Esquiaba con ímpetu entre fuerte ventisca. No era agradable.
Regresó al hotel y al pedir la llave notó su voz alejada. Pensó que la ventisca
le había afectado el oído. Pero al ir a ducharse se vio en el espejo. La
ventisca le había movido la boca. La había colocado en la nuca. No se duchó.
Quedaba una hora de luz. Decidió vestirse y esquiar de nuevo. En otra ladera.
La ventisca venía del lado contrario. Se lanzó pista abajo. Hasta cuatro veces.
Notó cierto cambio. La boca avanzaba. Pero sin hallar el sitio. El lunes en la
oficina nadie dijo nada. Temor y respeto. Ella era la jefa. Al sonar el móvil
vieron que lo colocaba en lugar incómodo. Habló desde un pecho. Sin darle
importancia. El sábado próximo volvería a la nieve. Anuncian ventisca.
Muy divertido.
ResponderEliminarConocí esta impresionante historia estos días en Barcelona. Por suerte la afectada ha logrado recuperarse.
ResponderEliminarGenial
ResponderEliminarQué chulo.
ResponderEliminarSegún el grado de humedad, hay ventiscas que tienen un efecto emoliente, ablandan los tejidos y disponen el tegumento haciendo que los órganos puedan movilizarse con mayor facilidad. La piel y las faneras afectadas por la ventisca y, controlada la dirección de la misma, se puede conseguir llevar las cosas a su sitio.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó
Clima de marzo arranca de cuajo puerta coche querida peluca y esposa.
ResponderEliminarBarridas borradas.
ResponderEliminarTras segunda lectura efectuada con potente altavoz tras las ménsulas del balcón casero, me percato del trasfondo lúgubre, trágico - casi fúnebre - alojado tras líneas textuales aparentemente inocuas.