viernes, 15 de abril de 2022

Aves nobles

  

A Dafne ya los brazos le crecían

convertidos en laurel,

presuntos marsupiales,

en el estío polvoriento.

 

A Gálvez, esposo de Matilde,

lo engalanaba el hombre

de rostro inmaculado,

anciano musculoso,

de una raza de gigantes lanzadores de piedras.

Todo ha ido a los perros.


 

A Sibelio,


¿quién sería Sibelio?,


lo vimos, manso,


beber agua del pantano


conducir rebaños de fieras salvajes


indeciso ante la idea de dejar de ser.


¿Podemos tener miedo a la nada?

 

A mi capitán Jarris, el verdadero poeta,

un verdadero poeta debe repetirse siempre,

le daba miedo morir,

ser un paciente indefenso,

volverse repulsivo.

Nunca llegó a saber qué le ocurrió a su familia.

 

Yo, ahora, mastico pan duro, roo madera,

devoro a la mujer del herrero,

la que puso un yunque entre las carnes,

amo a Robert Young, el actor

que tanto se pareció a mi padre, mi padre

de familia adinerada, antigua,

no la del Sastre Cabezón

ni la de su concubina Mary La Sastra.

 

Así, influido, venero

a ese hosco visitante, Óscar,

aquel muchacho no honrado,

quien dijera que los sueños

debieran ser biografía,

sí, a aquel muchacho

que conociera la especie neutra,

la especie nombrada Bird, Bird como Buena Madre,

la deidad córvida extranjera,

la de los tres cuerpos,

la que aminora la causa de los perdidos,

de los resucitados,

de los que aguardan el término de la estirpe,

de los que remedan, en el patio hospitalario,

los gestos de pavor

del niño envuelto en serpientes. 


-- 

GRAFO PEZ

Libros de la resistencia, Madrid, 2020.

 

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué poema más absolutamente extraordinario. Es estremecedor.

Ferrer Lerín dijo...

Muchas gracias.

Anónimo dijo...


Camino sin rumbo en busca de un lugar donde fundar mi reino. Lejos de mi rey, bestia cúbica.