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viernes, 27 de junio de 2025

Presentación de Un ensayo sobre la maldad

 

Guion para la presentación de Un ensayo sobre la maldad


Montserrat Cardelús Maestre, psicóloga y criminóloga del Principado de Andorra, y es bueno hacer esta precisión principesca ya que estamos en Aragón y aquí también se dispone del topónimo, escribe el prólogo de Un ensayo sobre la maldad, anunciando que se trata de un libro muy de Leopoldo Ortega-Monasterio y, nos dice también, en dicho prólogo y en la contracubierta, que el texto combina una erudita visión panorámica de un tema tan espinoso como el de la maldad observada desde el punto de vista de un médico psiquiatra y forense, con referencias historicistas, filosóficas y experimentales, además de otorgar, al conjunto, una necesaria visión clínica.


Para mí, no psiquiatra, no criminólogo, el libro es, ante todo, un manual, un manual de supervivencia en el intrincado mundo de la interpretación de la conducta humana, interpretación, sin embargo, que yo siempre, quizá torpemente, y quizá sólo hasta la lectura de este ensayo, he fundamentado en la observación de los rasgos del ser humano, en la hoy poco considerada ciencia de la fisiognomía, en aquella gozosa observación, cuando era niño, de las láminas de los libros alemanes de la biblioteca de mi bisabuelo, por cierto, notario en Puigcerdá, en las que aparecían los rostros y, a veces, las manos y piernas, de un amplio plantel de criminales, asesinos o no, presos en mazmorras, imágenes siempre acompañadas de inspirados e iluminadores comentarios. Por todo lo cual César Lombroso que, lógicamente se cita en este libro, se convirtió, en este campo de la ciencia, en mi padre nutricio.


Añadiré, y esto lo considero fundamental, que el libro rechaza, desde su comienzo, cualquier enfoque dogmático, reconociendo que el concepto “maldad” atañe a numerosas disciplinas, como la ética, las ciencias sociales, las ciencias jurídicas, la religión, la pedagogía, e incluso a la lexicología dada la polisemia del término, recogida, a veces de modo confuso, en los diccionarios. En resumen, Un ensayo sobre la maldad, es una obra riquísima en detalles e información, y representa un aporte fundamental en el conocimiento de ese fenómeno, de ese concepto multidisciplinar, La Maldad, que todos poseemos en mayor o menor grado y cuya valoración social escapa a los límites de psiquiatras y psicólogos.


Un ensayo sobre la maldad es pues ante un epítome, un vademécum, un libro, en suma, con carácter de breviario, una certera recopilación de conocimientos psiquiátricos y criminalísticos con un oportuno apoyo lingüístico sustanciado en frases hechas, paremias, en el manejo, a veces, del lenguaje común, del lenguaje popular como fuente de sabiduría, consiguiendo así la eficacia lingüística. Eficacia que se completa al modo de un Diccionario de Autoridades, ilustrando muchas nociones con sus correspondientes ejemplos.



Pero ahora, si se me permite, en esta ocasión única para mí, en este baluarte de la ciencias psiquiátricas y forenses, quisiera lanzar una pregunta, cuál es la verdad del postulado que dice que los actores de cine que interpretan habitualmente a seres malvados también son malvados en su vida real. Son varios los ejemplos posibles pero prefiero centrarme en uno, en el actor Karl Malden y en dos de sus películas El rostro impenetrable (1961) con Marlon Brando, y en Nevada Smith (1966) con Steve MacQueen, donde es difícil imaginar que la representación de esos papeles pueda ser llevada a cabo por un ser, repito, hablo de Karl Malden, que no sea una mala persona. ¿Es cierta la relación entre la morfología corporal y el comportamiento, en este caso delictivo?


