publicaría en la colección Ocnos. Al
entregar el texto a uno de los miembros del jurado este me pidió que descartara
la cita para no significar políticamente a los demás miembros ya que el libro
iba a ser el ganador y no estaría bien tenerlo que modificar tras el veredicto.
Por cierto, La hora oval no ganó,
pero, eso sí, quedó finalista.
7 comentarios:
Parecido uso de la anáfora. Sensacional "Los humildes".
Nuevo Caso Padilla
El que/ al que camina con pasos de madera por el vestíbulo con soga
el que/ al que pondera versos meticulosos
el que/ al que desesperación flagrante hermosas rosas
el que/ al que oportuno vio al muñeco de ojos enloquecidos
el que/ al que inoportuno se rasca la nuca
al que nunca ya en misa estuvo
Y francamente un sello en los labios.
Los desdoblamientos se multiplican, se diversifican y ya a estas alturas apenas asombran. Jose Maria era alto, quizá un ser de otra dimensión, de otra galaxia. Al menos, me lo parecía. Solitario por el corredor.
Don Paco, gracias. Episodios, recuperaciones como éstas conforman la verdadera historia de la literatura.
Parece imposible que no se haya producido un "acto de copia"
Don Paco y don Hans sabían que hacían un homenaje al seguir estas alucinantes listas, un homenaje a los surrealistas.
señor istefel también es usté un buen poeta
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