Otra vez. Lo ha hecho otra vez. Ferrer Lerín. Estaban esos libros, como mojones o lindes, De las condiciones humanas (1964), La hora oval (1970), Cónsul (1987), signando las décadas, marcando a los poetas el camino por donde no podía ir la poesía. Es decir, por donde necesariamente tenía que ir. Y luego el silencio, no sabemos si, más que elegido, impuesto. Estaba un puñado de poemas después, hallados al final de su obra recogida dentro de los muros de Ciudad propia (2006), como fuera de la ciudad, en el muradal de los ejidos, como encontrados de urgencia y escritos sin haberse encontrado. Una puerta de bisagras para cerrar su propia ciudad, su poesía completa, eso pensábamos. Y estaba también ese otro puñado de poemas, ese siervo o Fámulo que recoge las migas, da de comer al canario, come él mismo de su famulato, de las migas de esas migas. Empieza a cantar. Otra vez. Ferrer Lerín lo ha hecho otra vez, otra vez sale como con fórceps la poesía de donde no tenía que haber estado, del único sitio en el que, cuatro décadas más tarde, aunque nadie la espere ahí, ahí tiene que estar. Y ya no valen las retóricas antiguas, ni las máscaras antiguas, los personajes haciendo de autor, el autor deshaciéndose en los personajes. Porque este nuevo libro de Ferrer Lerín es el primero y el único, como si no quisiera que le buscasen más que en éste, hechas migas las migas del tiempo, la vida y la generación, no la literaria, sino la espontánea, ese mundo compartimentado en nombres y no en versos que le da la vuelta a la cansada tradición del número par y demuestra, de nuevo, que la poesía, como el Dios de Santa Teresa, está donde menos se cree que está, en el uno y lo primo, en ese 7 no armónico. Parece lo mismo pero no es lo mismo. Quizá nunca antes fuera tan valiente Ferrer Lerín en su búsqueda de claves biográficas, pues, incluso / abriendo, con violencia, / los ojos, / no consigo / que se vayan; ni tan perezoso o laxo en el ocultamiento de la repetida vez de su existencia (F. F.). Puestos los hurones literarios a sacar el conejo de la chistera, o del vivar, el verdadero bicho sale a borbotones, asoma la cabeza y ya no deja de salir, peludo y largo (Wodwo), pero con dientes en lugar de orejas, mustélido que no roedor. Como un poeta cortesano que sólo escribe cuando se le solicita, pero no entonces mismo, sino luego, un poquito más tarde, y nunca aquí, donde le dicen: Firma, sino en otro sitio, allí. Allí donde le dicen, cuando le dicen, que se calle. Ha hecho bien Tusquets en sacar este libro de Ferrer Lerín. ¿Un nuevo texto sagrado? ¡Y un cuerno, dice Ferrer Lerín, y se lo fuma como un puro! Un viejo texto pagano más bien, tan viejo como el mundo. Con su mismo latido. Un paso a dos sincopado, que no cansa puesto que no es sólo retozo, sino pozo también. De la voz. Hicieron bien los que le solicitaron al Arnaut Daniel de Jaca un libro más, un canto más. Pues le ha salido este otro canto. ¿No querían poeta? ¿No deseaban, ellos también al héroe? ¿No lo buscaron bajo los pinos, bajo los buitres, entre las piedras? Helo, helo por do viene, y no montado a la jineta, sino a pelo, sobre la tierra vaca, marcando de nuevo el ritmo. Por aquí no. Y precisamente por eso, por aquí sí. Porque incluso donde más se puede esperar que esté la poesía, donde la buscaríamos los más convencionales, ahí también está la poesía. Como en ese poema, el más reconocible para nosotros, sus más romos lectores, Almas de metal, que recuerda The Red Wheelbarrow, de William Carlos Williams, sólo que menos convocada, la poesía, digo, más ausente. Y sale a borbotones allí donde Ferrer Lerín sabe entrar con el bicho de su oído, un laberinto dentro de otro laberinto, buscándole las vueltas a una raíz para arrancar todo un árbol etimológico (Taf); o con una lupa en el mapa, atento a la verticalidad: Primera relación de enclaves propicios, propicios para la poesía, se entiende, para la nidificación o la muerte en éxtasis, por crucifixión o ahorcamiento, colgado de esas vigas, troncos de árboles y diversa mampostería que el poeta ha hallado por la geografía española. Porque, en efecto, poco queda en España, salvo un alfabeto de nombres, una reproducción a escala del Universo tan válida como cualquier otra, de Ababuj, en la provincia de Teruel, a Zuza-Lónguida, en Navarra. ¿Cuántos sentidos poseen los hombres? Oído y