Y, abusando aún más de la oportunidad que se me presta, quiero ampliar la consulta haciendo mención de la maldad proverbialmente atribuida a otros artistas, pertenecientes al mundo del circo y la fanfarria callejera, a los payasos, pero no al Payaso Augusto de nariz colorada y gruesos zapatones, sino al Payaso de Cara Blanca, el Payaso Blanco, relamido y presuntuoso, y, por supuesto, a su reencarnación, a su alter ego personalizado en actores del teatro y del cine que, no militando en la categoría dramática de Karl Malden, sino en la categoría cómica, disponen sin embargo de una negativa fama, me refiero, por ejemplo, al italiano Alberto Sordi del que Federico Fellini y Pier Paolo Passolini publicaron comentarios nada favorables en relación a su bonhomía. ¿El humorista enmascara, a menudo, al villano?


O sea, dos cuestiones, y ahora sí termino: primera, ¿en el cine se adjudica el papel de villano a quien por su morfología corporal se supone que lo es o que es muy probable que lo sea, en la vida real?; segunda, ¿el payaso blanco y el actor humorístico teatral o cinematográfico son, oficios ejercidos, a menudo, por malas personas?, ¿por qué?


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Francisco Ferrer Lerín


Jaca, 21.03.2025




VIII Foro Catalano-Aragonés de Psiquiatría

 

Guion de la ponencia


El 22 de octubre de 2021 presenté en Huesca el libro Casos completos en un acto organizado por la asociación literaria AVELETRA. En la cena que siguió a la presentación conocí a Miguel Ángel de Uña y barajamos la posibilidad de que yo pudiera intervenir en estas Jornadas de Psiquiatría, dado que se iban a celebrar en Jaca, donde vivo. Surgió entonces el nombre de Leopoldo Ortega-Monasterio, amigo mío, hijo de José Luis Ortega Monasterio al que traté y con el que mantuve una buena relación. Con Miguel Ángel convinimos que el tema de mi charla podría girar en torno a los sueños, considerados como material que he utilizado y utilizo para la construcción de relatos breves, técnica literaria que se citó durante la presentación del libro Casos completos. Luego, hablé con Leopoldo y fijamos fecha y hora. Pero, por mi parte, no pudo ser; un ineludible viaje a Madrid frustró mi participación. Ahora, pasados casi cuatro años, voy a presentar la breve ponencia que preparé en aquella ocasión, ponencia lógicamente no sobre psiquiatría, que no es mi disciplina, pero sí sobre onirofagia o, más exactamente sobre el factor sorpresa, sobre la creatividad en el mundo de los sueños.

La imaginación es el elemento fundamental para un creador literario. En una primera etapa como escritor, en la adolescencia, la imaginación, desbordante, modula de tal modo las influencias literarias, que casi se puede afirmar que estas no resultan necesarias. En la segunda etapa, en la juventud, la imaginación, aún deslumbrante, es utilizada para modificar las fuentes, que ya son reconocibles. Más adelante, en la madurez y, en especial, en la senectud, la imaginación va atemperándose hasta pasar a un plano secundario, que exige apoyos cada vez más elocuentes, es decir que las fuentes son utilizadas prácticamente tal cual vienen, llegando incluso al plagio más descarado. Sin embargo, otro elemento, alejado de las influencias literarias, surge poco a poco hasta convertirse en el apoyo definitivo para la práctica de la escritura. Hablo de los sueños y de un género literario donde es idónea su utilización, el relato breve, que tiene en el blog y las redes sociales en general, un adecuado acomodo por la inmediatez en su publicación, por la posibilidad de su modificación y por quedar expuesto a la voracidad de los comentaristas y no tener que esperar a la voracidad de los críticos literarios profesionales. Son pues los sueños y los relatos breves un binomio ideal que, en mi caso y en el de todos los viejos prostáticos, se beneficia de las interrupciones en el sueño, ya que parece ser que es la última parte del sueño la que se recuerda y que constituye su memoria, memoria evanescente y que cobra carta de naturaleza al ser transcrita gracias al ordenador que ha de estar en marcha en todo momento.


Voy a comentar dos casos, dos microrrelatos, que podrían considerarse semejantes pero que disfrutan de diversa etiología. El primero, de 2008, titulado “Sorpresa” constituye un ejemplo de gran ortodoxia. El segundo “Instantánea”, de 2013, constituye un ejemplo de falso sueño, es la construcción de un relato, de apariencia onírica, a partir de una fotografía.

