martes, 29 de julio de 2025

LOS JUSTOS, ¿de nuevo plagio inverso?

 

















No conocía este poema de Jorge Luis Borges. Me sorprenden su título y su estructura; el título porque coincide con el de un poema mío, y la estructura porque coincide con la de otro, “Los humildes”. Ambos poemas, de 1962, publicados en mi primer libro, De las condiciones humanas, Barcelona, Editorial Trímer, 1964.


Así que pensé, en un primer momento, en la posibilidad de un nuevo caso de plagio inverso, pero ahora, al comprobar el año de publicación del poema borgiano, 1981, se suscita otra cuestión; Borges no podía, es prácticamente imposible, conocer mi obra poética, ¿qué ocurrió entonces?, ambos textos son demasiado parecidos.  


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LOS HUMILDES


Al que bulle en desafío y los manjares esparcidos;

al que conoce la modestia del helecho, numen contrito;

al que avergüenza la claridad del sol y baña su rostro en la ternura de las lágrimas;

al que recorre las provincias más antiguas saludando con los brazos, mástil altivo;

al que recuerda y sus labios ya no son buenos;

al que amasa el pan de los días entonando migajas terrenales;

al que se desvía por el frío, por el viento, por las olas o por el miedo;

al que desprecia, y los ojos sellados;

al que está seguro de su desastre;

al que teme las fuerzas desconocidas;

al que abre la puerta todas las mañanas y espera encontrar un mirlo;

al que mata y su cerbatana es recia;

al que de nombre tiene el grito de un pájaro y sus piernas aún caminan;

al que es torturado por los buscadores de algo;

al que es huraño y los suyos comen raíces;

al que pasea una urraca atada a un cordel encontrado;

al que posee una casa y un cerdo y una cabra y nada veloz en la charca de su vecino;

al que es consagrado a las labores del amor y su vientre es estéril;

al que corretea junto al arroyo, una zarza lacerando sus rodillas;

al que oye la voz del dueño retumbar en los acantilados;

al que es joven y sus espaldas anchas;

al que descubre la vida bajo una piedra plana;

al que bebe sangre, leche, grasa, y sus padres llaman mudo;

al que se cobija en los matorrales, los demás riendo;

al que da nombres a los arados, hachas, esteras y amigos;

al que siempre está solo, una encina dibujada;

al que lleva en los bolsillos trozos de papel, piedras de río y una sabandija;

y al que el paso del tiempo le produce tedio, una mano enguantada.


(1962)


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De las condiciones humanas

Barcelona, Editorial Trímer, 1964





jueves, 10 de julio de 2025

Augurios

 

Esa entidad bancaria de tanto renombre me invita a escribir un texto breve para el librito de relatos que piensa regalar a sus clientes principales en el próximo San Valentín. Busco pues material, inédito en papel, en mis almacenes virtuales -blog personal, blog de El Boomeran(g), Facebook- y así verifico, de modo no intencionado, una circunstancia alarmante: se están dando en mi persona los incidentes médicos que describo como propios de algunos de los protagonistas, inventados, que pueblan mis historias.


Puedo referirme en primer lugar al ‘caso’ (utilizando la nomenclatura del profesor Viñuales) titulado “Comparativa” que publico en mi blog personal, el 7 de marzo de 2009, en el que junto a otras descripciones de carácter urológico se cita al factor de una estación ferroviaria apodado ‘Calzones colorados’, dadas las habituales manchas de sangre que adornan sus pantalones fruto del sangrado que acompaña el acto de la micción y el poco cuidado en enjuagarse.


Y en segundo lugar puedo referirme a los versos ‘Ellos / ausentes / masticando sangre coagulada, / mientras bailan sus muelas en las inseguras encías’ situados al final del poema “Qué ingrávido sosiego” en el libro Ciudad corvina, de 2018.


Ahora, ambas trágicas situaciones se han cumplido, en mi persona. Quizá el tratamiento de la fibrilación auricular mediante el potente anticoagulante Xarelto ha propiciado las cosas pero, sea por lo que fuere, una madrugada reciente hube de abandonar a la carrera un hotel de la ciudad de Murcia, para no avergonzarme ante la recepcionista por haber teñido de rojo la ropa de cama tras un violento acceso de tos al atragantarme con la sangre, en parte líquida y en parte coagulada, de ignota procedencia, que llenaba mi boca y mi garganta.


Y en lo referente a la sangre en la orina he de decir que, no hace mucho, ya en mi domicilio, convaleciente de la intervención en la que me colocaron dos catéteres para remediar la litiasis bilateral, tuve que avisar a gritos a los transeúntes para que se apartaran cuando me disponía a orinar, desde el balcón a la calle, preso de una hematuria tan feroz que temía obturar los desagües del cuarto de baño.


La escritura es un mecanismo fundamental y no suficientemente estudiado en la construcción de procesos generadores de situaciones miméticas.