vista. Ternura y bidé, ésa es la receta de Ferrer Lerín para hallar la poesía. Toda una erótica del ocultamiento. Como esa imagen brutal de Roberto Bolaño en 2666: en el Gólgota, los ladrones crucificados junto a Jesús no están ahí para realzarlo, sino para ocultarlo. Quizá porque la visión total del dios nos abrasaría la mirada: Cremoso eres ¡San Dios! Y para que la poesía no nos coma las cejas, Ferrer Lerín la oculta con la gracia sustantiva del nombre. Por eso los significantes no tienen necesariamente que revelar el sentido, pueden también ocultarlo para que no explote ante nuestros ojos. Así la anécdota biográfica ocultará la biografía del poeta, para que no nos salpique. Ternura y bidé. Lavarse bien las partes en el río después del sexo. Las partes, para ocultar el todo, cuya absoluta faz quiere siempre ver el lector de poesía. ¡Qué pesado, el lector de poesía, lo quiere todo, y a cambio de nada, duros a pesetas en la era del euro! Y aquí se lo dan, la bolsa y la vida, la vida y la obra, Biografías, Paleografías, el poeta que fue y los libros que leyó; el hombre que pudo ser y los textos que se ha inventado. Calzada de Valdunciel. Las encantadas. Libro de los sellos. Regálale un libro y te escribirá otro libro. Dale un étimo y te sacará un idioma. Ponle delante una niña de trenzas rubias y pensará en un crimen perfecto, como en sus primeros libros, pero en vena lorquiana ahora (Quebrantahuesos). Donde no está la poesía, queda la antropología; donde acampó el ornitólogo, tiene su base el poeta. Parece lo mismo, pero no es lo mismo. Preguntas sin respuesta, pájaros en cadena, mucha ternura, usar después siempre el bidé, y un colofón canino para aquel poeta reseñado en Destino. Era en 1965, ¿recuerdan? Tantos años después. Y le salen las cuentas: Lagartos: 500.000 / Serpientes: 500.000 / Arañas: 1.000.000 / Salamandras: se desconocen / Diablos: sí hay. Ferrer Lerín. Lo ha hecho otra vez.
Carlos Jiménez Arribas, noviembre de 2009
domingo, 15 de noviembre de 2009
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13 comentarios:
La moneda cayó al suelo.
Primer disparo.
¡Cara!
¡Cara!
C
a
r
a
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Nunca sé si intentáis ser el más gracioso, el más ingenioso, el que mejor escribe, el más listo o el que la tiene más larga...(lo mismo para mujeres, pero sin lo último)
A ver si encontráis el modo de escribir en vertical, en curvitas o alguna novedad así.
Bona tarda, Ferrer.
Perdone usted... ya sospechaba yo que esas ingeniosas ingenuidades ya las había inventado
A
p
o
l
l
i
n
a
i
r
e
Procuraremos regresar, volver y reinsertarnos en una correcta y bien reglada
h
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r
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z
o
n
t
a
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a
d
Por lo demás, hay que reconocer que estos jueguitos ocupan bastante espacio.
Un saludo
Perdón, quise decir en diagonal.
Me gusta eso de la ternura, lo de bidé me suena a puta. Esas putas de Barcelona...sí, en definitiva, eran tiernas.
Q
u
i
e
r
o
a
S
a
r
a
h!
r
No era cuestión de intentar ser gracioso, por ahí no iba la cosa. A veces, todo comentario puede ser precipitado. Ah, avalanchas de ligereza que se hunden en la otoñal noche noche oscura...
Por cierto, de los textos que he leído sobre su poesía, el de Jiménez Arribas me parece el más ajustado a lo que sus poemas me transmiten.
Buenas noches.
... Imposible mostrar la diagonalidad que he intentado componer con el cuadrito "Haga su comentario". El programa no lo permite. Seguimos condenados a la horizontalidad.
Sí, don Anónimo, ¿qué ha pasado con la bella Sarah que dijo no llamarse Sarah?
Jajaja, yo también intenté la "diagonalidad", me quedó superchulo, pero luego no sale.
Cuando empezáis a mencionar a Sarah, me entra, no sé si te--mblor o te--rnura. Bella mujer, voto a Baco!
"te--mblor o te--rnura"...
¿Comienza la "guionisidad"?
Nada de na--da, que doña Sara--h nos hará sufrir a to--dos/a--s...
Las monedas en el tablero de plata.
Frank Marshall; tu partida
no conmoverá a nadie.
Y desde otras épocas, en otras demoras, tras otras stellae
alguien romperá de nuevo
el hueco de la palabra.
alpha eridani bootes el arquero.
H
e
r
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d
a
r
i
d
a
l
i
d
a
d
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