Vayamos al primer relato, “Sorpresa”, a la ortodoxia dentro de este subgénero literario de relatos breves basados en sueños. Un sueño que al despertar es transcrito intentando conservar todos sus detalles y, en especial, toda su atmósfera. Voy a proceder de modo inverso al habitual, voy a contar de qué va el sueño y luego voy a leer su transcripción.

El soñado, que he de ser yo, aunque no se me ve en el sueño, avanza por el interior de un supermercado y le comenta una obviedad a su padre, anciano, por lo tanto necesitado de que se le dé conversación, al tiempo que el soñado descubre que en el fondo del local se halla su madre, y cerca de ella una persona, fallecida hace tiempo, el jugador de póquer llamado Manivela, al que pregunta por su nieta, respondiendo este que su nieta se llama Exquisitez y, al final, cuando su madre y Manivela son presentados este aclara que su nieta es polaca. Podríamos destacar algunas peculiaridades. El marco, un supermercado, espacio no habitual. Los personajes, padre y madre fallecidos ya en esa fecha. Y Manivela, fallecido mucho antes por lo que se produce así un doble anacronismo. Pero quizá lo relevante sea el factor sorpresa, el nombre de la nieta y su condición polaca. Sorpresa que afecta no sólo al soñado sino al soñador cuando despierta, como si el mundo de los sueños fuera un estructura más compleja que los sueños en sí mismos, una estructura que aportara a estos, quizá de modo aleatorio, datos no previstos, que no conforman el sueño convencional, sueño convencional, en este caso, conformado por elementos como el supermercado, los padres y el tercer personaje.


Esta es la transcripción.


Sorpresa (2008)


Tres veces los clientes han tropezado en ese punto del supermercado tirando la compra al suelo. Por esa necesidad de dar conversación a quien se siente ya desplazado comento a mi padre la obviedad de que la gente tropieza debido al estrechamiento del pasillo y él asiente con la cabeza. Continuamos. Veo a mi madre en el fondo del local y, a su derecha, a Pedro Manivela, un veterano jugador de póquer fallecido hará una década con el que tuve buena relación profesional y que está claro que se alegra al verme. Le pregunto, o le preguntan, a distancia, casi gritando, el nombre de su nieta, y él, satisfecho por el interés demostrado, contesta ufano, tras una pequeña pausa, como esforzándose en recordar, que su nieta se llama Exquisitez. Luego, ya a mi lado, junto a mi madre, a quien se lo he presentado, me cuenta que su nuera es polaca.


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Un argumento en apariencia débil, que puede desarrollarse mediante una lectura no precipitada, sustenta un microrrelato en el que se ha conseguido reproducir, con exactitud, la atmósfera del sueño de donde procede. Está claro que en literatura no podemos atribuir procedencia onírica a cualquier desviación de la realidad, desviación que acostumbra a ser fruto del empleo de la ficción, pero en determinados géneros como es el de los microrrelatos, sus propias características de brevedad e independencia del contexto, los hace proclives a la dependencia de esa fuente.


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Vayamos al segundo caso, al segundo microrrelato. A partir de una fotografía en la que se ve a un individuo, que podría ser yo, de pie, entrando o saliendo de una puerta ahora entreabierta, en un pasillo que parece de un caserón con abundancia de madera, con un paraguas bajo el brazo, chaqueta de cuero y pantalones de pana, se construye un relato bajo los mismos presupuestos que si fuera un sueño. Quiero decir que las aseveraciones mantienen un razonable margen de no certeza y se lanzan varios interrogantes para ahondar en ese pozo oscuro de las sorpresas, de los elementos no lógicos en la estructura de lo soñado. Se trata de un fraude, de un fake, en el que, con maestría, se manejan los recursos propios de los relatos que son réplica de los sueños consiguiendo igualarlos si no superarlos. Me refiero a que, junto a elementos previsibles, como la razón por la que me encuentro en ese lugar, su misma localización y el atuendo del personaje, se nombran elementos sorpresivos como la posibilidad de fotografiar los sueños, la aceptación por parte del soñado del hecho de que se encuentra dentro de un sueño, y la interrogación sobre si dispone de don de lenguas, incluso utilizando un término inglés no frecuente y probablemente desconocido por soñador y soñado.


Instantánea (2013)


Se ha conseguido captar el momento en que abandono la reunión de los facultativos. Soy el doctor Fugaz y formo parte de un sueño. Detalles que pueden parecer secundarios como el paraguas Conklin, la cazadora de piel comprada en Pamplona y los pantalones de pana modelo Firulete, no lo son en absoluto; pertenecen con toda seguridad a mi indumentaria de 2006 y 2007. El sitio es el pasillo de acceso a la biblioteca de ese edificio al que nunca doy nombre y que ahora, al ver la foto, pienso que podría ser la casa de mi bisabuelo de la Cerdaña. Esas reuniones son largas y a menudo desembocan en ásperas discusiones; no me extrañaría que en esta ocasión el motivo del desacuerdo tuviera que ver con los terrenos públicos donde ubicar el lugar de enterramiento, a burial place; ¿se habla en inglés en estas reuniones?, ¿en sueños poseo don de lenguas?


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Como coda, decir que se ha publicado por primera vez (noviembre 2021) la versión española de

El caso de la fotografía de espíritus

de Sir Arthur Conan Doyle (> Sherlock Holmes)

sobre la polémica surgida en 1922 acerca de si era posible conseguir imágenes de ectoplasmas con medios fotográficos, posibilidad que defendió Conan Doyle y que ahora, en diciembre de 2021, en el campo de los sueños, según noticias aparecidas en la prensa, la tecnología avanza con paso firme hacia su consecución.


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Y ya para finalizar señalar la dicotomía, cada vez más evidente, la que caracteriza a los humanos en función de que acepten o no la ficción, que la reconozcan o no como su campo de operaciones, en la literatura, y en el conjunto de la vida. El rótulo “Basado en hechos reales” resulta ya obligatorio en los créditos de telefilmes y demás producciones destinadas al ocio.


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Francisco Ferrer Lerín

Jaca,22.03.2025


Pregón

Pregón de la Feria del Libro de Zaragoza 2025

Es difícil estar aquí, en este instante, ante todos ustedes. Cuando José Luis Acín Fanlo me invita a pronunciar el pregón de la edición de este año 2025 de la Feria del Libro de Zaragoza quedo, ante todo, sorprendido, luego me asalta una ola de orgullo, casi de vanidad, pero, final y definitivamente me veo superado por la carga de responsabilidad que el empeño supone. Pero aquí estoy, contento, muy contento, incluso, forzando un poco el idioma podría decir que estoy feliz, aun sabiendo que la expresión es incorrecta que nunca se está feliz, que feliz se es, no se está, aunque tal como van las cosas en la Academia no parece que nadie, por ahora, vaya a alzar la voz para intentar denunciar en los medios esta y otras habituales incorrecciones.


Zaragoza es una ciudad literaria” valdría como rótulo de este pregón que se va a sustentar en los contactos literarios establecidos desde mi llegada a Aragón.


Ya en 1962, el que sería zaragozano de adopción, el manchego Antonio Fernández Molina, me habla de su amistad con Miguel Labordeta y de determinados cenáculos literarios que entonces desconozco y a los que Fernández Molina desea aproximarse. Fernández Molina es en aquel momento secretario de redacción de la mítica revista literaria Papeles de Son Armadans que Camilo José Cela publica en Palma de Mallorca y a la que muchos de los miembros de mi generación pudimos asomarnos gracias a Fernández Molina y a Cela, publicando textos que podían resultar en exceso audaces para la época y para otros medios literarios.


Hablo de Palma de Mallorca y hablo de la ciudad de Barcelona, donde nazco en 1942, pero mis vínculos con Aragón son profundos. Una de las ramas de mi familia materna procede de Las Cinco Villas, de Uncastillo, y, otra rama, del valle de Bielsa, pero no es hasta 1968 cuando regreso a mis raíces, cuando me instalo en Jaca para trabajar como becario en unas instalaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Mi misión en esas instalaciones, que durará tres años, consiste en confeccionar la lista patrón de aves pirenaicas y gestionar una solución ante la falta de alimento de buena parte de la fauna salvaje ante la mecanización del campo y la subsiguiente ausencia de bestias muertas, de carroña, alimento fundamental para los necrófagos que de un modo u otro constituyen la mayor parte de la fauna silvestre.


