Propongo asar a fuego lento en la plaza del pueblo a todo entusiasta del verano, a esos que proclaman a voz en grito “a mí me gusta el calor”. La hoguera, que para ellos resultará confortable, se inserta en una larga lista de tradiciones, como la septentrional de partir piedras a cabezazos o la meridional de escupir huesos de aceituna o dátil, que gozan en nuestro país de gran predicamento y cuentan entre sus practicantes con notables miembros de la cultura como el poeta Rafael Alberti que, en una competición, alcanzó la no desdeñable marca de catorce metros y veintiséis centímetros con un proyectil olivarero, no sabemos si de la variedad "mollar chafá”, escupido sobre alfombra, que no permite el rebote, limitando la distancia de llegada.
Genial.
ResponderEliminarVoces crujientes. La brasa común.
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