Su larga vida y su carácter algo áspero le granjearon
tenaces enemigos, cuyos nombres llevaba anotados en la moleskine que le regaló
su hijo por Reyes. Cada mañana, a eso de las once, se acercaba a la iglesia del
Carmen para ver si entre las esquelas pegadas en la fachada había alguna que le
alegrara el día. De la lista ya habían caído muchos y este invierno estaba
siendo singularmente pródigo: 11 de enero, Carlos “Negro” Sánchez Peragón; 15
de enero, Sixto “Maromas” Caballar González; 14 de febrero, Antonio “Carpetas”
Jarne Providencio; 2 de marzo, Beto “El Bestia” Ara Sangermán; y hoy, el más
odiado, Fernando Pérez Magriñán, sin un alias definido pero de aspecto
desagradable y retorcida conducta. Fue a tacharlo de la lista y, de golpe, comprobó,
sorprendido, que Magriñán era el último. Tardó en reaccionar y reaccionó muy
mal. Llegó a La Ciudadela y de una patada derribó al centinela. Le arrebató el
arma. Y se voló la tapa de los sesos. Sí, no eran dos vulgares tópicos sino dos
definitivas verdades; “el que no tiene enemigos no es absolutamente nadie” y
“la vida sin enemigos carece de sentido”.
muy muy bueno
ResponderEliminarViejos, esquelas, enumeración, Lerín en estado puro.
ResponderEliminarLerin en su salsa
ResponderEliminarHuraño y agrio Aleksandr Aleksándrovich Alejin
ResponderEliminarjugaba con las damas
con su hijo por los reyes
de su íntimo enemigo declarado
Jose Raúl Capablanca y Graupera,
el campeón enclavado en lo alto
de la escalera.