Durante 33 años desde 1972 hasta 2005, permanezco en un estado de hibernación, de agrafía literaria, no publico literatura; sin embargo sí tengo relación con escritores, editores y profesores del ramo, vinculados, y esta es la razón de comentarlo, vinculados a Aragón y, en concreto a la ciudad de Zaragoza.


El restaurante zaragozano La Marmita, en la calle General Sueiro, es una prueba de ello. En una fotografía de 1991 se me ve en torno a una mesa en muy buena compañía, el profesor, aún entonces no catedrático, de la universidad de Zaragoza, Túa Blesa, el ya citado Fernández Molina, y quien les habla damos buena cuenta de unas lentejas.


Porque Túa Blesa, fue desde el comienzo de nuestra amistad una pieza clave en la difusión de mi obra literaria y de la generación que algunos han llamado de los Novísimos, centrándose en la figura del para mí mejor poeta de los componentes del famoso libro Nueve novísimos poetas españoles: Leopoldo María Panero.


El profesor Túa Blesa organiza en Zaragoza, en 2001, en compañía de su esposa, Elena Pallarés, el primer Congreso sobre la Poesía Novísima, el espaldarazo académico y mediático de dicho movimiento. En dicho evento, uno de los ponentes, hoy profesor de la universidad de Zaragoza, Antonio Viñuales Sánchez, se define como estudioso de mi escritura, dando muestra de ello a través de la revista digital Caminos de Pakistán, de numerosos artículos de corte académico y del libro Casos Completos.


Zaragoza, para mí, es pues, ante todo, sus editoriales y sus librerías. En 2003 escribo una novela, de hecho una autobiografía, que se llamará Níquel, casi una una hagiografía, una vida de santos, que es rechazada repetidamente por las editoriales barcelonesas por considerarla en exceso cáustica con el regionalismo local pero tras ese largo periplo de rechazos, durante una cena en Santa Cruz de la Serós, ya en 2005, se cruza en mi vida, gracias a la historiadora Anabel Lapeña, el editor turolense Joaquín Casanova Chulilla, al que le hablo del texto y en pocas semanas está el libro en la calle, en Mira Editores, con una segunda edición en 2006. Es mi primer contacto directo con un sello aragonés y la experiencia no puede ser más satisfactoria; se concede el premio AIPEP a Níquel, al tiempo que conozco a Berta Sariñena y a su esposo el poeta y profesor Alfredo Saldaña mano derecha de Túa Blesa.


Luego es Ignacio Escuín Borao, a través de su editorial Eclipsados, quien en 2008 se arriesga editando de modo impecable un libro difícil, Papur. Después Víctor Gomollón, artífice de Jekyll & Jill, publica, en 2012, ahora llevan varias ediciones, Del enebro, un cuento de los hermanos Grimm con un prólogo mío y, tras un trabajo ímprobo de edición, saca a la luz, en 2014, Mansa chatarra, una recopilación de relatos oníricos en una edición trabajada hasta extremos increíbles, una edición galardonada y que durante la presentación del libro en Madrid recibe el aplauso de los académicos Francisco Rico y Félix de Azúa, hombres poco dados a la lisonja. Recientemente, en 2023, es Raúl Herrero, al que ya Antonio Fernández Molina había clasificado, hacía mucho tiempo, como editor vanguardista, especializado en el movimiento postista y en la figura de Fernando Arrabal, quien publica, en sus Libros del Innombrable, La condición radical, un ensayo del profesor Joaquín Fabrellas sobre mi obra lírica. Ahora, en 2024, Trinidad Ruiz Marcellán, al frente de la espléndida editorial de poesía Olifante, me incluye en una curiosa antología poética aragonesa húngara y estudia la publicación de una antología comentada de mi poesía última.


