Ha muerto Valentín Estrella Rodríguez “Cagancho”, o también
“Tripudo”. Una de las primeras personas que traté a mi llegada a la ciudad
pirenaica en 1968 y que, desinteresadamente, me permitió realizar, en su finca
dedicada a la ganadería ovina, diversas pruebas encaminadas a explicar los
mecanismos tróficos de las grandes aves necrófagas. Valentín, que siempre
mantuvo conmigo una línea de corrección y respeto, quiso, sin embargo, dar a
entender, desde el principio de nuestra amistad, que él era algo más que un
pequeño ganadero, que era alguien que disponía de argumentos suficientes para
desbancar mis ínfulas académicas, y que guardaba ciertos secretos por los que
deseaba ser preguntado. Por ejemplo, Valentín Estrella atesoraba un objeto
misterioso que un buen día, sin una razón clara, decidió mostrarme. Era una
piedra plana, cuadrada, de unos treinta centímetros de lado, con un
laberinto grabado en una de sus caras, una piedra que, según dijo, había
encontrado uno de sus bisabuelos al roturar las tierras próximas a las ruinas
de un monasterio cluniacense. Hoy, su hijo Cosme, en un acto breve pero
solemne, en el panteón familiar, me ha entregado la piedra. Luego, ya en la
explanada del aparcamiento, se ha acercado, vacilante, y, con voz entrecortada,
me ha aconsejado que, cuando llegue el día de la desesperación, recorra el
laberinto con el dedo índice de mi mano derecha; un recorrido que, si soy
hábil, me conducirá a un círculo donde reside la muerte, e incluso, si mi
habilidad es sobresaliente, me hará progresar aún algo más hasta alcanzar el punto
central, la puerta que se abre al mundo inferior, donde su padre me espera.
sábado, 25 de noviembre de 2017
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8 comentarios:
Dicen que las últimas palabras de Paul Léautaud, apasionado y valedor de los animales, ácrata retraído, de ánimo mordaz y burlón, y de oficio escritor, fueron : "Ahora, dejadme en paz”.
Muy bueno este caso-relato, propio de un inimitable fabulador.
Ha sido un placer leerlo.
Antes de que desaparezca mi rastro, quiero un obituario así.
De una gran intensidad, un crescendo emocional, propio de un escritor de tu talla.
Maravilloso.
Cóndor.
Vate.
El laberinto de Epidauro.
Por fin!
¡Ojo con la serpiente de Asclepio!
Los ofidios y los alacranes de Epidauro siempre han sabido hablar y tener alas.
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