domingo, 18 de mayo de 2008

Manuel Vilas

Por fin hallé la caja con tu cuerpo. El rótulo despistaba; ese Onuphrio Muralto, incómodo canónigo que te vaticinaba en sólo unos siglos, apareció ayer tras el encuentro pirenaico y la lectura atenta de tu Calor trepidante, de esa alta temperatura que no fue premio de Cuenca sí seguro premio de Otranto; excelencia del negocio que Pound llamara "solaz de los hombres solitarios" y aquí finos versos heat de nosocomio. No resisto y, vulnerando pérfidos derechos, copio un poema, un pedazo del mismo:

HU-4091-L

Adiós, hermano mío, la grúa fúnebre te conduce
al infierno del desguace.
Majestuoso, vas hacia la destrucción subido
en una grúa roja,
como si fueses Luis XVI camino de la guillotina,
y yo detrás.
Pareces un rey.
Soy el único que ha venido a tu entierro.

No hay comentarios: