martes, 26 de octubre de 2010

El segundo por la derecha














Se podría iniciar una narración que versara sobre mi cumplimiento del Servicio Militar con un lapidario “yo fui feliz en el Ejército”, para continuar con algunas explicaciones del tipo “dispuse de un suficiente grado de reconocimiento”, “disfruté por primera vez de la camaradería”, “vi perfectamente ejemplarizada la pirámide social (un general, unos jefes, vasta tropa)”, “comprobé lo cómodo de obedecer frente a lo incómodo de mandar” y ya en un plano aparentemente azaroso -pero que no lo era tanto- “me permitió conocer a dos personajes que de diverso modo marcarían mi vida”.

Níquel (pág. 43)

2 comentarios:

La Vieja Dama dijo...

Oh, Níquel!!!!!

Coblogueros, les recomiendo la lectura de esta novela de Don Francisco. Para mí ha sido todo un descubrimiento: fantásticamente escrita, con unas descripciones perfectas, muy, muy divertida, con un erotismo que planea desde el principio al final de la novela (el episodio del codo que roza a la camarera es genial!!). Una lástima que no exista ya el premio "La sonrisa vertical", de haberlo presentado en su momento, sería ganadora cum laude. En fin, léanla.

Y algo muy íntimo... me recordó a "Nada" de Carmen Laforet. Supongo que porque parte de la acción se desarrolla en Barcelona, ciudad fetiche para mí. O quizás por las relaciones que se crean entre unos personajes y otros, quizás...(jugadas que nos hace la mente).

No será la primera vez que se lo dicen pero: "Enhorabuena, Sr. Lerín."

Joan Marrugat dijo...

Esta mañana la foto me ha impresionado: tengo una igual, en el mismo lugar, hecha en octubre de 1966.
Son otras caras pero el ámbito es el mismo y la misma perplejidad en rostros y la misma furia desmangada en los andares.

Casi a oscuras he abierto el armarito de los predilectos y al segundo palpo he tomado tu Níquel (pág.46). Exacto: comiste moscas.

Este martes 26, a las doce horas, me he tragado una mosca mediana sin clasificar.
Parque de la Pegaso (Sant Andreu-Sagrera) clase pública de taichí. Mi vehemente explicación de la importancia de la respiración durante el giro en la forma 'acariciar la cola del pavo real' ha propiciado aspirar un díptero que pasaba por allí.
Casi no he tosido.
Un par de taichistas cercanos -gente sencilla- han reído un poquito.

He bebido medio litro de agua de la fuente para empujar hacia abajo al insecto.

Hasta ayer miércoles por la tarde no se me pasó el reconcomio estropajoso en el esófago.

Eres afortunado: las tuyas eran 'en vinagre'.