Quiero citar ahora a unas personas de ámbito zaragozano que han contribuido a difundir mi obra. Primero al escritor Ángel Gracia quien como gestor de la FNAC me ofrece un marco apropiado para la presentación de varios de mis títulos y al que le expolio una idea genial, la Casa Asesina, que aparece en uno de sus primeros libros, concepto que robo y modifico levemente y lo sitúo en un relato. Desde aquí le pido disculpas.


En segundo lugar, utilizando una cronología no muy exacta, cito a mis amigos y socios, la artista plástica Margó Venegas y su marido, el arquitecto Joaquín Sicilia, en cuyo balneario de Jaraba, durante una gran fiesta aniversario, de carácter literario, conozco al fotógrafo Vicente Almazán, virtuoso del blanco y negro, a Ana Cañellas y a Paco Goyanes, o lo que es lo mismo, librería Cálamo, nuevo marco para mis presentaciones en Zaragoza y donde se me concede uno de sus premios extraordinarios.


También, y como perteneciente a aquellos años, quiero recordar el programa semanal de radio, un mano a mano que mantuve durante dos temporadas con el entonces director de COPE en Aragón el jaqués de adopción Javier Ferrer Bailo.


Sé que me dejo en el tintero muchos nombres, de escritores y librerías, pero es imposible que olvide a alguien que desde mi retorno a la escritura literaria, tras 33 años de agrafía, me ha tendido siempre la mano, entrevistándome en televisión y en prensa escrita, reseñando y presentando mis libros. Me refiero a Antón Castro, ese genial, laborioso y concienzudo narrador y periodista cultural, al que tengo en gran aprecio y al que puedo considerar, sin miedo a equivocarme, y por la diferencia de edad, como querido nieto.


Aragón, es, para mí, Territorio de las Letras. Y debo nombrar primero a Zaragoza, no sólo por las librerías y por las editoriales, sino por los centros de cultura, destacando el Palacio de la Aljafería donde Fernando Sanmartín organizó una genial conversación a tres bandas, entre Túa Blesa, Ignacio Escuín y un servidor. Pero los escenarios, las localidades, son muchas, remito a Barbastro y a la UNED, a Sabiñánigo con sus IES y también con la UNED y a su indispensable profesor Pedro García Ruiz, a Ansó con su biblioteca, a Huesca con sus librerías e institutos, a Tarazona por unas espléndidas jornadas organizadas por Manuel Martínez Forega, y desde luego a Jaca, con su Salón de Ciento, su biblioteca municipal y su Universidad de Verano, lugares de alta actividad literaria, que conozco bien, y, de igual modo, nombro también a la prensa escrita, a El Heraldo de Aragón, El Periódico de Aragón y El Pirineo Aragonés donde Antón Castro, Miguel Ángel Ordovás y Ventura Chavarría respectivamente prestan una intensa y necesaria atención a la literatura que se produce aquí.


Como nombres relacionados con todos esos enclaves y, desde luego, con la amistad, añado a María Ángeles Naval, catedrática especializada en Literatura Española Contemporánea y Actual, y a la que fuera mi profesora en la universidad de Barcelona, ahora Académica, a la casi aragonesa Aurora Egido y, cómo no, al historiador de la literatura y catedrático de la universidad de Zaragoza José Carlos Mainer y al gran conocedor del pasado y del presente de Jaca, Domingo Buesa. Y a otro Buesa, alguien que ya no está entre nosotros, Jaime Buesa, periodista, fotógrafo, naturalista, que en sus tiempos barceloneses, era el encargado de las páginas en color del diario La Vanguardia, y que siempre contó conmigo, hasta que fue depurado junto a otros no catalanes, y que luego se retiró a vivir en el pueblo oscense de Bailo. Y, cómo no, a ese portento del mundo editorial, a esa figura en permanente y justa expansión, la ensayista argumentativa Irene Vallejo con la que he coincido hace unos días en el Festival Internacional de Poesía de Granada y a la que desde aquí mando un efusivo abrazo.


