Primero
iba mi madre, vestida de calle. A su lado o, mejor, detrás de ella, algo
desdibujado, iba mi abuelo Juan, “el abuelito”. Dijo mi madre ‘¿te vienes ya?’,
y yo contesté, en un tono quizá desconsiderado, ‘os estaba esperando’ que, en
realidad, quería decir ‘cuánto tardabais’ o, incluso, ‘qué largo se me estaba
haciendo’. Parece que mi abuelo cobró protagonismo, apartó, suavemente, a mi
madre para decir ‘nosotros ya nos vamos’. Miré a mi madre que, en un instante,
había empequeñecido hasta extremos insospechados (mediría veinte centímetros) y, pese a su nuevo estado, fue a ella a quien pregunté si podían
esperar, que yo iba a cambiarme, y no sé si me oyó. Al volver, no estaban,
quizá fueran aquellos dos puntos que se perdían en el horizonte. Me sentía
incómodo. La ropa me apretaba. Me levanté y, al salir del dormitorio, no
encendí la luz, no quise ver el retrato del pasillo, el de la Comunión. Me
horrorizó pensar que, en la foto, ya no llevaría puesto el traje. No quería descubrir
lo que yo entonces realmente era, una criatura enflaquecida.
domingo, 10 de julio de 2016
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4 comentarios:
Volvio Lerín
los temas favoritos: los sueños, la muerte, la madre
Es un cuestión de lentes focales, no creo que haya que alarmarse.
Francesc Cornadó
Quizá habría que hacer otra lectura del ¿sueño?. Ellos ya han fallecido, o están en trance de hacerlo, y Lerín pide tiempo para vestirse y ellos no le esperan, quizá porque aún no ha sonado su hora.
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