Aragón es también, y podría añadir que sobre todo, tierra de poetas, de excelentes poetas, pero voy a evitar citarlos, tan frágil es la memoria, tan fácil dejarme alguno en el tintero aunque, pese a ello, hay dos a los que no puedo silenciar, dos grandes, uno, prematuramente fallecido, Ángel Guinda, cuya vida narrada por el biógrafo Benito Fernández es libro reciente de peculiar interés, y otro, Manuel Vilas, cuyos poemas, en especial cuando son leídos por él, constituyen uno de los fenómenos más sugestivos de las letras españolas actuales.


Y, como colofón, es obligado citar tres revistas, Tropelías, publicada por la Universidad de Zaragoza, la turolense Turia, con Raúl Carlos Maícas al frente y, otra publicación cultural, El eco de los libres, un hecho sorprendente, un milagro según algunos, que dudaron de su continuidad al no conocer el ímpetu de Marcos Callau y de su equipo para llevar adelante un proyecto tan difícil como lo son todos los de esta índole.


Espero que esta relación de nombres de personas, librerías, editoriales e instituciones no haya parecido un intento de promoción de mis libros, ha sido, simplemente, la fórmula que he creído más conveniente para homenajear, en la inauguración de la Feria del Libro de Zaragoza, a los aragoneses del mundo de la literatura a quienes he tenido la fortuna de conocer y tratar, aunque es obvio que estas enumeraciones son siempre injustas, nunca alcanzan el completo, nunca llegan a ser exhaustivas. Cierro pues la lista, y lo hago nombrando a los hermanos Acín Fanlo, José Luis y Ramón, sin los cuales, ahora no estaría aquí hablando ante todos ustedes, agradeciendo lo mucho que Aragón ha hecho para consolidar mi obra en verso y en prosa.


Pero para clausurar este pregón, o quizá para abrirlo bajo otros presupuestos, me van a permitir, y espero no lo tomen como una descortesía, acudir a una aplicación de chatbot de inteligencia artificial, siendo chatbot un modelo de lenguaje especializado en el diálogo.


Solicité al chat un pregón para la Feria del Libro de Zaragoza de 2025, y este es el breve, vibrante aunque tópico documento con el que responde en una fracción de segundo:

Se dirige a mí diciendo :

¡Por supuesto, humano! Aquí tienes un pregón para la Feria del Libro de Zaragoza 2025, pensado para ser leído en voz alta en un acto inaugural, con un tono festivo, cultural y cercano, dirigido a todos los públicos. Incluye referencias a la ciudad, al acto de leer, y al orgullo de la palabra escrita:


Por el honor de la lectura y la palabra

Zaragoza, ciudad de cierzo y piedra,
de agua sabia, de historia bien contada.
Hoy abres tus plazas y tus paseos
a una fiesta sin trajes ni banderas,
pero con tinta, papel y emoción:
¡la Feria del Libro ha llegado!

Vecinos, lectores de siempre
y lectores que aún no lo saben,
niños con libros de dragones,
abuelos que vuelven a los clásicos,
jóvenes que buscan en las páginas
respuestas que no da el algoritmo…

¡Bienvenidos todos!

En estos días, entre casetas y palabras,
Zaragoza se convierte en lo que siempre fue:
una ciudad que escucha y cuenta,
que escribe su historia
en cada página que alguien decide abrir.

Aquí hay novelas que nos abrazan,
poemas que nos preguntan,
ensayos que nos despiertan,
tebeos que nos hacen reír,
libros que son hogar, espejo y mapa.

Autores nos visitan,
editores que arriesgan, libreros que resisten,
bibliotecarios que recomiendan con pasión
y lectores que son el latido de todo esto.

Porque leer es un acto de rebeldía lenta,
una forma de pensar más allá del ruido.
Leer es abrir la puerta al otro,
al que vive lejos o en el pasado,
al que imagina, al que duda, al que sueña.

Así que, este 2025, en esta ciudad
de puentes, de mudéjares y de voces,
hagamos de cada libro una celebración.

Zaragoza, abrid los ojos, afinad la voz,
y que suene alto y claro este pregón:
¡Viva la Feria del Libro!
¡Viva la palabra compartida!
¡Y viva quien se atreve a leer!

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Francisco Ferrer Lerín

Zaragoza, 31.05.2025

Villalobos

 

"El puerto de Vigo"

Nelson Villalobos Ferrer

2023